De Veracruz al mundo
2019-10-05 / 10:35:05
La guerra: PEMEX, el STPRM y sus afiliados




Alfredo Poblete Dolores



Los sindicatos surgieron en el mundo industrial para luchar contra la explotación laboral, los abusos patronales y para humanizar el trabajo. Con el surgimiento de esas agrupaciones el mundo gremial mejoró substancialmente. Al paso de los años muchos patrones pervirtieron la relación con los líderes sindicales y con sus agremiados. Nacieron los líderes charros y los sindicatos blancos. Los representantes de los trabajadores —tras recibir sobornos, cuotas y prebendas— se pusieron a la orden de los empresarios e industriales y traicionaron a sus representados.



El sindicato de trabajadores petroleros de la república mexicana (STPRM) es el caso más emblemático del tránsito de poderosa y aguerrida organización al envilecimiento de sus propósitos y funciones. Al inicio —esa agrupación— se enfrentó a los empresarios petroleros más importantes del mundo. La confrontación con los europeos y norteamericanos, dueños del petróleo mexicano, desencadenó que el General Lázaro Cárdenas del Río expropiara el hidrocarburo. Con esa decisión el “Tata” Lázaro junto con los petroleros escribieron una de las páginas más dignas y gloriosas de México.



Los trabajadores petroleros tomaron mucha fuerza y podían ejercer su poderío sobre las decisiones de los gobiernos posteriores al General Cárdenas. Los presidentes subsiguientes sintieron el ímpetu y la pujanza de ese gremio. A los líderes sindicales los fueron aplacando mediante dádivas y canonjías. Una vez corrompidos establecieron alianzas con el “partido” y empezaron a responder a los intereses del presidente en turno. Desde la primera firma del contrato colectivo de trabajo —1942— los representantes sindicales sacaron raja para su provecho personal y de su grupo más cercano.



Con Joaquín Hernández Galicia se acentuó la relación de subordinación ante los presidentes de la república y al mismo tiempo —ese dirigente— ganó poder, influencia y control sobre el trabajador sindicalizado. Hernández Galicia presionaba —con diferentes argucias— a los presidentes de la república o directores de PEMEX; éstos para mantenerlo quieto le otorgaban prebendas y trozos de poder. Con Salinas de Gortari fue diferente. La “Quina” estorbaba a los planes privatizadores del neoliberalismo. Amén que entre CSG y el “guía moral” de los petroleros hubo diferencias políticas y desencuentros personales. El desgastado truco de presionar para obtener canonjías no le funcionó y fue a parar —junto con sus más cercanos colaboradores— a la cárcel. Hoy muchos petroleros lo recuerdan como si hubiera sido un líder ejemplar y justiciero. Es muy probable que quienes lo extrañan sea por que obtuvieron beneficios personales o familiares otorgados por “Joaquín”.



Los empleados de confianza —casi todos profesionistas— fueron formados en el IPN y la UNAM. Aunque técnicamente capaces —muchos de ellos— fueron cortos de miras en cuanto a la formación política. No existía mucha diferencia —en cuanto a la valoración de la realidad nacional— entre los sindicalizados y de confianza. Muchos de los sindicalizados percibían como “enemigos de clase” a los empleados de confianza y a la administración de la empresa; varios trabajadores de confianza de percepción obtusa —políticamente hablando— pensaban que los “burros” y los “pumas” eran adversarios; los equinos y los felinos formaban grupos y bandos para luchar, entre ellos, por los puestos directivos de la entonces paraestatal.



La llegada de Miguel de la Madrid Hurtado a la presidencia de la república (1982-1988) no fue percibida por los petroleros —de confianza y sindicalizados— como el advenimiento del verdadero y peligroso enemigo. MMH, traía en sus alforjas todo un arsenal para —poco a poco— derruir y socavar a la industria y al país. Se fue y llegó otro neoliberal. Al inicio de su sexenio (1988-1994) Salinas de Gortari encarcela a la “Quina” y coloca en la dirigencia sindical primero a Sebastián Guzmán Cabrera y después a Carlos Romero. Ambos se plegaron dócilmente a los dictados de la presidencia. SGC, demoró poco tiempo como representante nacional de los petroleros; Romero Deschamps lleva 26 años en el cargo, obedeció y fue cómplice de 5 presidentes: 3 del PRI y 2 del PAN. Él y muchos de los 36 líderes seccionales envilecieron los objetivos y funciones sindicales. Durante 36 años nunca levantaron la voz ante el saqueo que realizaban los neoliberales. Nunca se quejaron cuando cambiaron los artículos 27 y 28 de la constitución y entregaban al extranjero la riqueza petrolera nacional.



Es más, Romero Deschamps nunca se manifestó por la desaparición —en mayo de 2007— de una treintena de petroleros pertenecientes a la refinería “Ing. Héctor Lara Sosa” de Cadereyta, N.L. Ni Romero ni el expresidente Felipe Calderón movieron un dedo para investigar y esclarecer el delito. En ese grupo —que a la fecha no aparece— estaba Hilario Vega Zamarripa —tres veces— secretario general de la sección 49 del STPRM, su hermano David y un cuñado de ambos. Por aquel tiempo se rumoró que Hilario Vega era el sucesor de Romero en la dirigencia nacional y muchos relacionaron ambos eventos: la sucesión y la desaparición. También circuló la versión de que Hilario y su grupo se oponían a la privatización de la empresa y esa fue la razón de su mala suerte. Sea por una u otra causa esos 38 petroleros merecen justicia, que se castigue a los responsables y que sus cercanos sepan cual fue el destino y paradero de esas humanidades. Es tanta la injusticia, en éste caso, que a sus familiares ni siquiera les han entregado las prestaciones laborales que les corresponden.



Muchos petroleros piensan que el fin del cacicazgo de Romero Deschamps está cerca. De ser ciertas esas suposiciones, ojalá la colectividad de sindicalizados, tenga la prudencia y el carácter para elegir a trabajadores que —cuando menos— sean decentes y se comprometan con los proyectos de recuperación de la industria que impulsa el presidente. Asimismo, el STPRM, debe democratizarse en todas sus secciones y es urgente que se alejen de la “cultura” de la corrupción. El país demanda que todos y cada uno de los petroleros se comprometa con la empresa y pongan sus talentos y talantes “al servicio de la patria.”



En 1938 fueron expulsados los gringos, ingleses y holandeses. Los negreros dejaron sus colonias habitacionales que, para protegerse, siempre estuvieron alambradas. Los petroleros locales se fueron a vivir a esas casas. Varios profesionistas y empleados de confianza —calcaron los moditos o rutinas de los forasteros— empezaron a comportarse como si fueran europeos o norteamericanos. Muchos de ellos —no todos— en su fuero interno admiraban a los expulsados. Mentalmente nunca se liberaron del opresor extranjero. Siguieron siendo colonizados con comportamientos —involuntariamente— histriónicos o patéticos.



Ojalá los trabajadores sindicalizados se liberen mentalmente de sus corrompidos dirigentes. Que en la sucesión de Romero no sea un quítate tú porque ahí voy yo y empiecen a cometer los mismos abusos y tropelías que realizaron sus cabecillas y quienes los mangoneaban.



alfredopoblete@hotmail.com

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