Carlos A. Luna Escudero
Somos México no nació en oficinas ni en reuniones entre élites políticas: nació en plazas, en calles, en avenidas repletas de ciudadanos que se descubrieron a sí mismos como actores imprescindibles en la defensa democrática.
Ahí, entre pancartas y voces múltiples, surgió el germen de un movimiento que hoy intenta convertirse en partido político nacional. Y esa diferencia de origen no es menor: mientras los partidos tradicionales surgieron de pactos cupulares, Somos México surge de la convicción de que la ciudadanía debe recuperar su lugar en la toma de decisiones.
A diferencia de otras organizaciones que intentaron institucionalizarse sin éxito, Somos México no parte del cálculo frío ni del oportunismo electoral, sino de una experiencia real de movilización masiva que cambió la manera de entender la participación política en México.
La Marea Rosa fue el punto de quiebre, el momento en que miles se dieron cuenta de que podían marcar el rumbo del país. Somos México es, precisamente, la continuidad organizada de ese despertar cívico.
Este proyecto nace con un diagnóstico claro: los partidos tradicionales ya no representan a amplios sectores de la sociedad, y Morena, con su maquinaria centralizada, ha degradado la democracia y debilitado las instituciones.
En ese vacío, Somos México representa una alternativa fresca y profundamente necesaria: una propuesta que no busca imponer una ideología, sino reconstruir la relación entre ciudadanía y política. Su narrativa inicial no es retórica: surge del hartazgo frente a la polarización, de la necesidad de defender derechos y libertades, y de la convicción de que las instituciones democráticas deben fortalecerse.
Lo más valioso de este proyecto es que no pretende ser un reciclaje de la vieja oposición. Aunque cuenta con figuras experimentadas, su base, su energía y su músculo nacen de ciudadanos organizados. Esa combinación entre experiencia y participación colectiva permite un equilibrio que casi ningún otro partido en gestación ha logrado.
Somos México ha conseguido construir una identidad clara: es un movimiento que cree en las instituciones, en la transparencia, en la rendición de cuentas y en la dignidad ciudadana. En un país devastado por la corrupción, la improvisación y la violencia, estas ideas representan una bocanada de aire fresco.
La aspiración de convertirse en partido no es un capricho ni una búsqueda de puestos, en estatutos se establece que sus dirigentes no podrán ser candidatos a puestos de elección popular, que las candidaturas serán decididas en votación abierta por la ciudadanía y que los jóvenes tendrán las puertas abiertas para ello.
Es una respuesta lógica ante la evidencia de que la protesta, por sí sola, no basta. Para influir en decisiones públicas, para defender instituciones desde adentro y para proponer políticas reales, es necesario transformar la fuerza ciudadana en fuerza política.
Mientras otros movimientos se diluyen al primer obstáculo, Somos México ha mantenido un compromiso constante con la organización, con la afiliación responsable y con el fortalecimiento de estructuras democráticas internas. No está construido alrededor de un líder carismático que concentra poder; su apuesta es la horizontalidad, el consenso y la toma de decisiones colectivas.
El proceso hacia el registro ante el INE ha sido una prueba de fuego que pocos movimientos ciudadanos superan. Reunir cientos de miles de afiliaciones y organizar asambleas distritales, mínimo 200, no es tarea menor, especialmente en un país donde, aunque el gobierno pone obstáculos para impedir una fuerza de oposición, Somos México ha avanzado sin recurrir a prácticas clientelares, sin acarreo y sin utilizar recursos públicos. Cada afiliación representa un acto voluntario, consciente y profundamente político.
La presencia pública del movimiento se ha mantenido activa: sus integrantes participan en redes, foros, reuniones comunitarias y espacios de debate donde se discute con seriedad el rumbo del país.
La diversidad interna —de edades, profesiones, regiones y visiones— se ha convertido en una riqueza que fortalece el proyecto. El respaldo de figuras con trayectoria democrática aporta madurez sin restarle frescura, y la visión integral de país que están construyendo se aleja de las ocurrencias y se sostiene en diagnósticos serios sobre seguridad, Estado, desarrollo y justicia.
