|
Foto:
.
|
XALAPA.- Aunque los expertos consideran que en México es legítima la preocupación por la salud pública, pues la obesidad, la diabetes y las enfermedades crónicas requieren atención urgente, cuando se habla de impuestos saludables, la cancha no está pareja. Y es que, el pasado 1 de octubre, la Cámara de Diputados organizó el “Primer Foro Internacional: Impuestos a Productos Nocivos para la Salud”, encabezado por el diputado Alfonso Ramírez Cuéllar. Y aunque en teoría era un espacio de diálogo plural; en la práctica, se privilegió la visión de organismos internacionales y especialistas fiscales, mientras que voces como la de Cuauhtémoc Rivera, presidente de la ANPEC, apenas tuvieron oportunidad de exponer las preocupaciones de miles de tienditas y abarroteros que viven al día. El aumento al IEPS que entrará en vigor en 2026 no es menor: un refresco que hoy cuesta 40 pesos pasará a 45 o 47. El consumidor podrá absorberlo, pero un restaurante que obtiene entre 15 y 30% de sus ingresos de las bebidas verá golpeados sus márgenes. Según cálculos de la industria, esto puede reducir hasta en 15% las ventas de pequeños negocios. Y el golpe se amplía: no solo aplica a refrescos azucarados, también a versiones light, cero o endulzadas con sustitutos. El problema es que mientras a unos se les carga la mano, otros esquivan las reglas. Electrolit, por ejemplo, no paga IEPS ni IVA, ni siquiera tiene sellos de advertencia en sus botellas gracias a que está registrado como “medicamento”. El resultado: productos casi idénticos enfrentan cargas fiscales muy distintas. Una cancha claramente desnivelada. Se entiende la lógica de salud, pero ¿dónde queda la libertad de decidir qué comer o beber? ¿Y dónde queda la equidad en las reglas? Una cortina que baja no es solo una tienda que cierra: es una familia sin ingresos y una comunidad sin servicios. Al respecto, la ANPEC ha sido clara en sus exigencias: detener reformas que encarezcan productos de consumo popular, escuchar al pequeño comercio y diseñar políticas con justicia fiscal. No se trata de ignorar la obesidad o la diabetes, sino de construir un terreno parejo donde todos jueguen con las mismas reglas. Porque hoy, la cancha está inclinada y el eslabón más débil -el pequeño comercio- siempre es el que paga.
|