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XALAPA.- En el corazón de Uruapan, una multitud que celebraba una fiesta en conmemoración al Día de Muertos, fue testigo de uno de los escenarios más violentos de los últimos días, cuando un grupo de hombres armados irrumpieron entre los habitantes del municipio, durante la celebración del Festival de las Velas y asesinaron de seis balazos al edil Carlos Alberto Manzo. El estado de Michoacán ya es un tablero donde se cruzan intereses criminales, economías formales golpeadas por la extorsión y familias que viven a la sombra de la violencia. Lo más preocupante, es en las familias de Michoacán no sólo conviven con un grupo delictivo, sino con varios, pues el territorio michoacano se ha convertido en un entramado de redes criminales que siempre están envueltas en conflictos con las autoridades debido a los actos atroces que llevan a cabo, como el de la noche del pasado 1 de noviembre. Por ello, en esta nota hablamos sobre algunas de estas células que están generando una ola de violencia desmedida en el país. El Cártel Jalisco ha ampliado su influencia en buena parte de Michoacán y aparece hoy como uno de los grupos con mayor capacidad operativa. No solo se le vincula con embates armados y toma de plazas, sino también con redes de extorsión y control logístico para el tráfico de drogas hacia rutas del Pacífico. En Uruapan, las autoridades han señalado la presencia de células afines a dicho grupo delictivo y su participación indirecta en la escalada de violencia que ha vivido la ciudad en semanas recientes. Sin embargo, fue hasta la administración de Silvano Aureoles, cuando el conflicto recrudeció. Originarios de la región de Tierra Caliente, Los Viagras han sido históricamente una organización con presencia fuerte en municipios vecinos. En los últimos años se ha visto una recomposición: células locales, pactos con otros grupos y aparente participación en redes de sicariato y extorsión agrícola (aguacate, limón), actividad que ha puesto a productores y empacadores en una situación de “pagar o morir”, como sucedió con el empresario Bernardo Bravo. En Michoacán existen organizaciones con raíces locales —algunas con pasado de autodefensas y otras que surgieron como escisiones de cárteles más grandes— como Tepalcatepec, Pueblos Unidos y Caballeros Templarios que operan de manera muy estratégica. Nombres como el “grupo Tepalcatepec” (vinculado a apellidos como el de “El Abuelo” Farías) o colectivos que se autodenominan Pueblos Unidos han protagonizado enfrentamientos y alianzas con fuerzas mayores. Asimismo, aún quedan pocos miembros de estructuras derivadas de los Caballeros Templarios y de La Familia Michoacana, que no fueron desapareciendo tanto como fragmentándose en células menores. Fuentes locales señalan que, dentro del municipio, se disputan el territorio al menos tres células delictivas con distintos líderes y redes de operación: unas controlan el narco menudeo y la distribución local, otras se enfocan en la extorsión a comerciantes y transportistas, y algunas más como grupos de choque al servicio de intereses particulares. Carlos Manzo, alcalde independiente de Uruapan y conocido como “El del Sombrero”, fue ejecutado a balazos la noche del 1 de noviembre durante el Festival de Velas, en diversas ocasiones reveló amenazas de muerte debido a la lucha que mantenía con grupos delictivos; "No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados", era su petición cuando se dirigía al gobierno federal. Carlos Manzo tomó notoriedad desde el inicio de su administración en Uruapan, ya que llevó a cabo acciones de frente, encabezadas en campo por él mismo, en contra de la delincuencia organizada.
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