Con solidaridad y respeto a Miguel Ángel Yunes Linares, Héctor Yunes Landa, José Francisco Yunes Zorrilla
Quiero comenzar este texto, queridos lectores, sentando algo que a mí me parece evidente; tiene razón Vargas Llosa “Quienes se empeñan en que la literatura se vuelva inofensiva, trabajan para volver la vida invivible, un territorio donde, según Bataille, los demonios terminarán exterminando a los ángeles”. Que tiempos extraños vivimos. La censura en las redes, desde luego, va de la mano con otras protéicas formas de vigilar y castigar cada vez más vastas zonas de expresión. Pero el mundo cambió con las redes sociales. Ahora cada quien puede creerse informado al suscribirse a su misma corriente de opinión. Para qué molestarse con la discrepancia, para qué acudir al periodismo profesional si se puede escuchar lo que agrada sin pasar por la incómoda confrontación. Cada quién desde su pequeña pantalla puede caminar por el mundo con su “verdad” en imagen y sonido, así sea una falsedad. La mercadotecnia hizo de nosotros, de nuestros intereses, la gran mercancía. El quid pro quo es sencillo, pertenecemos a un algoritmo y a nuestro bolsillo llega lo que se decide, nos interesa o agrada, más lo segundo que lo primero. La hipótesis e la confrontación informativa universal se desmoronó. La activación de las minorías a través de los nuevos clubes digitales condujo en meses a una nueva sociedad del autoengaño complaciente. Mayorías triunfantes frente a minorías son hoy una simpleza inoperante y, con ella, las democracias tradicionales. Los ojos del mundo metidos en todos los rincones. La crisis es evidente.
No exageré diciendo que un proceso electoral debe ser una fiesta, pero sí creo que debería tener mucho de didáctico y lo único que están enseñando los participantes es como destruir una democracia. Cuando la acaban de hacer jirones, a ver quién la zurce.
Algo que a mi parece evidente es el ambiente de tensión, desorientación y angustia por las perspectivas de la elección del 1 de julio ha llegado a niveles sin precedente. La crispación es muy elevada y producto de una sucesión que parece interminable, de errores de todos los actores políticos.
Un creciente escepticismo frente a partidos e instituciones tradicionales; una gran desconfianza en los medios de comunicación “formales” (por llamarles de alguna manera) y una aún mayor en las redes sociales; una sensación de desamparo frente al diluvio de mentiras completas y verdades a medias; y muchas ideas acerca de cómo alejarnos en estos tiempos de campañas electorales, de las múltiples trampas del discurso y la propaganda política. Lo que enfrentamos en México no es exclusivo, sino muy sintomático de una modernidad en la que las fuentes de información y las vías para transmitirla se multiplican cuánticamente mientras que nuestra capacidad para seleccionar, interpretar y digerir se mantiene más o menos estática.
No hemos encontrado aún el tamiz con el cual filtrar el verdadero diluvio de noticias, opiniones, promociones, propaganda y anti propaganda que nos topamos todos los días y a todas horas.
Las redes sociales rompieron con algunos de los viejos oligopolios de la información, pero no por ello la mejoraron. Por el contrario, un poco como cuando se desregula imprudentemente un sector de la economía, nos topamos hoy con que a los viejos barones de los medios se han sumado no solo ciudadanos y ONGs, sino también un muy nutrido grupo de bandoleros, vándalos, malandros armados con herramientas tecnológicas fuera del alcance del usuario común y corriente de redes. A eso se suma la vulnerabilidad de cualquier usuario de redes ante el hostigamiento, el acoso y el bullying cibernético.
La “noticias falsas” no son creación de las redes sociales. Ni twitter, ni Facebook inventaron los “Fake News”, sólo nos lo pusieron al alcance de la mano, o enfrente de la nariz, para ser más correctos.
Es un falso dilema el de periodista/activista o el de opinador con causa. Se vale ser simpatizante, militante, partidario u opositor, pero en el caso del reportero eso nunca debe influir en su cobertura, y en el del opinador necesariamente debe ser transparente. Hay que cuidar el lenguaje, las palabras. No extrapolar, no sobredimensionar, no usar adjetivos históricamente erróneos. Todos se quejan de los excesos de la libertad de expresión, de los defectos de la democracia. Dejen de quejarse, recuerden que las alternativas son mucho peores. Yo les digo que siempre, siempre serán preferibles los excesos de la libertad a los límites del autoritarismo. Con todos nuestros enormes rezagos y desafíos, México tiene en su vocación democrática, en su sociedad participativa, en su valoración del debate, de las palabras, como primerísimas armas de la sociedad y la política.
Es el inicio de una primavera caliente en México, será distinta porque lo es el país, con una campaña electoral que definirá en mucho más de los que algunos creen el futuro del país.
Pero sobre todo, porque existen demasiados factores que están y estarán fuera de control.
Un ejemplo, es la empresa británica Cambridge Analityca, no hay datos concretos sobre hasta dónde ha llegado en México, pero el hecho es que la capacidad para la protección de los datos personales es mucho menor en nuestro país que en naciones como en Gran Bretaña o Estados Unidos y la dependencia que tenemos de la información en las redes sociales es cada vez más alta. No terminamos de comprender que las redes son grandes instrumentos de comunicación, pero que la calidad de la información que se difunde en ellas es muy baja, cuando no es lisa y llanamente falsa. El INE y el Facebook establecieron algunos acuerdos para evitar la proliferación de fake news, noticias falsas, en el proceso electoral, pero no se percibe control alguno al respecto. Algunos políticos, sobre todo López Obrador, quizá porque podría ser uno de los beneficiados de esa intervención, lo han tomado a broma, con lo del submarino ruso que le llevaría el oro de Moscú o el lopezobradovich, pero lo cierto es que ya existen fuertes indicios sobre la misma. No estamos hablando de posibilidades teóricas, sino de intentos de intervención reales que no parece que estuviéramos en condiciones de contener. La cantidad de información falsa en cualquier sentido que ya circula en las redes sobre las elecciones es enorme y hay de todo: desde entrevistas manipuladas hasta videos con información lisa y llanamente inventada.
El caso del video de La niña bien es sólo un ejemplo de ello. El candidato de la coalición Todos por México, criticó el video viralizado en redes sociales conocido como “La niña bien”. Afirmó es un spot que abusa y utiliza expresiones religiosas que ofenden la sensibilidad de quienes comparten los valores religiosos y me parece que en la contienda deberíamos cuidar esos límites.
La palabra continuidad tiene un mal nombre en esta temporada electoral. Ganar o perder es una condición inherente en cualquier sistema democrático. El problema para México es que un cambio de sexenio generalmente significa dar concluida una etapa de la historia y comenzar otra.
El mito de la rivalidad entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl llevado al gobierno.
La diferencia entre entonces y ahora es que los mexicanos compartían en términos generales, una visión de país. México tenía un lugar en el mundo, hoy es muy difícil definir que es México. No me malentienda: la diversidad es importante para la democracia, pero una nación también necesita acuerdos fundamentales.
Creo que en México no hemos sido capaces de encontrar unos que se ajusten a estos tiempos. Por eso, la contienda electoral es un ganar todo para unos y un perder todo para los demás.
Los mexicanos debemos construir consensos. |
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