La semana pasada la candidata presidencial de Morena Claudia Sheinbaum ofreció a la ciudadanía mexicana dos perlas dignas de ser comentadas, tal cual han sido profusamente divulgadas, porque reflejan su visión relativa al proceso electoral en que es protagonista. Primero refirió que la elección sería un trámite tras del cual quedaría expedito el camino a la presidencia de la república dando por hecho un triunfo anticipado; y el día diez de mayo, en Los Cabos, expresó que el presidente López Obrador había llegado a la presidencia por “ambición personal”: «Venimos luchando desde hace años, nosotros no vamos a llegar a la Presidencia, como lo hizo el presidente Andrés Manuel, por una ambición personal». Premeditados o no, esos episodios retóricos inducen a pensar en la seguridad que tiene de ganar la elección aunque, por otro lado, el supuesto resbalón habrá tocado fibras muy sensibles en Palacio Nacional, Claudia ya rectificó y ahora se ocupa de restañar la herida señalando al presidente como ”un ejemplo de vida”, nadie sabe si el bálsamo será suficiente para despejar la quemante sospecha sobre cómo va a ser el trato con su antecesor en caso de ganar la elección del 2 de junio. En ese hipotético escenario el panorama sugiere la perspectiva de un conflicto en ciernes entre el actual dador y la posible sucesora.
En cuanto al esquema del “tramite” electoral podemos observarlo como un síndrome que también permea en la actitud de Rocío Nahle en Veracruz, pues fincando un imaginado triunfo en una muy hipotética ventaja ha asegurado que “esto ya se ganó”, así lo confirman sus frecuentes alusiones a una ventaja irreal sobre su opositor. A diferencia de Sheinbaum la señora Nahle no tiene sobre sí la enorme presión presidencial, sin embargo, también ha incurrido en fenomenales deslices retóricos que traslucen su desconocimiento del contexto sociopolítico de Veracruz. Quizás por el inédito crecimiento del poder territorial de Morena de 2014 a la fecha ambas candidatas, Claudia y Rocío, hayan abrigado la lógica inferencia de un triunfo relativamente fácil, es un error de calculo político porque las circunstancias de ahora difieren sustancialmente con las de 2018, y sobre todo Rocío Nahle ya se habrá percatado que al menos en Veracruz las muestras de rechazo recibidas en algunas comunidades veracruzanas, pero especialmente las viralmente difundidas de la ciudad de Veracruz, pudieran revelar el estado anímico del veracruzano promedio no sujeto al aliento clientelar de los programas sociales. Ya en el último tramo de la campaña proselitista, a 18 días de la jornada electoral, Claudia Sheinbaum se habrá convencido que las encuestas no reflejan cabalmente la realidad por lo que la elección presidencial no será un mero trámite. Por su lado, doña Rocío ya habrá advertido que la fuerza política de su opositor tiene causa raíz en la elevada convocatoria social de Pepe Yunes en franco contraste con la perspectiva excesivamente optimista de quienes la asesoran. No por nada comienza a resurgir con fuerza la frase lapidaria de don Jesús Reyes Heroles, esta vez con dedicatoria hogaño: “yo como veracruzano no he votado por ella”. |
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