Jamás imaginó Arturo Núñez que su carrera política terminara así, en medio del caos, con el reproche de todo un pueblo hacia su persona, la de su familia y sus colaboradores.
La retención de su esposa por parte de trabajadores del gobierno estatal, fue solamente un aviso de lo que se vendría y hoy está sucediendo en Tabasco, con bloqueos de calles y carreteras, en exigencia del cumplimiento del pago de salarios a los empleados de gobierno.
En el estado que todavía gobierna, el descontento es general y el repudio enorme, mientras el remite los sinsabores a la debacle petrolera, la que considera peor que la crisis financiera dejada por Granier.
Durante años, Arturo Núñez acarició la idea de ser gobernador de Tabasco y por razones diversas (la disciplina priista) no pudo conseguirlo, hasta que ganó por la oposición.
Recibió un gobierno en crisis, luego del desastre provocado por Andrés Granier y sus secuaces que dejaron la administración en situación grave, por los abusos cometidos y el desabasto en muchos sitios, principalmente en insumos y medicamentos.
Como muestra de buena voluntad del gobierno federal, Núñez recibió el auxilio de 700 millones de pesos para cubrir algunos adeudos, atrasos y el suministro de medicamentos y necesidades hospitalarias, aunque hoy la situación es similar. Buscó y consiguió encarcelar al anterior gobernador.
Arturo Núñez se manejaba como pez en el agua en sus relaciones, mantenía cercanía con los principales actores políticos y de gobierno, de su partido y de otros, aunque de su gobierno no se conocían acciones importantes.
Sin embargo, en voz baja se repetían una y otra vez abusos de sus principales colaboradores, algunos de ellos removidos y premiados después, hasta con notarías.
Arturo mantiene expectativas políticas por dos años más y, tal vez, las verá canceladas con un término de gobierno insospechado y altas posibilidades de ser responsabilizado.
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