José Miguel Cobián
Desde hace una eternidad, me he preguntado una y otra vez ¿Qué es lo que mueve a una persona racional a defender lo indefendible? Primero era con una querida amiga practicante de alguna denominación cristiana que insistía cada vez que visitaba la casa en convertirme. Esto indica que la duda comenzó con personajes muy apegados a su religión. Cuando tuve la oportunidad de convivir seis meses con unos amigos Sijs, una religión muy interesante de la India la defensa a ultranza de sus principios religiosos era evidente. Más adelante, en el caminar en la vida, tuve la oportunidad de convivir con amigos musulmanes, y encontraba la misma defensa de cuestiones ilógicas de sus escrituras. Llegué a pensar que se debía a la lealtad a su respectiva religión o el temor de que su Dios los sancionara si no defendían todo, lo bueno y lo malo.
Ya con más edad, en tiempos en que sólo pintaban el PRI y el PAN en el espectro político, hice amistad con personajes panistas, algunos como Carlos Castillo Peraza dejaron una honda huella en mi forma de pensar, por su claridad de ideas, por su amor por México, por su profundo conocimiento de la psicología del mexicano y sobre todo por su absoluta falta de dogmatismo. Personajes pragmáticos que conocían la realidad y la aceptaban tal cual era. Sin embargo, hubo otro grupo, también de queridos amigos panistas, que también defendían lo indefendible, actuando como si el ser panista fuera equivalente a formar parte de un culto religioso, que no permite cuestionar nada, obligando al fiel seguidor a defender tanto las buenas como las malas acciones de gobernantes emanados de ese partido.
Con los amigos priistas jamás tuve ese problema. Podía ser que en público un senador, un diputado, un gobernador, defendieran una acción, pero lo hacían por razones políticas nada más, en corto, invariablemente eran pragmáticos (por no decir cínicos) y reconocían los hechos como lo eran, sin negar la realidad.
Cuando comencé a tratar con amigos perredistas, percibí que cada uno tenía una percepción diferente de la realidad, y que jamás sería posible poner de acuerdo a dos seguidores de dicha ideología. Y en muchos casos, era imposible razonar con ellos, respecto de la realidad de la aplicación de las teorías económicas que defendían.
Más o menos, estaba yo conciliado con la realidad, creyendo que medio entendía al mundo, cuando llega Morena al poder y todo se desmorona. Aparentemente es un culto, en el cual la palabra del Mesías equivale a palabra de Dios, por lo cual no se podía cuestionar absolutamente nada de lo que hiciera o dijera Andrés Manuel. Incluso llegué a confundirlo con disciplina partidista, como sucedía en el antiguo PRI.
Conforme avanzaba la defensa de las políticas de morena, me di cuenta que su base era el antiguo PRD, es decir, personas que jamás se pondrían de acuerdo entre ellas… y sin embargo ahora todas seguían un mismo camino. Salvo que el rechazo a militantes del PRI y del PAN se había exacerbado, y sin embargo, la cúpula de Morena está ocupada por militantes del PRI, algunos panistas y pocos perredistas. Ahí comenzó mi confusión una vez más.
¿Qué mueve a tantas personas a defender lo indefendible? Y con esta pregunta no cuestiono defender a Morena, militar o simpatizar con ese partido político, sino defender acciones y decisiones que son clara y francamente nocivas para el país o para los mexicanos.
Acudir a lo trillado, como hace alguna oposición que no analiza, afirmando que los militantes de morena son tontos, no ayuda en nada. Había algo más profundo. Y eso divide a los defensores de todo lo que Morena hace en tres grandes grupos: El primero son las personas cuya mejoría económica depende de las políticas de bienestar, los apoyos y ayudas económicas. Ellos saben que su vida cambió cuando llegó Morena al poder. Un segundo grupo es de personas que han sido convencidas por la propaganda gubernamental de que Morena es lo mejor que pudo llegar a gobernar México, y que no tienen interés de analizar si es verdad o no en cada una de las políticas públicas que se implementan; personas tan agraviadas por los gobiernos anteriores del PRI y del PAN, que a lo mucho que llegan a criticar, es decir que eso ya sucedía antes, que México es así, y que es normal que siga sucediendo.
Hay un tercer grupo que yo denomino los perversos esperanzados. Militantes en general preparados, capaces de analizar y entender las decisiones del gobierno, mexicanos que de primera vista saben reconocer cuando una decisión política es buena o mala, pero que se niegan a reconocer la realidad a cambio de una esperanza.
Me explico: Morena tiene grupos de capacitación política en todos los distritos electorales del país. En estos grupos se adoctrina a quienes asisten y participan en las reuniones. La estructura de la ¨reeducación¨ política está claramente definida por semestres, también hay talleres especiales, y otras formas de llamar a los cursos que se imparten. Y aquí viene lo importante, a los participantes les otorgan un número que podríamos definir como matrícula, y el compromiso del partido es que puedan aspirar a participar en una tómbola para ser candidatos a un puesto en la administración pública, con la condición de que culminen todas las fases, etapas, cursos, diplomados, tareas, etc., de los cursos de capacitación política, que en realidad son cursos de adoctrinamiento.
A los mejores, los colocan en puestos en las dependencias de gobierno federal, estatal y municipal. PEMEX es el ejemplo clásico de personal sin capacidad para el cargo pero cobrando muy bien en un puesto público, sustituyendo a personal con experiencia de años. Así, se han colonizado todas las dependencias del gobierno, y esa es la causa por la cual todas funcionan muy mal, o de plano no funcionan, y sobre todo, de que poco se sepa de cómo están saqueando el país, pues todos entraron a lo mismo. La esperanza de la cúpula es que a largo plazo quienes ocupen los cargos, aprendan como realizar sus tareas, pero como todos están politizados por el adoctrinamiento, saben que su valor se expresa en las elecciones, generando votos para el partido, no cumpliendo con su labor formal en el sector público.
Los pocos que han logrado obtener salarios que en su vida habían soñado, y los más pocos aún que han llegado a puestos dónde pueden hacerse ricos, ya sea Gobernador, Secretario de Estado, Alcalde, síndico, etc., son la llama que alimenta la esperanza de los millones que aspiran y sueñan con salir de su condición económica cuando el partido les cumpla su promesa de colocarlos. Promesa vana, pues no alcanzan todos los puestos de burócratas bien pagados en el país para todos los aspirantes.
Así que para este tercer grupo, lo único que los mueve, lo único que los une, es la ambición de obtener la posibilidad de medrar en el presupuesto público. Por eso la complicidad, el silencio, la defensa absoluta, la lucha en redes. En muchos casos no son personas pagadas por el gobierno, son simplemente mexicanos haciendo méritos defendiendo a Morena y a sus líderes, aun cuando su conducta sea francamente reprochable y reprobable, con la esperanza de que esa defensa les otorgue méritos suficientes para poder llegar a un puesto público a disponer de los recursos de todos para su beneficio.
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