De Veracruz al mundo
2019-04-06 / 12:56:11
Propaganda: guerra de 4ª generación 3
En 1989 un puñado de militares estadounidenses escribieron un documento al que titularon: “El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación.” Los militares, marinos, agentes de la CIA, FBI y otras agencias de espionaje tienen ese manuscrito como libro de cabecera.



Dos características de la guerra de cuarta generación son: buscar el colapso, desaliento y desmotivación de las fuerzas enemigas sean éstas milicianas o civiles. La otra peculiaridad es utilizar el discurso –diseñado para bobos- de la lucha por la “defensa de las libertades” y la “protección de las sociedades democráticas”. Paradójicamente usan esa arenga para abolir las libertades de los pueblos y aniquilar la democracia en los países. Y, el colmo del absurdo, lo proclaman los totalitaristas y los autócratas lo toman de bandera.



En la página electrónica “Rebelión” (27/3/2009) Daniel Martínez, escribió: “Se consideran las guerras de cuarta generación, como las guerras donde: desaparece el concepto habitual de campo de batalla y toda la sociedad atacada se convierte en el terreno de la conflagración; (…) los mensajes emitidos por los medios de comunicación son un factor determinante para influir en la opinión pública, tanto en el ámbito doméstico como en el internacional, por lo que la propaganda llegará a constituir el arma estratégica y operacional dominante en este tipo de guerras; (…) y predisponen a las poblaciones en contra de sus gobiernos …”



La influencia de los mensajes en la batalla mediática tienen ciertas características: el diseño de la propaganda guerrera es similar a la publicidad comercial. El destino de los mensajes propagandísticos es el cerebro humano. El rumbo que llevan las misivas no es únicamente la parte racional o emocional del importante órgano.



Paul D. Mac Lean (1913-2007) neurocientífico norteamericano hizo destacadas contribuciones acerca del funcionamiento cerebral y la mentalidad humana. Su teoría del cerebro triúnico propone que el encéfalo humano en realidad son tres cerebros en uno: el reptiliano o primitivo, el límbico y la neo-corteza. Aunque interconectados entre sí, cada uno de esos segmentos cerebrales, tienen algunas funciones independientes y autónomas.



El psicólogo español –especializado en mercadotecnia- Adrián Triglia retoma la teoría de Mac Lean y dice que: “la neo-corteza es el momento evolutivo más reciente del desarrollo de nuestro cerebro. La neo-corteza puede considerarse la sede de la racionalidad en nuestro sistema nervioso, ya que nos permite la aparición del pensamiento sistemático y lógico, que existe independientemente de las emociones y de las conductas programadas por nuestra genética.”



El psicólogo español agrega: “el cerebro límbico es la estructura responsable de la aparición de las emociones asociadas a cada una de las experiencias que se viven. Su utilidad tiene que ver con el aprendizaje. Si una conducta produce emociones agradables, tenderemos a repetirla o a intentar cambiar nuestro entorno para que se produzca de nuevo; mientras que si produce dolor recordaremos esa experiencia y evitaremos vivirla otra vez.”



El cerebro reptiliano actúa de manera instintiva. Funciona alejado del pensamiento, las ideas y la reflexión. Responde con una velocidad 250 veces más rápida que la parte racional. La función principal -de esta parte cerebral- es encargarse de la supervivencia. El cerebro



primitivo se siente seguro estando en ambientes conocidos. Cuando percibe estar en terrenos irreconocibles o novedosos -se siente amenazado- prefiere huir de la fuente inspiradora de temor antes de enfrentarse a algo diferente que interpreta como peligroso.



Aparte de la supervivencia individual -el cerebro primitivo- tiene otras funciones: la supervivencia de la especie a través de la motivación sexual y la reproducción; la supervivencia del grupo que la percibimos cuando defendemos el territorio (hogar), las pertenencias y a los miembros más cercanos a nosotros. También regula la agresividad y los impulsos violentos o destructivos que se manifiestan cuando -esa parte del cerebro- detecta amenazas y no es posible escapar del brete peligroso.



Con esos antecedentes tomemos de ejemplo una campaña propagandística exitosa. “López Obrador: un peligro para México.” Si recuerdan, (2006) en un spot televisivo de 20 segundos, se mostraban unos tabiques rotulados con palabras como “segundo piso”, “pensiones”, etcétera; una voz poderosa preguntaba, más o menos, lo siguiente: ¿Cómo pagó López Obrador esos proyectos y planes? Y subrayaba: “con deuda.” Triplicó la deuda del DF. Si llega a presidente, habrá crisis, devaluación y desempleo (al tiempo que los tabiques empezaban a derrumbarse). Esos son los grandes planes de López Obrador. “López Obrador un peligro para México.” El partido Acción Nacional y el equipo de asesores del entonces candidato a la presidencia de la república, Felipe Calderón, contrataron al estratega español Antonio Solá para que diseñara y elaborará esa pieza propagandista.



El mensaje de Solá fue diseñado para impactar el cerebro primitivo. La misión del breve spot fue inducir miedo, incertidumbre e inseguridad. Frases cortas y contundentes que no permitían la reflexión. Advertía de un supuesto peligro para la seguridad de los espectadores que emitirían su voto. Indicaba –indirecta y sutilmente- que el televidente debía rechazar o alejarse de la amenaza que representaba AMLO. Estimulaban a pensar que las acciones del candidato presidencial atentaban contra la “tranquilidad” del hogar, el territorio personal, las pertenencias y propiedades del destinatario del mensaje y el futuro de todas las familias mexicanas. Ese ultimátum –por su efectividad- no permitía la cavilación o el análisis.



Del miedo, que es instintivo, se pasó a la ansiedad. La ansiedad –generada en la corteza cerebral- está acompañada de pensamientos generalmente desastrosos o ideas catastrofistas, muchas veces, sin sustento acerca del futuro: “me van a quitar la casa”; “llegarán los comunistas”; “se perderá mi empleo”; “no podré jubilarme”; etcétera. Muchos votaron con ansiedad para eliminar del imaginario colectivo el “peligro” llamado AMLO.



El spot de Solá no fue el causante único o exclusivo de la “derrota” electoral de López Obrador. Hubo otros ingredientes: la campaña del conservador Enrique Krauze con su narrativa del “mesías tropical”, amén de otros intelectuales de similar ideología; el centenar de “periodistas” y analistas políticos con espacios en televisión y columnistas de periódicos que -de tiempo completo- se dedicaron a atacarlo; los encuestadores participaron difundiendo datos y cifras “cuchareadas” en contra del candidato; los “jueces” y “árbitros electorales” influyeron en las farsas electivas y en algunos casos reprimieron la posibilidad que los mexicanos viviéramos en democracia; etcétera. Lo anterior fue –sin ambages- parte importante de una “Guerra de cuarta generación.” Sin olvidar –claro está- la trampa cibernética que le dio el .58% de los votos para que “ganara” FCH.



alfredopoblete@hotmail.com

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