Estábamos en que todos los animales tienen su propia alimentación. Y como nosotros no somos de aquí, empezamos a comer lo que había en el entorno. Hasta convertirnos en algo peor que los chivos que comen de todo. Los chinos hasta cucarachas...
Y todo eso se lo debemos al titán Prometeo, perteneciente a una raza de dioses anteriores a los del Olimpo, quien, desafiando el poder de Zeus, se robó el fuego y se lo regaló a los hombres. Por lo que fue duramente castigado, porque los hombres no estaban preparados para dominarlo...
Y aunque eso fue hace miles de años, es seguro que todavía no aprendemos a dominarlo. Ni lo podremos vencer, mientras primero no nos dominemos a nosotros mismos...
Cabe señalar que, entre otras diferencias de los hombres con los demás animales, es que somos los únicos que comemos por horas, no por hambre. Y especialmente, comemos lo que nos hace daño. Quienes comen de otra manera, cosas naturales -muy censurados por los científicos- podrán vivir bien o mal, según se quiera percibir; pero ciertamente que viven en paz...
Entre los animales, los que comen carne tienen intestinos muy cortos y desechan rápido los residuos de la combustión previa. Pero, aun así, los carnívoros son salvajes y los que son vegetarianos no...
Como el sistema digestivo de los humanos es muy largo, lo que se come, antes de ser expulsados los residuos, permanece varios días dentro de los intestinos. Si diariamente se va al baño, es porque “las tortas de arriba empujan a las de abajo”; como coloquialmente se dice. Pero ahí se almacenan varios kilos de materia en proceso de descomposición...
Y lo que se veía, olía y sabía tan bien, cuando entraba. Cuando salé es todo lo contrario; porque al permanecer tantos días dentro del organismo, y luego a cuando menos 37º se pudre, se descompone. Y al descomponerse emana gases pestilentes...
Que, absorbidos por los intestinos, se van a la sangre y las toxinas propias de la digestión circulan por todo el organismo. Y si no se eliminan, la enfermedad sigue avanzando, solo disimulada por los medicamentos. Por eso los animales, al sentirse mal, se purgan comiendo pastos para vaciar los intestinos...
Y no comen, solo toman agua...
Finalmente, todos hemos escuchado que el agua es la vida, pero lo oímos así nomás de pasadita, sin comprender los verdaderos alcances de semejante sentencia. Algunas religiones trasnochadas creen, o quieren hacer creer, que el agua de la vida -el perdón de los pecados- es por fuera; y por eso es el bautizo. Cuando el agua es por dentro. Las enfermedades no se curan bañándose, ni a jicarazos; sino ayunando...
Vale enfatizar que nadie se ha muerto por ayunar 15 días. Y un buen ejemplo lo tuvimos en el temblor del 85, cuando bebés recién nacidos quedaron literalmente enterrados durante 15 días bajo los escombros del hospital Juárez, y los rescataron vivos. Y eso es del conocimiento público, por lo que los llamó “Bebés milagro”...
El ayuno elimina las toxinas y de paso destapa las arterias, mejorando el funcionamiento de todo el organismo. Pero hay más. Las personas que ayunan 15 días y limpian sus intestinos y sus arterias, también limpian de paso sus pensamientos y creencias tóxicas -se desintoxican- y ven la misma vida; pero de otra manera...
Los diabéticos, están enfermos por lo que comen. Si no cambian su alimentación, nunca se van a curar. Si la cambian, no necesitarán medicinas...
Pero en apoyo a todo esto del ayuno, practicado ampliamente hace miles de años en la Universidad Pitagórica, se pueden agregar las palabras de Hipócrates (460 - 370) conocido como El Padre de la Medicina...
Que, como autor de los libros de Las Epidemias I y II, en las que estuvo presente, vio morir mucha gente, concluyendo que “Alimentar a un enfermo, es alimentar la enfermedad”. Pues, solo se salvaban los que se negaban a comer. El agua es la vida ¡Y es gratis!
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida. |
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