Veracruz ha visto pasar todos los colores: el tricolor del PRI que simbolizó décadas de corrupción, el azul del PAN que se desdibujó entre contradicciones morales, el amarillo del PRD que murió de sus propias guerras internas y el guinda de Morena que se desgasta en su propio poder. Hoy, el estado se tiñe de naranja en varios municipios. Movimiento Ciudadano presume su ascenso, pero su expansión, aunque significativa, es más frágil de lo que aparenta.
El partido fundado por Dante Delgado se convirtió en la segunda fuerza política de Veracruz en las elecciones de 2025, con más de 600 mil votos y alrededor de 40 alcaldías. Una cifra que parece el inicio de una nueva etapa política, pero que también revela un fenómeno cargado de contradicciones.
MC no ganó por ideología ni por convicción ciudadana, sino por la necesidad de muchos veracruzanos de castigar al sistema. Fue un voto de hartazgo, no de confianza. Y cuando un partido confunde el enojo con respaldo, empieza a caminar sobre un terreno peligroso.
El discurso del “movimiento ciudadano” ha servido como envoltorio de viejas prácticas con rostro joven.
En muchos municipios, los candidatos naranjas no representaron una renovación real, sino una reconfiguración de los mismos actores que antes sirvieron a otros colores.
Movimiento Ciudadano se muestra como el partido de las nuevas generaciones, pero dentro de sus estructuras conviven los mismos vicios del pasado: caciquismo local, imposiciones desde arriba y falta de democracia interna. La novedad es superficial; el fondo sigue oliendo a viejo.
Aun así, MC tiene algo que los demás ya perdieron: la expectativa de cambio. Su reto es no desperdiciarla. Veracruz, un estado golpeado por la corrupción, la violencia y el abandono, necesita más que discursos; necesita resultados.
Pero para llegar a eso, MC primero debe corregir sus errores, sobre todo en municipios donde su comportamiento electoral dejó heridas abiertas, como en Poza Rica y Papantla. Allí se mostró lo mejor y lo peor del partido: su fuerza emergente y su inmadurez política.
Y a nivel nacional, el liderazgo de Jorge Álvarez Máynez, lejos de fortalecer al partido, ha contribuido a su dispersión. Un movimiento que aspira a construir ciudadanía no puede depender de un liderazgo débil y con poca credibilidad social..
Movimiento Ciudadano tiene la oportunidad de crecer y consolidarse, pero si insiste en sus errores, terminará siendo una marca más en la larga lista de partidos que prometieron cambiar el sistema y acabaron repitiéndolo.
El ascenso de Movimiento Ciudadano en Veracruz fue sorpresivo: pasó de ser un actor secundario a convertirse en la segunda fuerza electoral. Sin embargo, detrás de los números se esconde una realidad mucho más compleja. Los votos no siempre se traducen en estructuras sólidas, y los triunfos municipales pueden ser espejismos si no se acompañan de gobernabilidad y transparencia.
El caso de Poza Rica fue emblemático. El candidato de MC, fue declarado ganador en las urnas, generando una ola de entusiasmo entre sus simpatizantes. Pero el júbilo duró poco. El Tribunal Electoral de Veracruz mediante chapucerías anuló más de 3,000 votos del partido naranja y validó votos adicionales a favor de Morena, otorgando finalmente el triunfo a la candidata de la coalición Morena-PVEM.
Sin embargo, más allá del discurso de víctima, el episodio dejó al descubierto las carencias operativas del partido: falta de representación electoral, debilidad jurídica y una estructura incapaz de defender el voto con solidez.
En Poza Rica, MC perdió más por inexperiencia que por fraude. No supo cuidar sus casillas, no preparó una defensa legal eficaz y confió en la ola de simpatía en lugar de construir una estrategia política. Ese error le costó una alcaldía clave y dañó su credibilidad como alternativa real de gobierno.
En Papantla, la historia fue similar. La contienda fue cerrada y el cómputo municipal se convirtió en uno de los más tensos del estado. MC y Morena-PVEM se disputaron la victoria voto por voto, en un proceso prolongado y lleno de sospechas. Ambos partidos se declararon ganadores, mientras el ambiente político se enrarecía entre acusaciones mutuas.
La gobernadora Rocío Nahle incluso acusó públicamente a MC de haber postulado candidatos con presuntos vínculos delictivos en municipios como Poza Rica y Papantla, lo que encendió aún más la polémica. Aunque las acusaciones no se sustentaron con pruebas claras, el daño político fue evidente: la narrativa oficial colocó a MC en una posición defensiva.
