Lo vamos a nombrar en un cargo estratégico, dijo en su momento la presidenta Sheinbaum cuando confirmó que el exgobernador de triste memoria en Veracruz, Cuitláhuac García, estaría en su equipo de trabajo. Si bien no es una posición de primer nivel en el gabinete como presumía Cuitláhuac que ocuparía, su designación en CENEGAS lo mantiene blindado contra toda intención de proceder legalmente en su contra por el estropicio económico ocasionado a Veracruz con cargo a su pésimo desempeño como titular de Poder Ejecutivo veracruzano (lo de gobernador sería un eufemismo). De hecho, ninguna de las Cuentas Públicas de 2019 a 2024 auditadas por la ASF y el Orfis están exentas de observaciones, en su conjunto suman miles de millones de pesos cuya aplicación y destino no ha sido esclarecido. Pero, en contraste a cómo sucedió con Duarte de Ochoa quien paga con cárcel su voracidad presupuestaria, a Cuitláhuac García no se le toca ni con el pétalo de una rosa, no suena muy original pero así parece. Se dice que está protegido por “el señor” (para la feligresía de la cuartat), o sea, el “Peje” para el pueblo de México.
En cualquiera otra democracia, genuina democracia, señalamientos como los arriba descritos bastarían para provocar por lo menos una licencia al cargo, mientras se dilucidan los señalamientos. Pero en este caso, como en los de Adán Augusto o el gobernador de Sinaloa (por el simulacro sobre la muerte del diputado Héctor Melesio Cuén desmentido por la fiscalía general), en México la impunidad ya es costumbrismo político. Parecería que, a cambio de no seguir molestando a Cuitláhuac, el gobierno federal perdonó la deuda al ISSSTE y al SAT que gravitaba onerosamente sobre las finanzas veracruzanas, de allí que se haya reducido el monto de la deuda en Veracruz. Es decir, no fue producto de un acto de magia financiera ni de exitosa gestión pública, sino un intercambio de favores políticos: reducción de la deuda a cambio de ya no tocar al afamado Cui. Esta pudiera ser una percepción errónea, sin embargo, es propiciada por el manto protector para quien fungió- más bien fingió- ser gobernador de Veracruz. Como drama para el teatro vale, pero fueron seis años perdidos para una población de más de ocho millones de veracruzanos que, en respecto de sus gobiernos en este siglo, han venido observando cómo se menoscaba lo largamente construido antes del amanecer del siglo XXI. |
|