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sábado 20 de abril de 2024

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2020-03-28 / 10:54:02

La guerra: cultura, civilización y virus l

Alfredo Poblete Dolores

La cultura nos enseña a ser humanos y la civilización nos educa e instruye para hacer cosas de humanos. Ambos conceptos se entrelazan, interactúan y se nutren entre ellos. Los seres humanos estamos inmersos en un entramado cultural y nos desenvolvemos en el armazón civilizatorio.

Los humanos podemos construir obras —poéticas, filosóficas, artísticas o científicas— que enorgullecen y ennoblecen el alma humana y, gracias a ello, se logra, como sociedad, avanzar hacia futuros luminosos; también podemos edificar absurdos y comportarnos de manera irracional e infrahumana. La guerra y la industria armamentista dan cuenta de la aberración cultural y civilizatoria en que estamos zambullidos. Otro rasgo vergonzante de la evolución humana es el modelo económico y financiero mundial; endiosar el dinero o venerar las riquezas materiales y —al mismo tiempo— desdeñar el espíritu y la naturaleza humana es ofensivo y cruel. Las políticas financieras matan pueblos enteros de manera despiadada y con una gran dosis de sadismo. También es cierto que la industria farmacéutica camina en sentido inverso a los supuestos humanísticos que, en el papel, enarbola pero, en los hechos, no cumple.

La matriz cultural y civilizatoria ha modelado e influenciado a muchas instituciones entre ellas a las más básicas y fundamentales —familia, escuela, iglesia, gobiernos— y ha parido, reproducido o cobijado a muchos seres que difícilmente se les puede llamar humanos. Esos institutos sociales son los encargados —entre otras importantes misiones— de inculcar moral, promover la ética y valores democráticos. Las torceduras espirituales y mórbidos comportamientos se han generado al interior de esos conglomerados y han creado monstruosos y abominables seres. Sobran ejemplos. El representante de Dios en la tierra y apóstol de la secta llamada la Luz del Mundo fue detenido —el año pasado en EEUU— por delitos relacionados con abuso sexual a mujeres de esa cofradía y también le imputan el delito de tráfico de personas. La iglesia católica tiene —entre sus históricas vergüenzas— al fundador de otra secta llamada Legionarios de Cristo —protegido por Juan Pablo ll y media docena de papas que lo antecedieron— un sociópata y violador de niños, traficante de armas, etcétera. También es cierto que en el seno familiar —sobre todo las de corte patriarcal— se incuban y reproducen los “machos”, violadores, golpeadores y feminicidas. Por otra parte, en las escuelas públicas y privadas de todos niveles anidan un sinfín de “maestros” que aprovechan “la autoridad” sobre las alumnas para chantajearlas y así conseguir “favores especiales” y a algunas de ellas las violan sexualmente —en muchos casos— con total impunidad; o bien presionan al alumnado —femenino y masculino— para conseguir “la excelencia profesional” y son tantas las obligaciones a que los someten que algunos muchachos son conducidos al suicidio como es el caso de una escuela universitaria formadora de economistas y financieros neoliberales de “primer nivel”. Existen afortunadamente padres, madres, hermanos, maestros, sacerdotes y pastores ejemplares, íntegros, decentes y solidarios.

La cultura y forma de relacionarse de los políticos con la ciudadanía es, casi siempre, por decirlo de manera amable, singular. El verdadero rostro de la politiquería se devela con crudeza en momentos de crisis, emergencias sociales o tragedias comunitarias. El coronavirus está revelando el verdadero rostro de los “líderes políticos” del mundo actual.

Algunos mandatarios de países europeos reaccionaron tardíamente ante el embate del minúsculo bicho. Intervinieron cuando los contagios del virus se propagaban exponencialmente y su contención resultaba ineficaz, las muertes se contabilizan por miles y, la sumatoria era incontenible. Ante el brote epidémico, algunos “líderes” respondieron no a necesidades médicas o humanísticas, lo hicieron por intereses mercantilistas y financieros o políticos y electorales. Desafortunadamente lo siguen haciendo con la misma finalidad.

Emmanuel Macron presidente de Francia enfrentaba una severa crisis política por las decisiones económicas que había adoptado. Los “chalecos amarillos” adversarios políticos del gobernante se manifestaban en las calles, pidiendo la dimisión del mandatario, y lo hacían cada vez en mayor número e intensidad. En Chile —con Sebastián Piñera en la presidencia— las calles fueron tomadas por infinidad de andinos; un paquete de medidas económicas antipopulares fue la causa del malestar y la protesta pública; el presidente reaccionó violentamente y reprimió a su pueblo; la brutalidad de la represión avivó el ánimo popular. La indignación y valentía del pueblo adquirió renovado brío. A Macron y Piñera les vino “como anillo al dedo” la presencia del coronavirus. Los estragos que hace el bicho en ambos países, “obligó” a, esos mandatarios, ordenar —con diez días de retraso— que la ciudadanía se refugiara en sus hogares y las protestas amainaron. En Italia la presión financiera sobre el sistema de pensiones es insostenible. Que por la pandemia se mueran un poco de viejos les da un respiro al régimen de jubilaciones. Al parecer, las autoridades italianas hacen todo lo posible para que la mortandad de seniles y enfermos crónicos —que también son “carga” financiera— aumente con el embate del virus. Los otros muertos son “daños colaterales.”

Donald Trump ante la pandemia toma decisiones con sobrado cálculo electoral y mercantilista. Cuando anuncia sus “severas medidas”, para combatir al virus, lo hace —literalmente— rodeado de industriales y empresarios dueños de laboratorios médicos, productores de medicinas, propietarios de cadenas de hospitales, fabricantes de aparatos médicos o de hombres de negocios dedicados a elaborar productos de limpieza y ropa hospitalaria, etcétera. Ya había declarado —aunque tardíamente— una cuarentena y se estaba cumpliendo. Ya se retractó: el 12 de abril se levanta el aislamiento. Dice que para salvar la economía de su país. Sospecho que se refiere a las finanzas de los hombres de negocios que lo rodean y que venderán todos sus productos y servicios si el virus reaviva sus ataques. Atrás de la decisión se favorece la compra de medicamentos, uso de las instalaciones hospitalarias y consumo de otros insumos sanitarios. Con la infausta decisión —de levantar el aislamiento— el número de muertos, por desgracia, aumentará considerablemente. La vida y seguridad poco importa a ese bárbaro. El virus ataca a los gringos inmersos en una contienda electoral. Ya veremos si las decisiones trumpianas logran engañar al despolitizado y bobalicón elector de ese país.

En México instan al presidente a que adopte medidas sanitarias como las que toman en el mundo “civilizado”. Los invito a que reflexionen y comparen el número de contagiados y muertos en el primer mes de la epidemia en aquellos países y el suscitado en el nuestro. Aquí las decisiones sanitarias las toma, oportunamente, un culto epidemiólogo y un grupo de profesionales y peritos relacionados con el tema sanitario; allá políticos de dudosa reputación, torvas intenciones y siniestras decisiones. La valoración final se realizará al terminar la emergencia y veremos quien cometió más aciertos, equivocaciones y aberraciones.

alfredopoblete@hotamil.com