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| Entierros ecológicos, la nueva opción de sepelios que reduce daños al medio ambiente. | ||||||
| Este tipo de procesos cuestan la emisión de 11 kilogramos de carbono al ambiente, mientras que un entierro tradicional significan 113 kilogramos, una reducción del 90.2% | ||||||
| Viernes 17 de Septiembre de 2021 | ||||||
| Por: Excelsior | ||||||
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La contaminación que originan los rituales alrededor de la muerte ha expandido las alternativas para disminuir el impacto ambiental y por conservar los ecosistemas con los llamados funerales ecológicos. Este tipo de procesos cuestan la emisión de 11 kilogramos de carbono al ambiente, mientras que un entierro tradicional significan 113 kilogramos, una reducción del 90.2%, de acuerdo con estimaciones del Consejo de Entierro Verde, asociación que reúne a empresas encargadas de funerales, cremaciones y entierros ecológicos en Estados Unidos. En el país norteamericano algunas casas funerarias con servicios ecológicos crean instalaciones adecuadas y certificadas que se convierten en bosques con los restos humanos. Además, utilizan materiales biodegradables y disminuyen el uso de químicos, materiales artificiales, contaminantes y residuos. No lejos de esta tendencia se encuentra México, donde la rama comienza a volverse visible, sobre todo para quienes optan por un plan de previsión alrededor de su deceso. La oferta de Bionacer, firma que se ubica en Guadalajara, se basa en la cremación de restos, depósito de las cenizas en urnas biodegradables y entierro en el suelo -que puede ser maceta o jardín- junto con semillas y nutrientes que propician el crecimiento de una planta o árbol endémico del lugar donde se plante. En su oferta también destaca la opción de servicios funerales en un menor tiempo, a fin de que la familia pueda despedirse y sin la necesidad de agregar una mayor cantidad de químicos conservadores. Además, tienen una alianza con otra firma para incinerar los cadáveres en un horno que reduce la emisión de gases. “Trabajamos con urnas importadas y ahora estamos desarrollando las propias, en las que aprovechamos el desecho del agave. Funcionan como contenedores de ceniza biodegradables que van a la tierra y al cremar sin tantos embalsamados obtenemos cenizas menos nocivas”, asegura Lucía Rea, impulsora de Bionacer. Por ahora, los deudos se hacen cargo de la conservación y cuidado de la planta que nace de los restos de su ser querido en su jardín o maceta. El próximo paso de la firma es buscar la aprobación de las autoridades para utilizar un terreno local que se pueda convertir en bosque con los restos, como en Estados Unidos. “Los restos, al ser contenidos son un gran abono para las plantas. No se trata de hacer un hoyo en la tierra y poner las cenizas, para que haya sustentabilidad deben ser contenidas en la urna para que la propia raíz se alimente del nutriente y que no al primer riego se dispersen y no hagan crecer la planta. En ese periodo, se degrada la urna y queda enraizado el árbol”, afirma. La contaminación de los entierros El proceso de cremación requiere de combustibles fósiles para la incineración, mismos que se consumen entre dos y cinco horas a temperaturas cercanas a 1,000 centígrados. Al final, el ambiente recibe emisiones de carbono, mercurio, contaminantes orgánicos y gases como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, entre otros. “En las incineraciones se necesitan combustibles y ese es el problema. Eso genera contaminantes que se suman a la materia orgánica que queda del cuerpo. Esas sustancias llegan al ambiente y la naturaleza no tiene la capacidad de incorporarlas tan rápido”, comenta Ricardo Torres Jardón, especialista del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM. Por cada kilogramo de materia orgánica calcinado se emiten cerca de 4.5 kilogramos de dióxido de carbono, de acuerdo con estimaciones del Consejo Supervisor de Investigaciones Científicas en España, recuperadas por la agencia Europa Press. Mientras que un entierro tradicional requiere de líquidos especiales para tratar el cuerpo, como formaldehído; además, los ataúdes están hechos de barnices o plomo. Todo este tipo de sustancias, sumadas a las de la descomposición del cadáver, hacen que los cementerio se vuelvan vertederos para el suelo y las aguas subterráneas, que se contaminan en un periodo más largo. “La contaminación del suelo tiene un efecto largo plazo porque el problema se da en la filtración del agua de lluvia en los cementerios, que arrastra sustancias tóxicas. En cuanto a la contaminación del agua, el efecto es a mediano plazo porque los restos terminan en aguas de drenaje, que al final se vuelven de riego, por ejemplo”, dice Torres Jardón. El investigador considera que las alternativas de los funerales ecológicos generan un impacto, pero que todavía resulta menor en comparación con la contaminación que se emite con los procesos tradicionales y en las industrias relacionadas con el suministro, transporte y producción de suministros. “Los restos, al ser contenidos son un gran abono para las plantas. No se trata de hacer un hoyo en la tierra y poner las cenizas, para que haya sustentabilidad deben ser contenidas en la urna para que la propia raíz se alimente del nutriente y que no al primer riego se dispersen y no hagan crecer la planta. En ese periodo, se degrada la urna y queda enraizado el árbol”, afirma. La contaminación de los entierros El proceso de cremación requiere de combustibles fósiles para la incineración, mismos que se consumen entre dos y cinco horas a temperaturas cercanas a 1,000 centígrados. Al final, el ambiente recibe emisiones de carbono, mercurio, contaminantes orgánicos y gases como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, entre otros. “En las incineraciones se necesitan combustibles y ese es el problema. Eso genera contaminantes que se suman a la materia orgánica que queda del cuerpo. Esas sustancias llegan al ambiente y la naturaleza no tiene la capacidad de incorporarlas tan rápido”, comenta Ricardo Torres Jardón, especialista del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM. Por cada kilogramo de materia orgánica calcinado se emiten cerca de 4.5 kilogramos de dióxido de carbono, de acuerdo con estimaciones del Consejo Supervisor de Investigaciones Científicas en España, recuperadas por la agencia Europa Press. Mientras que un entierro tradicional requiere de líquidos especiales para tratar el cuerpo, como formaldehído; además, los ataúdes están hechos de barnices o plomo. Todo este tipo de sustancias, sumadas a las de la descomposición del cadáver, hacen que los cementerio se vuelvan vertederos para el suelo y las aguas subterráneas, que se contaminan en un periodo más largo. “La contaminación del suelo tiene un efecto largo plazo porque el problema se da en la filtración del agua de lluvia en los cementerios, que arrastra sustancias tóxicas. En cuanto a la contaminación del agua, el efecto es a mediano plazo porque los restos terminan en aguas de drenaje, que al final se vuelven de riego, por ejemplo”, dice Torres Jardón. El investigador considera que las alternativas de los funerales ecológicos generan un impacto, pero que todavía resulta menor en comparación con la contaminación que se emite con los procesos tradicionales y en las industrias relacionadas con el suministro, transporte y producción de suministros. |
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