Hace años, cuando la invasión y destrucción de Irak por parte de las potencias occidentales, platicaba yo con un coronel del ejército de un país del medio oriente. Me decía el coronel, que la decisión tomada por Estados Unidos era un grave error, como error había sido también invadir Afganistán. El argumento era que hay pueblos que no están preparados para la democracia.
El análisis era muy simple, los países que habían llegado a un cierto nivel de democracia, tenían una población que había pasado un largo período de transición de siervo a ciudadano. Personas que habían peleado por sus derechos, que eran conscientes de ellos, y se refería especialmente a los derechos humanos. También explicaba que las democracias tienen una burocracia eficiente que ayuda al titular del gobierno a cumplir su función, y que tenían unas fuerzas armadas organizadas, capacitadas y sobre todo, muy vigiladas para no caer en actos de corrupción.
Ninguna de esas características cumplía la población ni de Irak ni de Afganistán. Es más, ambas poblaciones se caracterizaban por su elevado nivel de analfabetismo, de ignorancia, de bajos niveles educativos, de su incapacidad para analizar y razonar, y sobre todo, por su absoluta experiencia como ciudadanos.
Me insistía mucho en que las democracias que habían hecho exitosos a los países occidentales, tanto de Europa, como Estados Unidos y Canadá, o Australia y Nueva Zelanda, en todas ellas, se había creado una masa crítica de ciudadanos. Se había educado a los habitantes para convertirse en ciudadanos plenos. Sin educar al pueblo, es imposible la democracia y la libertad. Afirmaba que países como Irak, Afanistán, y el resto de los países musulmanes solo encuentran la paz cuando una mano dura los controla. Me hablaba de monarcas con cierto grado de permanencia, y me mostraba las monarquías petroleras como ejemplo a seguir. Allí, unos cuántos mandaban, se enriquecían brutalmente, pero la estabilidad y escaso amor por su tierra que tuvieran los líderes, ayudaba a avanzar en el nivel de vida de sus pueblos, aunque sin democracia y sin libertad. En lugar de depender de la capacidad de su población para innovar y aumentar el crecimiento del producto interno bruto, dependen del petróleo, pero la mano dura en el gobierno es indispensable para controlar a la población
Hoy, recordaba las palabras del coronel, cuyo nombre y país me reservo, pues revisando la historia de México, las relaciones piramidales con el poder datan desde antes de la llegada de los castellanos a América. La equivalencia actual, es la de un grupo de personas que tienen un líder, que a su vez forma parte de una agrupación regional o nacional, que también
tiene un líder, y así sucesivamente, hasta lograr la interlocución con el poder en turno. Lo que explica la eterna necesidad del mexicano de tener un tlatoani, un líder formal o informal que sea su interlocutor y quién le resuelva muchos de los problemas que enfrenta día con día.
La evidencia es muy clara, el mexicano solo, independiente, único, no se considera con la fuerza suficiente para enfrentar cualquier injusticia emanada del poder. No se atreve a enfrentar solo a quién desde el poder abuse de él. Siempre encuentra cobijo en el grupo, gremio, asociación, etc. Solo unos cuántos se consideran a sí mismos dignos de los derechos humanos y protegidos por la ley y los contrapesos al poder.
Dicho todo lo anterior, me dispuse a revisar la historia. Previo a lo que llamamos conquista, el indio tenía su tlatoani en su aldea o tribu. Durante lo que llamamos la colonia que debería de llamarse el virreinato, los indios conservar sus estructuras sociales y políticas. Es decir, cuando menos hasta 1800 la población que podría llamarse nativa seguía dependiendo de un tlatoani. Y a pesar de los derechos otorgados por la corona, muchos eran abusados por parte de los criollos, mejor preparados y relacionados. Pero aún éstos, se agrupaban en gremios y logias para defender sus intereses. Con la llegada de la decadencia del imperio español, los abusos de los borbones a fines del siglo XVIII, nos separamos de la corona, pero al no tener la conciencia de país y de patria, se perdió entre guerras intestinas, una buena parte del territorio. Recordemos que ante tanta invasión extranjera, los dos bandos, liberales y conservadores, habían decidido que primero muertos que apoyar al otro bando (según quién estuviera en el poder) ante el invasor. Eso debilitó tanto al país que las consecuencias fueron muy claras. Basta ver la lista de presidentes y el tiempo en el cargo, para entender lo complicado que fue para el país la primera etapa de país independiente.
