Con excepción del período presidencial panista, en que los mandatarios surgidos de este partido no pudieron seleccionar al candidato del mismo organismo político, en los demás tiempos, siempre el Ejecutivo en turno designó al abanderado de su partido.
Por eso no hay dudas de ningún tipo en que el gran elector de la decisión de MORENA será, en su momento, Andrés Manuel López Obrador.
Debido a eso es que el Presidente juega con los nombres de su baraja y sube y baja a los que quiere, con todo y que él mismo propuso una larga lista de aspirantes.
Sin importar los números que arrojen las encuestas a modo que aplica su partido, el Ejecutivo federal definirá al que crea más conveniente y afín a su proyecto de la Cuarta Transformación.
Hasta ahí, actuará de la misma forma que lo hicieron los Presidentes priistas con las nominaciones de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari (dos veces) y hasta Ernesto Zedillo que inventó una consulta entre priistas que fue parte de la pérdida de la Presidencia de la República y hasta Enrique Peña Nieto se sacó de la manga al candidato de su partido, quien fue vencido abrumadoramente en las urnas..
Vicente Fox Quesada intentó hacer lo mismo que los priistas, pero se le interpuso Felipe Calderón Hinojosa y su “corcholata”, Santiago Creel Miranda fue vencido en la interna del PAN. Calderón no aprendió la lección y pretendió hacer lo mismo que su antecesor y elevó a Ernesto Cordero como su abanderado y ocurrió lo mismo, pues vencido en una interna por Josefina Vázquez Mota, quien no pudo refrendar los triunfos de Acción Nacional.
Por eso nadie se asombra de la intención de López Obrador por sembrar al candidato de su partido, lo que podrá hacer con toda la fuerza que le da tener el control del partido y mover a su gusto las fichas con que cuenta.
Con todo y ello, se ve el favoritismo que manifiesta por su ficha principal, la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum y sabe que si no le alcanza a esta para competir con todo a su favor para triunfar, tiene como emergentes al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández y al de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon.
De la larga lista inicial, las cartas de esa baraja se fueron desvaneciendo, ya que se trata de personajes político sumamente inflados a los que no les alcanza para competir en ningún tipo de elección. Esteban Moctezuma es un cartucho quemado; Juan Ramón de la Fuente siempre ha sido un petardo; Rocío Nahle no llega más allá de Veracruz y Tatiana Clouthier, que parecía una buena opción, fue impedida de crecer.
En su partido no manda nadie más que la voluntad del ser supremo que representa el Presidente López Obrador.
Pero fuera de su partido, AMLO no puede manipular a los otros candidatos, como si lo llegaron a hacer algunos Ejecutivo surgidos del partido tricolor.
Por eso, sus menciones de los posibles candidatos que tendría la oposición no son tomadas en serio por nadie, principalmente porque juega con los nombres de Claudio X González, sin posibilidad alguna de competir, aunque sea la mano que mece la cuna en algunos casos de la oposición, tampoco Lorenzo Córdova y mucho menos Ricardo Anaya, al que mantiene maniatado con acusaciones ante la Fiscalía General de la República o Chumel Torres, a quien su bis cómica no le alcanza para competir a esos niveles.
La oposición tiene otros nombres, aunque lo primero que tendrá que resolver es si van en alianza y bajo qué método seleccionará al candidato presidencial que enfrentará a la maquinaria morenista.
Los tiempos transcurren rápidamente y si en verdad quieren una pelea pareja, los de la alianza del PAN, PRI y PRD, deben determinar las condiciones y momentos en que acordarán la alianza que primero deberá contender por el Estado de México y Coahuila y ver cómo les fue en los comicios del próximo cinco de junio en seis estados de la república.
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