De Veracruz al mundo
GILBERTO NIETO AGUILAR
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2025-09-29 / 20:48:37
La atracción de las cosas positivas
Un ejemplo que por lo común se vuelve una generalización incómoda, es el hecho de que vivimos deseando cosas que no tenemos, en lugar de valorar lo que poseemos y de ahí partir hacia cosas nuevas. La añoranza, el deseo y la esperanza suelen jugarnos malas pasadas inquietando el espíritu, sobre todo cuando no equilibramos la justa medida de las cosas. Así no logramos crear un estímulo que nos impulse a alcanzar logros, sino que alimentamos una inquietud paralizante, una añoranza, un deseo ilusorio y no un proyecto que puede volverse realidad.



Durante este proceso irrealizado surge la envidia, el resentimiento, el rencor a la vida, la añoranza y la minusvalía. Durante estos momentos, cada vez que se quiere algo, debe aparecer un razonamiento que pondere la pertinencia de la pretensión y las posibilidades reales de obtener aquello que anhelamos; y si realmente lo queremos y necesitamos. Sería fabuloso que la esperanza tenga unas bases más sólidas para perseverar… o desistir, si el deseo no es lo suficientemente profundo y posible.



La esperanza y el deseo mal dirigidos nos pueden llevar por caminos engañosos y desalentadores. Una vez dentro del torbellino de insatisfacción y desilusión, se pierde la proporción de las cosas, llega la amargura, vemos a los demás a través de un cristal opaco de rivalidad, sinsabor y pesimismo, de rencor y hasta de odio. Pierdes el control y aquellos a quienes miras como triunfadores, exitosos y felices, en lugar de felicitarlos y alegrarte por ellos, los envidias. Esto te lleva al resentimiento.



La percepción de la justa realidad se pierde. Tal vez ellos no sean tan felices como tú crees, porque muchas veces las apariencias engañan. La mente, las ideas, los pensamientos alimentan negativamente la conciencia de quien esto sufre, y se produce energía negativa mediante los procesos bioquímicos del organismo. Con el tiempo se forman hábitos de reacción, de actitud, de rechazo y cambia la percepción del mundo que les rodea. Las personas terminan enfermando por su estado emocional.



Dice Heinz Pagels, antiguo director ejecutivo de la Academia de Ciencias de Nueva York: «El mundo visible es la organización invisible de la energía». Nuestro pensamiento es energía que se genera sobre nuestro cuerpo físico. Joseph Selbie (La física de Dios) comenta que «nuestro cuerpo físico es el resultado de la organización invisible de la energía; cambiamos la organización de la energía a la velocidad que sea, y cambiamos el cuerpo físico a esa misma velocidad».



Sentimos e interactuamos con la energía de nuestro cuerpo. Lo advertimos, lo experimentamos en cada momento, aunque no lo podemos percibir directamente a través de los órganos de los sentidos. «El cuerpo energético ─dice Selbie─ es la fuente de nuestra energía vital, nuestros sentimientos, nuestras preferencias, nuestros rechazos y nuestras motivaciones. El cuerpo energético es la fuente de la mayor parte de lo que pensamos», sentimos y creemos.



Esto quiere decir que la calidad y el sentido que le damos a nuestros pensamientos y sentimientos, alteran en el mismo sentido la producción bioquímica del cerebro y del organismo todo: lo alteramos para bien o para mal. Si caemos en la envidia, el resentimiento, el pesimismo, el rencor, y esos son los sentimientos que alimentan nuestros pensamientos, el cuerpo se enferma y lo que sale de nosotros hacia los demás no puede ser amor, empatía y buenos deseos, sino todo lo contrario. Como consecuencia, tampoco nosotros recibimos de los demás amor, empatía y buenos deseos.



gnietoa@hotmail.com

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