Juárez tuvo la suerte de que los norteamericanos no querían europeos en su vecindario. Así, a pesar de haber acorralado a don Benito en Veracruz, pudo con el apoyo de los gringos, vencer a Maximiliano y a los conservadores que lo apoyaban. Sin embargo, don Benito no era un demócrata. Había llegado al poder al sustituir a un presidente que no respetó la constitución del momento y así conservó el poder hasta su muerte.
El desarrollo de México independiente apenas se comienza vislumbrar durante el gobierno de don Porfirio, pero a pesar de los esfuerzos de Porfirio Díaz de crear un país moderno y con ciudadanos. La llama no prende. Lo que prende son las locuras de un ricachón que habla con los espíritus y que nos llevó a la revolución mexicana.
De ahí, tuvimos un interesante período en el cual te mato a ti para ponerme yo. Incluso con los sonorenses en el poder, hicieron lo mismo. No hubo línea sucesoria en la gran idea de crear una monarquía sexenal. Y el poder recayó en un michoacano que trajo el corporativismo bolchevique muy de moda en el mundo a México. Así los obreros, los campesinos, los empleados, los profesionales, los comerciantes y los industriales, todos tenían su tlatoani para resolver sus problemas. Es decir, para 1938 seguíamos sin tener ciudadanos en el país. El Priato en su etapa de desarrollo estabilizador, construyó el México moderno, hizo crecer la economía en lo que se denominó el milagro mexicano, pero las libertades civiles estuvieron férreamente controladas. Al grado de que los conflictos sociales cada vez eran más fuertes y violentos. Es la etapa de la represión de los gobiernos a maestros, ferrocarrileros, estudiantes, y también el surgimiento de la guerrilla, ante la imposibilidad de lograr un cambio de gobierno en las urnas. Después de los gravísimos errores económicos de Echeverría y López Portillo, llega la generación de tecnócratas, que administran la tensión social, liberan el voto y de manera increíble se logra un atisbo de democracia. Democracia que dura no más de 30 años, y que en ese tiempo ni genera ciudadanos, ni atiende las necesidades económicas de las mayorías. Lo cual nos lleva a una regresión autoritaria nunca antes vista.
Hoy estamos peor (desde el punto de vista democrático) que durante las primeras etapas del priato. Sin contrapesos, con el control absoluto de los tres poderes. Sin ciudadanía. Y seguimos con la monarquía sexenal, dónde quien sale, decide quien se queda en el poder. Pero, y esto es lo interesante, a pesar de que los defectos del modelo político y económico comienzan a generar agravios en distintos sectores de la sociedad mexicana, vemos que hay un control social, y que las tensiones de finales de los gobiernos del PRI no se manifiestan tan graves como entonces.
Esto solo significa que México no está preparado ni le interesa la democracia. Seguiremos simulando para satisfacción de nuestros vecinos del norte. Enfrentaremos una burocracia ineficaz, una clase política más rapaz que nunca, unas fuerzas armadas ya cebadas por la corrupción y la riqueza fácil, todos factores que tienen remedio, el único que no tiene remedio es la falta de ciudadanía. Ninguno de los requisitos para tener un buen gobierno, lo cual indica que la presión social va a aumentar mucho más rápido que en el Priato, y ya dependerá de los dueños del poder en turno, decidir si vuelven a abrir la válvula democrática y o si enfrentan conflictos sociales, e incluso armados, mucho más graves de los que vivimos el siglo pasado.
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