Como se sabe la propagación de noticias falsas ha vuelto a poner en duda la posibilidad de contar con procesos electorales realmente democráticos, en los que las personas participen, deliberen y decidan con base en información.
Los mexicanos estamos inundados por las campañas y las expectativas del día de las elecciones. Que si la encuesta tal o cuál dice tal cosa, que si el sondeo fulano o zutano señala otra, que si las mediciones son confiables o no, si están cuchareadas, si la bruja perengana, el hada madrina o el espíritu del pulpo adivino ya sabe quién va a ganar. Lejos quedó el optimismo qué surgió con la primavera árabe que veía en las redes sociales una herramienta para potenciar la acción social y servir como mecanismo de defensa para la movilización.Vemos que las plataformas mismas tienen agendas propias, no siempre compactibles con el derecho a la privacidad o la información.
He dicho y repito, la sobrecarga continúa, ya sea de spots, entrevistas o de mensajes y de comunicaciones fake. Hasta aquellas qué son verídicas se vuelven cuestionables por el uso interpretaciones qué se les da. El análisis más común, planteado desde el derecho a la información, se ha centrado en mostrar que el gasto discrecional de los gobiernos en publicidad oficial termina por generar censura y dañar la libertad de expresión. Los sitios de noticias que dependen de la publicidad oficial para costear su operación cotidiana terminan por callar cuando saben que decir algo puede traducirse en la pérdida del recurso público.
Las críticas a la reciente Ley General de Comunicación Social apuntan en este sentido. La Ley permite amplia discrecionalidad y la falta de transparencia del gasto gubernamental en publicidad oficial. La autonomía del cuarto poder, y con ello la fuente información que permite a la ciudadanía, vigilar a sus gobernantes, está en disputa.
Otras formas de controlar qué información llega a la ciudadanía, como la manipulación de tendencias en redes, han sido menos estudiadas. Hoy sabemos que algunos hashtags, normalmente escandalosos u ofensivos aparecen repentinamente en Twitter cuando alguna nota incómoda para gobiernos comienza a atraer demasiada atención. El contenido que recibimos los ciudadanos está trastocado. Tenemos además las reacciones humanas frente a distintos tipos de noticias. Un estudio reciente muestra, que las noticias falsas se comparten más que las verdaderas.
Las que generan asco, miedo o sorpresa se comparten más; aquellas que generan tristeza o felicidad se comparten menos. Esto ha sido explotado para posicionar ciertas agendas políticas. El discurso del odio y del miedo se replica con mayor velocidad y termina siendo más visible que el discurso de conciliación y consenso. Los retos que tenemos como ciudadanos en los procesos electorales son impredecibles y enormes.
Partidos, candidatos y voceros abonan a este clima de escepticismo y desconfianza que aleja a la ciudadanía cada vez más de los procesos electorales. Con frecuencia alarmante escuchamos afirmaciones ofensivas y agresivas, calumnias descaradas o mentiras encubiertas, y cada quien a su modo le añade un poco de su cosecha. A fuerza de tanta mentira y agresión la gente va dejando de creer en los políticos y los partidos. Al salpicar parejo con el lodo de las denuncias de fraude y maquinaciones, de medios vendidos o subordinados, lo hemos desvirtuado todo. Enfrentamos otro riesgo de enormes dimensiones: la polarización y la división social. La carga de maniqueísmo acumulada nos lleva a ya no solo denostar a partidos o candidatos, sino también a sus simpatizantes. Lo vemos muy marcadamente en redes sociales. Hoy un signo de esta incomunicación y la principal amenaza para la democracia mexicana es que, al momento de depositar su voto, el ciudadano no esté debidamente informado de lo que implica. Cómo lo describe Jesús Reyes Heroles el derecho a un voto informado es la base de los comicios auténticos.
Puede haber un voto legítimo a partir de un electorado desinformado?
Las demandas ciudadanas del proceso electoral del 2018 se están decantando en torno a dos ejes temáticos: seguridad y combate a la corrupción. Ambos temas están y estarán presentes de manera constante en los discursos, debates e intercambios que realicen los candidatos y las coaliciones que encabezan. Ante este escenario, inminente surge la pregunta: Cómo hacer para que las Tecnologías de la Información y la Comunicación sean un elemento central en la agenda de los candidatos?
Se debe destacar la importancia de las plataformas digitales en el ejercicio de la transparencia, la libertad de expresión y el derecho a la información, incluso la necesidad de desplegar y hacer frente al déficit de infraestructura de telecomunicaciones. Sin embargo, las plataformas electorales de las 3 coaliciones que contienden en este proceso tienen una apariencia más analógica, es decir, no se atiende de manera contundente la demanda digital social.
Todos por México (PRI-PVEM-PANAL) concentra su plataforma en aspectos de e-educación y desarrollo de habilidades digitales, mientras que Juntos Haremos Historia ( Morena-PES-PT), en propuestas de desarrollo de la Industria.
Asimismo, por México al frente (PAN-PRD-MC) pone mayor énfasis en aspectos de e-gobierno y transparencia. Señores candidatos: porque están evitando pronunciarse a favor de un aspecto toral y hoy evasivo para el desarrollo de estos mercados? Ante la ausencia a la fecha de estos elementos, los candidatos aún lucen analógicos al igual que las plataformas que los respaldan. No se puede seguir ignorando esta realidad.
Economía, procuración de justicia, equidad de género, política social, participación ciudadana en la toma de decisiones, reestructuración de la estrategia de combate al crimen organizado, rediseñar el Sistema Nacional de Seguridad Pública a través de una nueva instancia de seguridad ciudadana, establecer un salario mínimo suficiente, rescate al campo, atender crisis energética, trabajo y escuela a jóvenes, aumentar pensión a los adultos mayores, educación gratuita en todos los niveles, salud, disminuir el ISR de 35 a 27 por ciento, IVA de 16 a 10 por ciento, fortalecimiento de la Policía Federal, fortalecer el estado de Derecho, reducir gastos superfluos de gobierno, eliminar el financiamiento a partidos, el gasto
de gobierno en publicidad, simplificar los trámites para abrir nuevos negocios, construir al menos 100 universidades de excelencia con vocacion tecnológica, unificar los sistemas de salud, organizar una amplia red de defensa de los migrantes para hacer valer sus derechos, diversificar las exportaciones, destinar mayores recursos para el desempeño de las embajadas y consulados de México en el exterior e incrementar la asignación presupuestal destinada a la protección consular, generar acciones para regularizar los Dreamers; son algunos de los rubros en el que los presidenciables han realizado planteamientos, algunos con mayor detalle, de acuerdo con la información disponible en sus plataformas.
Y lo escuchamos en el debate, en los tiempos más recientes poco son los políticos mexicanos qué ha sabido usar del verbo con elegancia y floritura. Vamos al menos con inteligencia.
La sintaxis no es lo tuyo. Vamos, con reciente frecuencia ni siquiera la prosodia. Se asume que el diccionario de la Real Academia Española tiene 70,000 vocablos. Desde luego que no todos los que hablamos y escribimos castellano conocemos y usamos la arsenal qué nos proporciona nuestra lengua. |
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