«Y, así como en la vida privada uno distingue entre lo que un hombre piensa y dice de sí mismo, y lo que realmente es y hace, en las luchas históricas hay que distinguir todavía más entre las frases y las fantasías de los partidos, y su organismo real y sus intereses reales, entre lo que se imaginan ser y lo que en realidad son» (Karl Marx, El 18 Brumario).
En la obra de Alejo Carpentier, el protagonista, un músico y compositor anónimo, desilusionado con su vida moderna en Nueva York, harto del sinsentido que lo embarga, viaja a la selva sudamericana en busca de instrumentos musicales primitivos. Su viaje exterior de negocios se transforma en una búsqueda interior, sumergiéndolo en una geografía donde el tiempo parece retroceder, confrontándolo con lo primitivo y la esencia humana. Se enamora de una nativa llamada Rosario y se distancia de su amante Mouche, adoptando una nueva forma de vida más auténtica. El final es agridulce, ya que nunca alcanza la felicidad completa ni en la civilización ni en la vida primitiva.
Del preámbulo y la obra de “Los pasos perdidos” de A. Carpentier, Colección Cátedra. Letras Hispánicas, Madrid, 1985, se tomaron la inspiración de estos dos párrafos iniciales, tanto de la frase de Marx como la esencia de la novela de Carpentier, en la que subyace el ser humano a través de los tiempos, a través de la geografía, a través de sus saberes y sentires, de su forma de entender el mundo y de su naturaleza humana.
Los pasos perdidos del hombre son aquellos que no dejan huellas visibles en la historia. Son decisiones que no se tomaron o se tomaron mal, sueños fallidos o abandonados, momentos creados sin armonía en una simbiosis que deja una marca profunda en el alma. Son proyectos que no llegaron a realizarse, palabras que no se dijeron, un transitar sin destino, amores que no cristalizaron, cantos del alma que no nacieron. Tal vez no sean fracasos, ni desaciertos, sino un intento de conocerse, un trance de timidez y, en algunos casos, un acto de cobardía.
Son acciones que construyen leyendas que no figuran en los libros, silencios que se pierden en la etérea fugacidad de lo infinito, novelas y cuentos que no se escribieron, ensayos que se quedaron en blanco sobre el escritorio, trayectos que definen al hombre común, al hombre de siempre, al hombre que acata, al que se inclina ante el yugo, al que cede su libertad y mata sus deseos de grandeza, su imaginación y su ingenio.
Son tiempo perdido, porque no se crearon pensamientos y dudas, no se cuestionó al mundo, no se objetó o se concilió sobre uno mismo, no se razonó sin temor la incertidumbre sobre el matrimonio, la vida, la existencia, el cielo y la tierra; ni se discutió el hacer de los políticos, ni se aceptó el calentamiento global ni se hizo algo con la esperanza de revertir el fenómeno, ni se hicieron intentos de tender lazos de hermandad por todos los confines del orbe. Son tiempos en que no se pensó en criar con decencia a los hijos ni conservar a los amigos.
Tal vez los pasos perdidos de la humanidad son un retroceso en su historia, una barrera para avanzar, un muro de negligencia y mediocridad, un alto para crecer y comprender a plenitud la vida, para trazarse metas gloriosas, para querer ser gigante porque se tiene el potencial. Son memorias fallidas, pérdida de conocimientos, colapso de civilizaciones avanzadas, regresiones sociales, persecución del pensamiento, involución de las ideas.
Los pasos perdidos del hombre, por su cantidad y diversidad, son infinitamente muchos más que los pasos acertados, virtuosos, encaminados, encausados, aprovechados por unos cuantos en el gran concierto de la participación humana. Pasos perdidos por la ignorancia, el oscurantismo, la barbarie, la miseria, la indigencia, las penurias, la indiferencia, la indolencia, la dejadez.
gnietoa@hotmail.com |
|