Lo ocurrido el sábado pasado es una muestra más de que existe la libertad de expresión con ciertos límites.
Se trató de minimizar la movilización, se le buscó argumentos no tan sólidos para impedirla o restarle importancia, sin conseguirlo.
Fueron tomadas medidas emergentes para mostrar el alto riesgo que corrían las instituciones. Se protegió el Palacio Nacional, considerado como objetivo prioritario de las protestas.
La concurrencia fue más nutrida de lo esperado, especialmente porque los convocantes no eran tan conocidos, aunque se sumaron a la convocatoria grupos de diferentes sectores.
Hasta ahí todo transcurrió como se esperaba, con protestas y expresiones de repudio al gobierno y la exigencia de mayor seguridad y freno a la violencia, hasta que llegó el momento cumbre, la aparición del “bloque negro”, un grupo que intempestivamente aparece en todo tipo de marchas, manifestaciones o convocatorias, con excepción de las que concerta el grupo gobernante.
Ahí ya surge la violencia para dejar en claro que todas las protestas contra el gobierno son expresiones violentas.
Nadie sabe de donde surgieron, quien los controla o bajo qué efecto actúan, aunque se sabe que son protegidos por las autoridades, aunque arremeten contra servidores públicos, como son los integrantes de la policía.
Finalmente, eso no importa tanto, que policías salgan heridos no es tan importante como dejar en claro que los manifestantes son trogloditas y peligrosos para el sistema y que las marchas son para desestabilizar a un sistema que cuenta con el respaldo popular.
Ocurrió lo que sucede lo mismo en las manifestaciones de mujeres de miembros del 68 (ya quedan pocos), de campesinos y de todo aquel que use las calles para marchar, con la clara excepción de los integrantes de la CNTE, las concentraciones o marchas de la 4T o aquellos grupos que cuentan con la protección divina de las autoridades.
Sin embargo, después de que los manifestantes, sin importar el número que fuera, se expresaron, sacaron su encono contra el actual gobierno federal, se cansaron por una larga caminata y disfrutaron de pasear por las calles de la principal avenida del país, vale la pena preguntarse qué sigue?
Habrá una respuesta a sus exigencias o reclamos. La verdad no se cree que suceda, ya que el gobierno está cierto de que hace las cosas bien.
Los fuera Claudia no tendrán efecto alguno, más que haber dejado conforme a lo que manifestaron su sentimiento y quienes lo pensarán en salir nuevamente, ya que lo vivido al final de la marcha con la reyerta en el Zócalo no fue agradable para nadie.
¿Cambiará la estrategia contra la inseguridad y violencia? No se espera que esta se reajuste.
Ahora falta saber si los detenidos serán el hilo conductor a la madeja que permita saber quienes son los que alimentan al llamado “bloque negro”, de dónde vienen, a que intereses responden y si se va a actuar en su contra o si solamente se les amonestará como ha sucedido en otras ocasiones, sin investigar el fondo del asunto.
Por lo pronto, las actividades se normalizaron y los temas del reclamo seguirán siendo los mismos.
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Ramón Zurita Sahagún
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