Estamos ante la posibilidad de un cambio fundamental en el país. Donde la participación del pueblo que salió a votar sea la fuerza que contribuya a la transformación democrática de las instituciones, de las organizaciones laborales, profesionales y populares. Y al diseño e implementación de las políticas antineoliberales.
El presidente electo ha estudiado a fondo la historia nacional para saber que un sexenio puede empezar bien y acabar fatídicamente.
La amargura que genera un sexenio fallido es devastadora y, por lo tanto, sabe bien que un arranque vertiginoso, pletórico de promesas, puede ser tentador, pero la posibilidad de tropezarse con demasiados enemigos es alta.
Finalmente, las administraciones van y vienen, y pocas, muy pocas, marcan un antes y un después. Además en muchos casos la huella que queda es por las malas razones.
Apenas han transcurrido dos semanas desde las elecciones y la clase política mexicana ya comienza a situarse alegremente entre los sillones del próximo gobierno, mientras el futuro presidente va anunciando poco a poco los nombramientos de quienes serán sus colaboradores principales. La cercanía, la lealtad y la amistad vuelven a brotar como las claves de esas primeras designaciones que han ido mezclando historias de vida muy distintas, desde la izquierda radical hasta la derecha intransigente del espectro político de México, hermandadas solamente por el tronco fértil del ganador indiscutible de las elecciones. Un presidente debe, a mí juicio, propender a cuidar los equilibrios internos y externos y tomar decisiones que generan una rara combinación de continuidad y novedad.
Voy al grano. Tiene varios meses por delante y no tiene por qué estar bateando todas las bolas. El tigre está despierto, aunque por ahora no haya salido de la jaula. El tigre está despierto, y, además entusiasmado: nada se opone, ahora. Miel sobre hojuelas, o quizás no.
El tigre está despierto, y tiene sed de justicia en contra de todo aquello a lo que Andrés Manuel le ha enseñado a odiar. El tigre está despierto, y se revuelve en su jaula, inquieto, cuando creía que podría moverse a sus anchas, y López Obrador le cumpliría cada una de sus promesas de campaña. Pero no es así; la gasolina no bajara de precio, el aeropuerto parece seguir en pie, la seguridad no mejorará de un día para otro, Peña Nieto ya no es tan malo. Videgaray y Guajardo ahora son reconocido. El cambio, en realidad no parece ser tan distinto. Y no lo es, ni podría serlo. Dice El Principito que sólo con el corazón se puede ver bien.
Me llamó la atención de forma particular qué en círculos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) se exhiben nerviosismo frente al proceso de sucesión presidencial, han decidido incursionar en un terreno resbaladizo y riesgoso para la institucionalidad y la disciplina, los factores más importantes del Ejército mexicano en democracia.
Los grupos de trabajo que han empezado a configurar la política de seguridad encabezados por el político sonorense Alfonso Durazo futuro secretario de Seguridad Pública se ha manifestado a favor de retirar a los militares de las tareas de Seguridad Pública en el lapso de la primera mitad del próximo sexenio; tomaron ya nota de directrices de Andrés Manuel para caminar de la mano de las fuerzas armadas en cambios profundos sobre los cuerpos policiacos federales y locales.
Todo ello, define la necesidad de que el nuevo general secretario de la Sedena tenga una sensibilidad política y social muy arraigada, que le permita hacer aportaciones a un proceso que seguramente resultará complejo. Y muy ajeno a los esquemas aplicados por el gobierno mexicano al menos en la última década.
Con todo ello en el contexto externo, un grupo de generales retirados ha sido identificado como el autor de una estrategia que busca sembrar en medios de comunicación y otros interlocutores la necesidad de precipitar definiciones sobre quién debe ser el sucesor del General Salvador Cienfuegos. El alto mando saliente presenta el presidente electo cuatro aspirantes a la vista, en orden de su peso actual, se trata de los generales Gil Roble Arturo Granados; Emilio Zárate Landero, Felipe Gurrola Ramírez, y Alejandro Saavedra Hernández.
Las fuentes consultadas indicaron qué de ellos, más cercanas al General Cienfuegos son sin duda, los generales Granados (el más veterano), y Gurrola Ramírez uno de los más jóvenes.
Napoleón decía qué " los acontecimientos no deben gobernar a la política; sino la política a los acontecimientos", dejarse llevar precipitadamente por los acontecimientos es carecer de sistema político.
Me llamó la atención de forma particular qué Alfonso Durazo próximo secretario de SSP de AMLO, pidió que en materia de seguridad no se sigan repartiendo culpas, al considerar que la mayoría de los delitos corresponden al fuero común. " El 95% de los delitos que se cometen en el país son del fuero común, es decir, tienen que atenderlo la policía estatal o municipal pero a estas alturas no podemos estarnos echando la bolita de que es un asunto del fuero común, del fuero federal.