En un entorno dominado por el clientelismo, Somos México apuesta por una militancia consciente. Esa lógica también se refleja en su expansión territorial: en lugar de comprar voluntades, busca tejer vínculos auténticos con comunidades locales. Transparencia interna, deliberación abierta y rendición de cuentas hacia su propia militancia marcan una diferencia clara frente a la opacidad que impera en casi todo el sistema de partidos.
Todo ello ha atraído a ciudadanos que antes se mantenían al margen de la política por desencanto, y que hoy encuentran aquí un espacio donde la coherencia pesa más que la propaganda.
La conexión emocional con la ciudadanía sigue viva. Somos México no ha perdido su origen: la defensa de la democracia y de las instituciones. Pero ha sabido evolucionar hacia una propuesta política real sin traicionar ese espíritu inicial.
En un país polarizado, mantiene un discurso que busca unir, no dividir; construir, no destruir; apostar por la razón, no por el enojo. En términos identitarios, ha logrado algo que pocos partidos emergentes consiguen: un sello propio. No es la copia de nadie ni el refugio de un liderazgo cansado; es una expresión ciudadana organizada que busca transformar la política desde la base.
La desconfianza hacia los partidos tradicionales abrió un vacío enorme que podía llenarse con populismo o con apatía. Somos México ofrece una tercera vía: participación, formación cívica y responsabilidad.
Al no depender de recursos públicos, se ha visto obligado a innovar, a usar tecnología, a maximizar recursos y a construir redes ciudadanas auténticas. Su propuesta de que la ciudadanía debe ocupar espacios de decisión no es un slogan: es una convicción, un puente entre la sociedad y el poder para reconstruir la confianza perdida.
Somos México no será un partido más: será la posibilidad de reconstruir la política desde la raíz, desde la ciudadanía, desde la inteligencia colectiva. Su mayor fortaleza no es un líder carismático ni una maquinaria millonaria, sino algo mucho más valioso: ciudadanos comprometidos que creen en el país.
El proyecto representa una oportunidad histórica para demostrar que la política no tiene por qué estar secuestrada por grupos de poder ni por caudillos, que la ciudadanía organizada puede convertirse en un actor decisivo capaz de transformar instituciones y gobiernos desde la ética y la responsabilidad.
Somos México ya cambió el debate nacional al introducir la idea de que un partido no necesita depender del dinero público para construirse, que puede basarse en voluntariado, organizarse con transparencia y colocar a la ciudadanía en el centro de las decisiones. La posibilidad de obtener el registro nacional no es solo un trámite: es la puerta para consolidar una nueva manera de hacer política, nacida de la movilización y no del clientelismo, del compromiso ético y no de la ambición personal.
Si logra convertirse en partido, Somos México podría ser un contrapeso democrático de enorme relevancia en los próximos años. Pero incluso su contribución ya es profunda: ha fortalecido la cultura cívica, ha formado ciudadanos críticos y ha demostrado que es posible organizarse sin recurrir a los vicios del sistema. El reto hacia adelante será mantener su esencia mientras crece: fortalecer estructuras sin perder espíritu ciudadano, consolidarse sin burocratizarse.
En un país donde el desencanto con la política es enorme, Somos México recupera algo que parecía perdido: la esperanza en la participación ciudadana. No una esperanza ingenua, sino una esperanza activa, responsable, informada y comprometida.
Este proyecto es una invitación a creer que México puede gobernarse con ética, inteligencia y participación; que la ciudadanía puede incidir y transformarse; que las instituciones pueden fortalecerse desde la sociedad y no a pesar de ella.
Somos México es, en esencia, una propuesta excepcional: un movimiento que nació de la defensa del país y que ahora quiere construirlo. Un espacio donde la ciudadanía es protagonista y donde la política vuelve a ser un acto de responsabilidad moral.
Su futuro aún está escribiéndose, pero hoy ya representa algo invaluable: la posibilidad real de que la próxima gran transformación democrática de México no venga del poder, sino de la gente.
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