Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil
El idealista pragmático y el pragmático idealista son dos caras de la misma moneda. En un mundo que a menudo enfrenta el idealismo y el pragmatismo como polos opuestos, surgen figuras que desafían esta dicotomía. Ambos encarnan la fusión de dos fuerzas aparentemente contradictorias, pero su enfoque revela matices profundos sobre cómo navegar entre los sueños y la realidad.
El idealista pragmático sueña con los pies en la tierra. Es ante todo un visionario. Tiene claro sus principios y metas, justicia, sostenibilidad, equidad, pero reconoce que los ideales abstractos requieren estrategias concretas. Su fuerza radica en su capacidad para traducir utopías en ocasiones viables, sin perder de vista el horizonte ético.
Por lo regular, su visión tiene tres características: flexibilidad, acepta compromisos temporales sin traicionar sus valores. Resilencia, sabe que el cambio es gradual y trabaja con paciencia, estratégica innovación, combina creatividad y realismo como un arquitecto que diseña majestuosos edificios, pero calcula su resistencia.
El gran riesgo es que si el pragmatismo lo domina puede diluir sus ideales en la búsqueda de resultados inmediatos.
El pragmatismo idealista actúa con brújula moral, parte de lo tangible. Es un solucionador de problemas que prioriza la eficacia, pero guiado por un núcleo ético invisible. No persigue revoluciones, sino mejoras graduales que, en conjunto, reflejan un propósito mayor. Sus fortalezas son resultados con sentido, busca eficiencia, pero siempre alineada con un “para que” trascendente.
Diplomacia, entiende que, incluso, los adversarios pueden ser aliados circunstanciales. Humildad, reconoce que los sistemas se transforman desde dentro, no solo con discursos.
El riesgo en el que se puede caer es que, si el idealismo se desdibuja, puede caer en un utilitarismo frío, donde el fin justifica cualquier medio.
Individualmente, existe un diálogo entre ambas visiones. Su frontera es difusa, pero su diferencia clave es el punto de partida. El idealista pragmático empieza con el “debe ser” y luego busca cómo alcanzarlo.
El pragmático idealista empieza con el “qué hay” y luego pregunta: ¿Cómo mejorarlo sin perder el rumbo?
Ambos, sin embargo, comparten una convicción, los ideales sin acción son ingenuos, la acción sin ideales es vacía.
Juntos, representan la síntesis que propuso Antonio Gramsci “Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad”.
En otro orden de ideas de entre los mitos griegos más célebres el de la Casandra descuella por la crueldad de su destino. Aunque a primera vista no lo parezca, el suyo bien pudiera ser el peor de los castigos impuestos por los dioses griegos, porque su persistencia involucró la emoción más desesperante que puede padecer el ser humano: la impaciencia. Como es sabido, Apolo quedó prendado de la belleza de Casandra, así que a cambio de sus favores, el Dios ofreció otorgarle el don de la profecía. Tras aceptar el poder de la clarividencia, la princesa (era hija de los reyes de Troya o Ilión de ahí que el poema de Homero se llama la Ilíada) se pensó dos veces eso de entregarle su virginidad al dios del Sol y finalmente se retractó.
Como es sabido, los mitos suelen estar fundamentados en la realidad y, en ese sentido, el filósofo francés Gastón Bachelard pensaba que este mito se basaba en características proverbialmente feministas, como la intuición y la perspicacia.
En otras palabras, quizá para presagiar el futuro no sea indispensable el concurso de un Dios. Por ejemplo, no sería descabellado creer que una moderna Casandra nos advertiría de alguna inminente acción militar en nuestro territorio por parte de nuestros vecinos del Norte.
Muy probablemente, nosotros también desestimaríamos sus advertencias, pero lo que es claro es que no requeriría de ningún poder sobrenatural para fundamentar sus augurios. Seguramente, la pitonisa basaría sus conjeturas en que recientemente se confirmó la presencia de tres navíos del ejército de Estados Unidos cerca de las costas de Ensenada. Tal vez todo lo anterior no generaría suspicacias si el Secretario de Defensa de Estados Unidos no hubiera amenazado con que Washington podría tomar medidas unilaterales, incluida una posible acción militar, contra los carteles de las drogas.
Han sido semanas turbulentas. La incertidumbre económica permanece amplificada por redes sociales cargadas de mentiras y medias verdades. Navegamos a la deriva por océanos de desinformación que desembocan en grandes cajas de eco y resonancia.
El crecimiento del mundo digital se da a pasos agigantados.
El uso de redes y de inteligencia artificial demanda a sus usuarios navegar con una “brújula ética” para no reproducir los prejuicios y la discriminación, para no fomentar la polarización, exacerbar el fanatismo y sembrar más violencia digital, acciones repudiables que ponen en riesgo los derechos humanos y las libertades de la gente.
Las plataformas digitales y la IA no deben convertirse en espacios de canibalismo digital. Su uso sin regulaciones, sin principios y sin ética, desinformar y generar condiciones de caos, violencia y desorden.
La difusión y viralización de noticias falsas, de convivencia pacífica de las sociedades, volviéndolas virulentas y mordaces.
Si ya no podemos distinguir entre la ficción de la realidad y discernir entre la falsedad y la verdad, los cimientos de nuestras sociedades se desmoronan: la democracia, el diálogo y el debate, esenciales para abordar los grandes retos contemporáneos, se vuelven irrealizables.
La educación digital es una herramienta fundamental para preservar la integridad de la información y mejorar el debate público, potenciando las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y reduciendo los riesgos de su mal uso en la esfera democrática.
Cambiando de tema, si bien el avance de la escolaridad y la creación de conocimientos a lo largo de la historia del capitalismo son innegables, el crecimiento y desarrollo de los sistemas escolares está cargado de injusticias que agravan las desproporciones entre las clases sociales. Estados nacionales y organismos intergubernamentales usan el conocimiento para fortalecer las relaciones sociales del capitalismo y agrandar el poder de los poderosos. Aunque siempre hablan de despolitizar la educación. “Los profesores y los alumnos no están hechos para hacer política, pues el conocimiento es poder”. Y ese es de ellos.
Palabras de Susan Robertson en su discurso como presidenta de la Comparative and International Education Society. En su agenda desglosó la inmoralidad del capitalismo y el papel que representan la educación, los docentes y los estudiantes en la objeción a la injusticia. “En muchos casos, la educación se considera un medio clave para crear un movimiento y permitir que la protesta contra la inequidad aprenda”. Marx podría haber utilizado las asociaciones de trabajadores como medio para hacerlo. La protesta actual tiene un propósito similar: crear conocimiento, compartirlo y elaborar estrategias, con el fin de exigir el cambio social. Usó otro ejemplo: la lucha no violenta que encabezó Gandhi para liberar India del colonialismo británico.
Su mensaje de aliento y esperanza, que en cierta forma contradice las convicciones de quienes abogan por la reforma de la educación, pues busca perfeccionar la hegemonía de las clases dominantes.
Para ella, los movimientos en contra del poder, las inequidades, la explotación de los recursos naturales, fomentaron el surgimiento de alternativas al conocimiento oficial que se reproducen en los sistemas escolares del mundo.
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