De Veracruz al mundo
En La Concordia, nadie olvida el dolor por la tragedia y el luto se torna perenne.
Al menos 20 altares se levantan en la zona, con cruces, decenas de veladoras, flores, mensajes y fotografías de las víctimas; las columnas de concreto se han convertido en un lienzo donde han pintado ángeles y frases como: “Aquí habitan en silencio, pero no en olvido” y “Sus vidas honran nuestro recuerdo”.
Viernes 10 de Octubre de 2025
Por: La Jornada
Foto: Jair Cabrera Torres
CDMX.- A un mes de la tragedia, nadie en los alrededores del puente de La Concordia olvida lo que pasó la tarde del 10 de septiembre. Pasa el ruido de los carros, pero el silencio que dejaron quienes un día fueron, se queda. Flores amarillas y rojas se han sembrado entre el pasto, que aún se encuentra ennegrecido. Entre el asfalto fracturado cruzan vecinos que guardan el dolor por las 31 personas que fallecieron.

Todos los días, Carlos Hernán camina por el lugar para acortar paso hacia su casa; logra recordar al grupo de personas que dormían bajo el puente, de quienes se decía “nadie reclamó” y cuya ausencia se siente. “El olor tardó varios días aquí, incluso en la casa olía a todas las personas que se quemaron”, lamentó.


Al menos 20 altares se levantan en la zona, con cruces, decenas de veladoras, flores, mensajes y fotografías de las víctimas; las columnas de concreto se han convertido en un lienzo donde han pintado ángeles y frases como: “Aquí habitan en silencio, pero no en olvido” y “Sus vidas honran nuestro recuerdo”.

Al otro lado de la autopista, en las casas y los puestos de comida se vive un déjà vu. “Salgo de tu pobre casa y siento que veo ahí a las personas, me ha pasado mucho eso”, contó con tristeza la señora Sofía Ambriz. En su acera, al menos cuatro personas con quemaduras graves fueron atendidas aquel día.

A unos pasos, muchachos como Luis y Marco recuerdan a El Barritas, quien acudía a su puesto de birria a pedir consomé porque vivía en situación de calle. “Luego venía a cargar su teléfono o su bocina y empezamos a conocerlo, venía a comer”, explicaron.

Al caminar unos 200 metros, sobre la calle Agustín Melgar, frente a la Utopía Teotongo, se encontraba la abuelita de Omar, el jóven de 28 años conocido por vender barritas. Sentada junto a su puesto de dulces, con respeto pidió no recordarlo por su condición, sino “por lo que fue”: tranquilo y alegre. “Venía a comer aquí conmigo… es un dolor indescriptible”, evocó “mamá Martha”, como le decía su nieto, quien falleció el 16 de septiembre en el Hospital de Texcoco.


Olga García, miembro de la cuadrilla de áreas verdes en Zaragoza, recordó al grupo de personas sin hogar que solían decir: “Ya vino la jefecita a limpiar nuestro patio”. Ese día, una llamada para laborar en otra zona salvó su vida y la de 30 compañeros.

Elizabeth López, esposa del artista plástico Jorge Islas, pidió al Instituto Politécnico Nacional que reconozca la placa de autoría de tres murales que hizo para el Cecyt 7 Cuauhtémoc.

“Nada me va a regresar a mi esposo”, dijo, al recordarlo como un gran padre y ser humano.

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