Durazo afirmó en entrevista para Grupo Fórmula, que los tres poderes y niveles de Gobierno deben asumir la responsabilidad en el combate a la inseguridad y no fijar una postura de no competencia. "Para el próximo gobierno, como para éste, sería muy fácil decir: no me toca".
Él también senador electo por Sonora, reiteró que la próxima estrategia de seguridad estará basada en atender los delitos que más lastiman a la población y consideró que el error en los planes anteriores es destinar la mayoría de los recursos en la persecución de objetivos prioritarios como los grandes capos, descuidando el fortalecimiento de las policías estatales y municipales.
Alfonso Durazo reiteró que la estrategia de seguridad del virtual presidente electo se basa en cinco ejes fundamentales: cambio de estrategia, desarrollo económico, Mando Único, recuperar la Secretaría de Seguridad Pública y la formación de una Guardia Nacional.
Me gusta, he argumentado y mucho, cambiar el discurso sobre la violencia que está en su peor momento de las últimas dos décadas. Desterrar la idea de la "guerra en contra del crimen" para empezar con una pacificación. No creo que será un mero asunto retórico. Implica una nueva visión del problema. Si seguimos haciendo lo mismo, continuaremos teniendo los mismos malos resultados. Hay que buscar y encontrar nuevas políticas públicas que efectivamente funcionen. En lugar que las policías se dediquen a perseguir el consumo de drogas, mejor que le den prioridad a los delitos qué más agravian a la sociedad: homicidio, secuestro y extorsión.
Otra señal buena es que el próximo Presidente tenga reuniones "todos los días con su gabinete de Seguridad y Justicia" para revisar avances, definir estrategias, tomar decisiones ejecutivas y coordinar y alinear esfuerzos. Todo esto está muy bien. Falta, sin embargo, la otra parte, quizá la más importante y aburrida. La solución pasa por construir instituciones dedicadas a proveer seguridad pública en toda la cadena: policías, fiscales, jueces y cárceles. Y ya sabemos que una política pública que no se refleja en una buena partida presupuestal es pura retórica.
A dos semanas y media AMLO parece presidente en funciones, y la arena pública ha sido completamente ocupada por él. Sus palabras y las de su equipo tienen un diferente valor, pesan distinto y provocan consecuencias múltiples. Por lo tanto, el lenguaje y el fraseo que utilizan tienen un significado diferente al que antes tenían. La democracia como forma de vida tiene como pilares fundamentales, dos principios, el de libertad y el de igualdad.
Hoy vivimos con mayor apertura. Aceptamos lo diverso, aprendimos a entenderlo y a incorporarlo para consolidar una mayor igualdad en la convivencia social. La lucha de las mujeres por lograr la igualdad se intensificó en el siglo XX. La última Reforma Política en México incorporó el concepto de paridad en la postulación a cargos de elección popular. Por primera vez contamos con un Congreso paritario. En el senado se tendrán 63 mujeres y 65 hombres. En la Cámara de Diputados serán 243 mujeres y 257 hombres. A nivel local también avanzó, a tal grado que hay mayoría de mujeres en algunos Congresos locales. Sin duda muchas enfrentan aún controles y carecen de una capacitación para asumir sus nuevas responsabilidades. No es de sorprender.
Y retomando el tema de la llamada " luna de miel" existen entre AMLO y el respeto de la clase política mexicana es producto de la necesidad de transitar de manera ordenada durante estos meses, en los que dos fuerzas políticas comparten un poder que requiere ser transferido de manera tal que uno no dañe al otro. Es por ello que incluso los distintos voceros de Morena hablan del segundo año de gobierno, cuando estén en posibilidades de manejar un presupuesto propio, ya sin las ataduras de la actual transición. La concentración del poder político en el presidente de la República, con el control total de Congreso, le va a permitir a AMLO recuperar el mando ante los gobernadores. Este fenómeno de centralización real de política y economía le pueden otorgar al Ejecutivo recursos adicionales a utilizar a costa de los gobernadores, quienes tendrán que buscar ingresos dentro de sus respectivas entidades para cubrir sus necesidades de gobierno. Hoy se habla de hasta 300 mmdp que se retirarán del control estatal para dejarlos en manos federales.
Será desde Hacienda donde se establecerán, en acuerdo con los estados, los proyectos en los que se invertirán la mayoría de los recursos. La mano, obviamente, la tendrá el Gobierno Federal. |
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