Michel de Notre Dame, el astrólogo, boticario, médico y “vidente” francés, conocido como Nostradamus (1503 – 1566) salta de nueva cuenta al escenario tras la muerte de Francisco, el Papa argentino que duró 12 años en su mandato y no destruyó la iglesia vaticana. Como se predijo que sucedería cuando fue designado; pues al ser de la oren de los jesuitas, se le consideraba el Papa Negro que acabaría con el negocio. Pero nada...
Sin embargo, su fallecimiento dio fe de que la oración y nada, son dos nadas...
Pues de nada sirvió que miles, seguramente millones, unieran sus pensamientos y sus voces -para todos aquellos que creen en el poder de la mente- rogándole al Todopoderoso para que el Papa no se muriera. Pero nada. El Todopoderoso ni caso les hizo. Y, haciendo caso omiso de la mayoría, pues al igual que yo, no creé en la democracia, pues se lo llevó; supuestamente a una mejor vida. Aunque a nadie le consta lo que hay más allá de la muerte...
Se supone que cada cual se regresa por donde vino, el alma, el ánima -lo que anima, lo que da vida- regresa al Sol; y el cuerpo regresa a La Tierra. ¿Y el espíritu? Pues el espíritu seguirá viviendo mientras haya quien lo recuerde. Pero regresemos con el Papa Francisco...
Y él sabía que ya no podía más. La mejoría, traducida en la lucidez de los enfermos terminales, en no pocas ocasiones es el preludio de la inminente muerte. Cabe comentar, que es una bendición reservada a muy pocos, el saber que ya te vas a morir. De hecho, todos vamos a morir, y deberíamos estar conscientes de ello todos los días de la vida y vivirlo como si fuera el último; lo que no sucede...
Pero hay personas con enfermedades terminales, que sí, debido a su situación, cobran consciencia de que pronto dejarán este mundo. Y eso, repito, es una bendición. Toda vez que permite no dejar pendientes, despedirse y hacer las paces con todos. Hay quienes tienen la prestancia de contratar sus propias exequias. Y hasta mandar hacer sus propias esquelas; echándose porras por supuesto...
En lo personal, me parece un acto civilizado que, llegando la hora, el llevar a cabo un convivio con amigos cercanos y familiares; y despedirse sin llantos ni tragedias. Como cuando alguien se va a vivir al extranjero y ya no se le va a ver más -bueno, más o menos- en vez de esperar la llamada, informando que ya se murió. Luego el velorio, el sepelio y toda la parafernalia que sigue a éstos primitivos rituales de gente que quiere que su espíritu siga viviendo...
Como seguramente sucederá cuando muera el siempre admirado Don Pepe Múgica, cuyo espíritu seguirá vivo y de ejemplo, diciéndoles a los políticos que sí se puede ser honrado y servir a los demás. Pero me parece que eso no sucederá con el Papa Francisco, al que seguramente le aplicarán aquello de “Muerto el Rey. Viva el Rey”...
El caso es, que este absurdo mundo se enfoca en el fallecimiento de un hombre que ya no podía más; pero olvida lo que está pasando en Gaza, donde los horrores de la guerra son el espanto de miles de madres que ven morir a sus hijos; y quizá se pregunten en dónde está dios que permite esto.
Ya de salida...
El morir el mismo día que murió el Papa, es garantía de que muy pocos se ocuparán del fallecimiento de Lucas García el conocido actor que a pesar de que murió en pleno escenario; que es cómo todos quisiéramos morir. Por supuesto que la función se suspendió desde el momento en que se desvaneció. Pero, aunque de momento no se le preste la misma atención, con toda seguridad que será un referente y su espíritu seguirá vivo.
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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