José Miguel Cobián
La opinión pública en México es absolutamente contradictoria y contra intuitiva. En cualquier parte del mundo, el respeto y la defensa de la dignidad de la policía son parte de la cultura, excepto en México. Aquí, se aplaude el daño, la violencia y la humillación de los policías. Cuando conviene se olvida que también son pueblo.
A raíz de la última manifestación en la ciudad de México ha quedado muy claro que ni a las autoridades superiores ni a la población les importan ni la ley ni la dignidad de los policías. El fundamento de mi razonamiento está a la vista: En cuanto a Clara Brugada se trata, no vimos molestia por las agresiones sufridas por los policías que presuntamente debían aplicar la ley, prevenir delitos y proteger personas y bienes. En cuanto a la población en general, vemos un aplauso generalizado a la violencia brutal a la que fueron sometidos esos policías, con la orden además, de ni siquiera defenderse. Privados del derecho más básico que es la defensa propia.
Entiendo que la corrupción en la policía en México tiene más de cien años, y que los ciudadanos estamos hartos de esa corrupción y de los abusos que de ella emanan. Entiendo que en muchas ocasiones el policía se corrompe por instrucciones superiores. Los altos mandos exigen una cuota diaria, que en muchas ocasiones llega hasta el propio alcalde o el secretario de seguridad pública estatal, o incluso al gobernador del estado. En otras ocasiones, parte de esa cuota va para los grupos criminales que operan en la zona.
Dejando establecido lo anterior ¿quién es el responsable de la corrupción del policía? Ese que roba al transeúnte en la noche, el que aprovecha cualquier circunstancia para disponer de lo que no es suyo. Y no me refiero solo a los policías, también a los agentes de tránsito, englobados en un término genérico de policía.
Me podrías decir que el culpable es el propio policía por corrupto, o que el culpable es su superior, pero…. Por lo menos en teoría ¿En quién recae la soberanía y quién es el patrón incluso del presidente de la república? La respuesta es: El pueblo de México. Pero no quiero dejar allí la reflexión. ¿De dónde emana cada policía, cada agente de tránsito? Del pueblo de México. Es más, cada funcionario público corrupto o no, cada funcionario electo, desde el más humilde regidor hasta el presidente de la república, ¿De dónde salen? Que yo sepa ninguno es extranjero, salvo raras excepciones, todos salen del pueblo.
¿Entonces la cultura mexicana indica que cuando puedas robar a un mexicano, debes hacerlo? Todo parece indicar que sí. La gran mayoría de personas (hay excepciones) que llegan a puestos donde hay, se atascan como cerdos. Mientras que los que no llegan a esos puestos, siguen viviendo en su utópico mundo color de rosa, indignados por el saqueo, hasta que llegan al puesto, y entonces actúan igual que aquéllos a los que tanto despreciaron.
Volviendo al tema principal. Si queremos dejar de ser un país mediocre, chambón, irresponsable, que es la burla de la comunidad internacional, tanto por su corrupción, como por la colusión con el crimen organizado, desde las más altas esferas del poder político, económico y militar, lo primero que tenemos que hacer, es defender la dignidad humana y exigir la aplicación de la ley.
Es absurdo escuchar a la presidenta informar a los delincuentes previamente a la marcha, que no caerá la autoridad en provocaciones. A partir de ese momento lo que los delincuentes escucharon fue: *Ustedes pueden saquear lo que gusten, incendiar policías, golpearlos con marros, llevar cizallas para romper cadenas y candados, dañar a cualquier persona que se cruce en su camino, y saldrán impunes*. Literalmente la presidencia de la república autoriza a un grupo de delincuentes a cometer cualquier delito. Pero no sólo eso, también informa a los propietarios de negocios que están en la ruta de la marcha, que por ese día, no cuenten con la protección del estado. Nadie va a intervenir para defender sus propiedades. Tampoco habrá quién intervenga si estos delincuentes agreden, lastiman, y me atrevo a decir que hasta maten a un mexicano. Ese día la ley no aplica…. ¨para no caer en provocaciones¨.
Un estado que no defiende a los suyos, que envía a 1,500 policías a recibir pedradas, martillazos y bombas molotov, con la instrucción de ser testigos mudos de cualquier delito que se cometa, no merece ser llamado gobierno, pues no gobierna. No sólo no gobierna en Sinaloa y en el porcentaje que quieras del territorio nacional que está bajo el control de empresas criminales, también manda un clarísimo mensaje de impotencia, desinterés en la aplicación de la ley, o peor aún, en muchos casos complicidad.
Habiendo dejado claro cuál es la postura del gobierno en cuanto a su responsabilidad de defender la vida y los bienes de los gobernados, es obligado comentar que la misma postura que tuvieron los policías agredidos en la manifestación, la hemos observado en la guardia nacional, la cual en algunos casos, genera la sospecha de estar coludida con empresas o grupos criminales, sobre todo la guardia nacional de carreteras. Por otro lado hemos sabido de casos que muestran que el ejército no va a mover un dedo para defender a un mexicano, si antes no recibe la orden de un superior para hacerlo. Así que la actitud de brazos cruzados ante hechos criminales en flagrancia, es algo común en todas las fuerzas del orden en el país, y por lo tanto, es una política que emana desde presidencia de la república para abajo. Los abrazos se acabaron únicamente para aquéllos a los que el gobierno americano ha señalado como enemigos del orden. Los demás grupos criminales, siguen con el abrazo, quizá más discreto.
Mientras la población mexicana esté a gusto con este sistema de inseguridad que padecemos, mientras siga temerosa de manifestar su inconformidad, exigiendo seguridad de una y mil maneras hasta que el gobierno cumpla su función. Mientras la percepción sea que el mexicano promedio acepta que el gobierno actúe así, nada va a cambiar. Y seguiremos observando y normalizando que se prive de la vida o se agreda brutalmente a mexicanos, sean éstos policías, soldados, guardias nacionales o civiles. Cómo al mexicano común no le importa, al mexicano convertido en autoridad tampoco le importa. Seguiremos siendo un país salvaje, indolente e incivilizado, dónde reine la inseguridad. A fin de cuentas tenemos el México que nos merecemos.
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