'¡Sálganse, ya está entrando el agua!': crónica del desastre por las lluvias en Huehuetla, Hidalgo. | ||||||
Una leyenda cuenta que una sirena que habitaba en el río Pantepec, en Huehuetla, Hidalgo, algún día recuperaría su terreno arrebatado. Ese momento llegó con las lluvias del 9 y 10 de octubre. | ||||||
Lunes 13 de Octubre de 2025 | ||||||
Por: animalpolitico.com | ||||||
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Según la leyenda, una sirena habita las aguas del río Pantepec, que hace muchos años abarcaba hasta tres calles de la cabecera municipal, actualmente ocupadas por viviendas y negocios de todo tipo. El mito indica que algún día recuperaría el terreno que le fue arrebatado. Ese momento llegó entre el 9 y el 10 de octubre, cuando las aguas del afluente cubrieron al municipio de una forma que, según los pobladores, no se había visto nunca. Huehuetla se había quedado sin electricidad y señal telefónica desde la tarde del miércoles 8 de octubre, cuando las constantes lluvias habían elevado el nivel del río. El día siguiente, sin embargo, la precipitación cesó por unas horas y la vida siguió con normalidad. Sería el último día así. La precipitación se había reiniciado con más fuerza por la tarde y por la noche era una tormenta. La colonia Aztlán fue la primera en sentir los estragos del agua, pues fue donde el río rompió su cauce y empezó a anegar el municipio. En la zona conocida como el Malecón, en la colonia Nueva, justo al lado del río, algunos habitantes evacuaron sus hogares pasadas las 20:00 horas y buscaron refugio en el auditorio municipal. “¡Sálganse, ya está entrando el agua!” Sin embargo, la tranquilidad duró poco. “¡Sálganse, ya está entrando el agua!”, gritó alguien en la oscuridad, por lo que la gente huyó a zonas más altas: algunos subieron al quiosco del centro, mientras que otros se fueron a la iglesia, uno de los puntos más altos del centro, donde tocaron las campanas cerca de las 21:20 horas para alertar a la población sobre el inminente desastre. Quienes no salieron de su vivienda, tuvieron que buscar refugio en azoteas o pisos superiores; mientras, el agua cubría las tres calles paralelas al río más cercanas: La Rivera, General Felipe Ángeles e Hidalgo, en las que alcanzó cerca de dos metros de altura, entrando a casas y negocios. La fuerza del agua arrastró árboles, rocas grandes, toneladas de lodo y vehículos; además, derribó postes, paredes y bardas de viviendas, comercios y las escuelas de la cabecera, que quedaron inutilizables. El nivel del agua comenzó a bajar pasadas las 3:00 horas. Algunos pobladores no esperaron que saliera el sol para regresar a su hogar en las zonas menos afectadas, a fin de observar el estado en que quedaron. Se revela la destrucción por las lluvias Mediante un recorrido, Criterio constató la destrucción que la inundación dejó a su paso: árboles tirados y vehículos volcados en las calles, donde el lodo llegaba a las rodillas a las personas que buscaban a sus familiares que no habían dejado su hogar. En tanto, otros sacaban muebles inservibles de sus viviendas: refrigeradores, sillones, colchones. Dentro, el lodo alcanzaba un metro de altura; otras viviendas todavía no se drenaban, estaban llenas de agua, por lo que sus dueños hicieron hoyos en las paredes. Algunos más estaban resignados a la pérdida: “Ya no sirve”. El patrimonio de una vida perdido en cuestión de horas. Tras el desastre, salió el sol y la solidaridad de la gente: los dueños de una farmacia sacaron un generador de su comercio para que las personas cargaran su teléfono y ofrecieron su conexión a internet para que se comunicaran con sus seres queridos. “¡Evacúen!”, “¡Ahí viene el agua!” El día después de la inundación fue de relativa calma. El sol volvió a brillar y le dio un respiro a la gente de Huehuetla, pero el sábado regresó la lluvia y, con ella, la paranoia. Alrededor del mediodía, corrió la voz de alarma nuevamente. Supuestamente, el agua se había acumulado en San Bartolo y estaba por llegar a Huehuetla para repetir el desastre. “¡Evacúen!”, gritaron los pocos policías que se veían en la zona de desastre. “¡Ahí viene el agua!”, gritó alguien más, y el pánico se apoderó de quienes aún hacían labores de limpieza en las calles, pues una marea de gente corrió hacia el bachillerato del municipio, donde se habilitó un albergue. Se trató, sin embargo, de una falsa alarma, por lo que muchos pobladores decidieron regresar a sus hogares, a seguir con los trabajos para levantarse del, que varios pobladores consideran, el peor desastre que ha golpeado al municipio, especialmente en comunidades ajenas a la cabecera. Lugareños afirmaron que Acuautla fue la localidad más golpeada. En las calles del centro se dijo que gran parte de la demarcación había quedado bajo el lodo y que la población estaba incomunicada, por lo que se preguntaban qué comería la gente si se quedaban sin víveres. San Esteban fue otra de las zonas afectadas, al igual que Santa Inés, Puntas Chicas, La Esperanza I, Río Blanco, El Dambó, Huasquilla, Los Planes, Chicuntla y Zicatlán, donde el agua se llevó un puente, por lo que los pobladores improvisaron una tirolesa para enviar alimentos, entre otras. Al cierre de esta crónica, habitantes de varias comunidades cercanas se habían organizado para llevar alimentos, ropa, colchonetas y demás enseres para apoyar a los damnificados y recriminaban la reacción de las autoridades, a la que calificaron como “lenta”. Esta nota se publicó originalmente en Criterio. Por: Salvador López Rangel / Criterio |
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