@pablojair
Hace apenas unos días atrás, se cumplieron 26 años de la tragedia de octubre-septiembre de 1999 en el Totonacapan, cuando por las fuertes lluvias se desbordaron varios ríos del norte de la entidad. En realidad no se supo una cifra real oficial de muertos, pero se dice que desaparecieron comunidades completas.
Esa tragedia (en el sexenio de Miguel Alemán) ha obligado a que el Gobierno del Estado ponga mayor atención a una zona que por décadas fue olvidada. Las lluvias por esta época del año se sueltan con todo.
Esa atención debe ser prioritaria, pues son miles de familias en riesgo las que pueden perder todo en un minuto por la implacable fuerza del agua que sale de su cauce.
Este tipo de tragedias a veces muestra el carácter y de lo que está hecho un gobernante: su capacidad de organizarse, su liderazgo para tomar decisiones y la sensibilidad para mostrar empatía con los afectados.
De Miguel Alemán, por ejemplo, se recuerda que a veces (supongo que por su edad) viajaba en vehículos especiales para supervisar desgracias, como ocurrió en La Balastrera el 5 junio de 2003 —hace 22 años— cuando por las lluvias se deslizaron rocas en arroyos cercanos y golpearon una tubería de Pemex que provocó una explosión muy fuerte, con muchos afectados. No obstante, la gente le pedía que se acercara y pues ahí tiene a Don Miguel bajándose del tractocamión para irse a enlodar los zapatos.
Con Fidel Herrera la cosa era diferente: el famoso Tío Fide sabía dónde estaba la cámara para posar, se quitaba los zapatos, se mojaba aunque luego se enfermara; repartía despensas, lana y hacía todo un show. Con el huracán Karl —hace 15 años, ocurrido el 17 de septiembre de 2010— o las inundaciones en Minatitlán, el cuenqueño usaba todos los recursos a disposición como las aeronaves, con las que se desplazaba para llegar a los puntos más alejados.
Incluso hasta le puso una lancha a Felipe Calderón para que no mojara sus patitas en Tlacotalpan, aunque por donde pasaron no había ni un metro de agua de profundidad.
Con Javier Duarte no se recuerda mayor desgracia pues, curiosamente, nunca le cayó un huracán o tragedia por fenómeno natural. Yunes apenas y pudo gobernar en dos años, así que como si nada. Equis.
Con Cuitláhuac, ya llegando la Cuarta Transformación, se le veía un poco renuente a acudir a lugares donde había inundaciones o situaciones de riesgo; aunque sí se le recuerda haber acudido a una tragedia en Xalapa, donde un cerro se desgajó y falleció una familia: ahí estaba “Cuit” con pala en mano recogiendo tierra.
Y es que el ex gobernador no era muy afecto al protagonismo y los reflectores, pero también entendía que no podía darse el lujo de usar aeronaves porque su gobierno estaba lidiando con una crisis financiera heredada de varios sexenios atrás.
Además, tenía como presidente a un tal Andrés Manuel López Obrador, quien hacía esa parte mediática muy bien desde los helicópteros de la Marina y para encabezar reuniones como la
ocurrida en Huayacocotla, en enero de 2020, donde se entregaron enseres a afectados por las lluvias.
Ahora el sello es maternal: la gobernadora Rocío Nahle bien podía haber terminado su jornada este jueves 9 de octubre con un evento en Boca del Río, cómodamente en un salón con aire acondicionado, conviviendo con los agentes navieros que celebran su congreso, pero el deber llamaba.
Ni bien terminó el evento que ya se tenía agendado, se puso las botas, el impermeable y se fue volando al norte del estado para supervisar los trabajos de rescate y rehabilitación en las zonas inundadas por el desborde de varios ríos y arroyos.
No es nuevo este tipo de trabajo rudo para la mandataria: como ingeniera en Pemex sabe lo que es vestir ropa industrial y mancharse las manos. Cuando era la encargada de construir la refinería de Dos Bocas, igual podía estar en una oficina cómoda en su papel de secretaria de Energía, pero andaba en la obra, supervisando, junto a los obreros, a ras de tierra donde se debe estar.
Una vez que aterrizó, la gobernadora salió del helicóptero para ir a ver a la gente y constatar la situación. Afortunadamente, hasta el cierre de esta columna, no hay fallecidos qué lamentar.
Por la tarde-noche seguía en el norte haciendo lo que mejor sabe en estos casos: trabajar y servir cercana a la gente.
En esta primera prueba de fuego (o agua, como le quiera llamar) de miles de inundados en la zona norte del estado, la gobernadora se muestra sacando la casta y rompiendo los esquemas de su antecesor para atender emergencias.
Si pensaban que la mandataria se iba a quedar en Xalapa o Veracruz para supervisar todo de lejitos, se equivocaron. Y si usa aeronaves, es que para eso son: para emergencias. Ni modo que llegue nadando. |
|