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XALAPA.- A tres años del asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora a manos del crimen organizado en la comunidad Cerocahui, Chihuahua, la Iglesia católica hizo un llamado para que el anhelo de paz sea una tarea urgente y concreta, pues la paz verdadera no se decreta, se construye en comunidad, con justicia y acciones cotidianas que rompan los círculos del odio. En un país herido por la violencia con tantas víctimas silenciadas, la Arquidiócesis Primada de México, a través del editorial Desde la fe, señaló que “hoy más que nunca es necesario desarmar nuestras calles. No solo de las armas físicas que quitan la vida, sino de las armas simbólicas que dividen, desprecian y deshumanizan: el lenguaje de odio, la indiferencia, la corrupción, la mentira. Porque la violencia no empieza con el disparo, sino con la exclusión y el olvido”. Indica que la memoria de las víctimas no puede perderse en el ruido de la resignación, por ello la sangre de las víctimas, especialmente de los inocentes, debe convertirse en semilla de paz. “Cada vida truncada por la violencia es una lágrima que el Padre recoge y una semilla que, con valentía, debemos regar para que germine justicia y reconciliación”. Indica que en días recientes se llevó a cabo el Diálogo Nacional por la Paz, de la mano de la Conferencia del Episcopado Mexicano, cuyo objetivo fue formar un “nosotros” amplio, diverso, valiente, capaz de arropar, de exigir, de denunciar y de trabajar para detener la violencia y construir la paz. Para desarmar las calles, dice, no basta con esperar que otros actúen, pues la construcción de la paz interpela a todos: a la Iglesia, a los gobiernos, a las organizaciones ciudadanas, a la sociedad. Para lograrlo, insistió, se debe educar, acompañar, participar, exigir justicia, cuidar la palabra, abrir espacios de encuentro.
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