En lugar de responder con transparencia, el partido optó por victimizarse, reforzando su discurso de persecución sin ofrecer claridad sobre sus procesos de selección de candidatos. En política, la narrativa de la víctima funciona una vez; después se vuelve pretexto.
Estas derrotas dejaron en evidencia una constante: MC crece electoralmente, pero no políticamente. Sus estructuras locales son débiles, sus cuadros carecen de formación administrativa y su discurso se desgasta rápido cuando enfrenta la realidad del gobierno municipal.
En varios municipios donde MC ganó, la ciudadanía ya percibe improvisación, falta de experiencia y un exceso de protagonismo. Prometieron gobiernos ciudadanos y terminaron con administraciones improvisadas, que repiten los errores del pasado.
La estrategia comunicacional del partido, enfocada en la juventud y el marketing digital, ha sido efectiva para atraer atención, pero insuficiente para generar resultados. La política no se hace con hashtags, sino con gobernanza.
El liderazgo de Dante Delgado, recién salido de una seria enfermedad, sigue siendo determinante, pero también debe impulsar la renovación interna. Su sombra es larga y su control fuerte. Mientras él siga moviendo los hilos como siempre, con su estilo vertical, MC difícilmente podrá romper con el pasado y construir una verdadera estructura ciudadana.
Y Jorge Álvarez Máynez, no ha logrado consolidarse como líder nacional. Su discurso joven y desafiante pierde fuerza cuando se contrasta con la falta de resultados, tanto en el Congreso como en las elecciones locales.
Máynez no es el rostro que Movimiento Ciudadano necesita para encabezar el futuro. Su presencia no basta para llenar el vacío de liderazgo real, su desconexión con los estados es evidente, y su estilo populista, aunque disfrazado de modernidad, repite el centralismo que tanto critica.
MC tiene ideas interesantes: promover la rendición de cuentas, impulsar la participación ciudadana, fortalecer la protección civil. Pero esas ideas se diluyen entre pleitos internos, errores estratégicos y la ausencia de una dirección política clara.
En Veracruz, donde la historia política es dura y la memoria del pueblo larga, los errores se pagan caro. Poza Rica y Papantla no son anécdotas: son advertencias. Muestran que el partido todavía no está listo para gobernar sin caer en los vicios del sistema que dice combatir.
Movimiento Ciudadano está en una etapa crucial. Ha demostrado que puede crecer, pero aún no que puede gobernar.
En Veracruz, su expansión fue una mezcla de oportunidad y accidente: llegó al segundo lugar porque los demás se cayeron, no porque haya convencido plenamente al electorado.
El partido tiene que decidir qué quiere ser: una franquicia electoral al servicio de liderazgos personales o una fuerza auténticamente ciudadana. De esa decisión dependerá su futuro.
Las derrotas en tribunales electorales deben asumirse con autocrítica. No fueron robos, fueron errores. Si MC no lo entiende, seguirá repitiéndolos. Si los asume con humildad y corrige, podría transformar el tropiezo en una oportunidad de madurez política.
La figura de Dante Delgado es valiosa, pero debe dar paso a una nueva generación con visión de Estado. Y Máynez, debería ceder el liderazgo a perfiles con más experiencia y conexión social. Su actividad digital no basta para liderar un movimiento que se dice ciudadano.
Veracruz, y el país entero, necesitan partidos que gobiernen con ética, no con hashtags. Si MC se dedica solo a cuidar su imagen, su luz se apagará tan rápido como brilló.
De cara al 2027 y 2030, el partido tiene una posibilidad real de competir, pero solo si entiende una cosa: no podrá hacerlo solo.
Si de verdad quiere ser alternativa, deberá aliarse con la sociedad civil, con organizaciones independientes, con ciudadanos sin partido que le den sustento moral y legitimidad política.
Esa alianza no puede ser un pacto electoral; debe ser un compromiso con la ética pública y la transparencia. Sin ella, MC será otro partido más que quiso cambiar el país desde Twitter.
Veracruz ya les dio una oportunidad. Ahora depende de ellos no desperdiciarla. Movimiento Ciudadano todavía puede ser la diferencia, pero solo si escucha al ciudadano, se limpia por dentro y se abre a lo que dice representar: la gente.
Porque en política, las victorias importan poco si no se traducen en dignidad, resultados y confianza. Y eso, más que los votos, será lo que defina el destino del movimiento naranja en Veracruz y en México.
|
|