La disciplina que guardan, tradicionalmente, los aspirantes presidenciales del partido en el poder se llega a romper cuando uno de ellos es designado o designada candidato presidencial.
Es entonces cuando ya no se guardan las formas y se llegan a desatar pasiones y hasta se revelan algunos secretos que fueron celosamente guardados.
Desde que se instalaron los períodos presidenciales como sexenales, se han producido una serie de rompimientos dando surgimiento a la disputa en las urnas.
Instalada apenas la sucesión como la conocemos ahora, el primer rompimiento sucedió cuando el general Juan Andreu Almazán se dio cuenta que Lázaro Cárdenas no lo consideraba dentro de la sucesión, la que dividía entre los general Francisco J. Mújica y Manuel Ávila Camacho, decantándose por el segundo. Almazán encabezó a la oposición.
Seis años después, el elegido por el Presidente Ávila Camacho fue Miguel Alemán, causando la molestia de Ezequiel Padilla, titular de Relaciones Exteriores, quien renunció y se presentó como candidato contra el veracruzano.
En 1952, los generales revolucionarios se apersonaron con Miguel Enríquez Guzmán, quien renunció al PRI y se presentó como candidato de la naciente Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, para tratar de impedir, sin resultados, que Adolfo Ruiz Cortines ganara la presidencia de México.
De 1958 a 1982 dominó el PRI en los comicios presidenciales, sin que en ese tiempo se produjeran rompimientos en el partido mayoritario, hasta que en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas vislumbró que no lograría ser incluido entre los presidenciales y formó con un grupo de priistas un movimiento conocido como Corriente Democrática que lo avaló junto con varios partidos de oposición en una candidatura presidencial que no logró el propósito de destronar al PRI.
Seis años más tarde (94) el candidato priista Luis Donaldo Colosio fue asesinado y su adversario interno, Manuel Camacho Solís no llegó al rompimiento con el partido, aunque sí dejó en claro su molestia por no ser el candidato del PRI.
En los comicios del año 2000, la candidatura de Francisco Labastida generó molestia y provocó que algunos priistas que se mantuvieron dentro del partido operaran en contra del nominado por el tricolor, que finalmente desplomó al entonces granítico PRI.
Para el sexenio siguiente y ya con el panismo atrincherado, la candidatura de Felipe Calderón provocó enfado en Santiago Creel y Alberto Cárdenas Jiménez, quienes se mantuvieron dentro del partido y los blanquiazules refrendaron la victoria.
Con el panismo gobernando por doce años, Ernesto Cordero Arroyo era el favorito del Presidente, aunque no logró vencer en la interna a Josefina Vázquez Mota, la que no pudo ante el embate de sus propios compañeros y cayó hasta el tercer lugar en la votación.
Con el PRI regresando a Los Pinos, Enrique Peña Nieto observó que su partido estaba perdido y que sus aspirantes no representaban mucho, por lo que optó por llevar a un ajeno al partido, José Antonio Meade como candidato, quien perdió avasalladoramente.
Hasta el momento, ninguno de los militantes rebeldes ha conseguido ganar la elección presidencial, aunque varios de ellos si contribuyeron a la derrota de su propio partido.
Veremos quién de Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal, decide, como forma de protesta por no ser el candidato(a), presentarse como abanderado de otro partido o actúan en contra del beneficiado.
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Otra gran tragedia, ahora con una cuarentena de migrantes muertos en un incendio en Ciudad Juárez, habrá que ver si en este gobierno si se actúa con seriedad y no se recurre a desvíos como en el caso del ABC.
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