Es evidente que mientras a su interior prepara todo para la entrega en el inminente relevo, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha cerrado sus ventanillas al público, dejando libre el espacio para el adelantado gobierno 2018-2024 a cargo de Andrés Manuel López Obrador, adueñado ya de la agenda pública cuando ya solo falta la formalización constitucional. Es inédito este acontecimiento político en México, semejante a un maremoto que todo lo inunda, del cual sabremos las consecuencias cuando las aguas se replieguen. Mientras tanto todo es expectativa, esperanzas de un cambio que implica bienestar.
Hay esperanza popular, expectación social combinada con morbo sobre lo que vendrá, pero que todos deseamos se conviertan en realidad. Para eso votaron más de 30 millones de ciudadanos, otorgando un bono de esperanza al ahora presidente electo, quien en su ininterrumpida gira por el territorio nacional reitera que cumplirá sus compromisos de campaña. Que así sea porque ese es el deseo de una sociedad que vive sobre ascuas, con horizontes nada claros.
El escenario actual es consecuencia de una elección popular cuyos resultados fueron dañosos para los partidos políticos, a los cuales el llamado tsunami electoral provocó la desaparición de dos y dejó turulatos a los otrora denominados “partidos grandes”: PRI-PAN-PRD, cada uno sumergido en su respectiva circunstancia, y cada cual desplegando intentos para recuperarse del aturdimiento postraumático, o al menos así debería ser.
Pero casi siempre el ser no se corresponde con el deber ser, fenómeno atribuible a los contextos propios, a los tiempos, a los hombres y las circunstancias imperantes que determinan conductas y movimientos, de allí la variante en las estrategias a seguir en cada caso, sobre si son correctas o no la mejor medida serán los resultados.
Mientras en el PRI y en el PRD los movimientos para reactivarse se están haciendo de manera sigilosa, o no se hacen, en el PAN ese
proceso está a la vista de todos, como lo atestigua el movimiento para la renovación de sus cuadros nacionales y estatales. Así lo vemos en Veracruz, en donde son dos los candidatos en busca de la dirigencia estatal: Guzmán y Mancha, ya veremos si éste repite o si surge un tercero en discordia, posibilidad nada descartable. En cambio, en el PRI estatal se entretienen en otorgar nombramientos de valor más virtual que efectivos, sin propósitos que mensajeen a su militancia la voluntad de lucha y sobre la estrategia a seguir, es una lamentable pérdida de tiempo verdaderamente inconcebible cuando está en juego su subsistencia como organización política. Tal circunstancia nos da la medida de quienes operan “el cambio”.
En el PRD quedaron tan mal las cosas y el número de sus militantes es tan pírrico que la discusión pudiera centrarse, más que en recuperarse para competir electoralmente en 2021, en buscar alternativas sobre su futuro inmediato. Si tomáramos como patrón comparativo el caso de Veracruz simplemente este partido está cataléptico, solo quedan los usufructuarios de las canonjías recibidas por efectos de la partidocracia porque su membresía emigró casi masivamente hacia Morena. Su recuperación se antoja más hipotética que ajustada a la realidad, como es manifiestamente objetiva en la CDMX, Morelos, Tabasco, Veracruz incluido. Las entelequias no compiten electoralmente.
En resumen: no faltan quienes aseguran que en las elecciones intermedias de 2021 MORENA podría perder Distritos conquistados en 2018, todo es posible cuando participan diversos factores, pero tal perspectiva se antoja poco probable porque según se observa ninguno de los partidos opositores podrá estar en aptitud de ser competitivos para ese año. Ni el PRI, ni el PAN, mucho menos el PRD están en condiciones de recuperarse para organizar sus cuadros: el PAN padece serias divisiones internas como se refleja en su proceso de elección de su dirigencia cuya culminación lo obligará a restañar heridas, eso le llevará tiempo. El PRI está por resolver cambio de siglas, reconstruir su estructura territorial, renovar su cuadro de actores políticos, una refundación auténtica como imperativo categórico para convencer al electorado, porque como PRI su ciclo ha concluido. Y el PRD está convertido en entelequia, pues su militancia emigró a Morena con boleto sin
retorno. Ante ese panorama ¿cómo podrían ser competitivos en 2021? Por su parte, MORENA lo tiene todo, excepto la seguridad de subsistir sin AMLO, de ahí sus prisas por consolidarse. alfredobielmav@hotmail.com
23- septiembre- otoño de 2018 |
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