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XALAPA.- En México hay 843 mil viviendas abandonadas, de acuerdo con el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit). Más allá de estos inmuebles atados a un crédito, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) muestran que según el Censo 2020 hay 6.15 millones de viviendas que no fueron reportadas como habitadas en la Encuesta Nacional de Vivienda. La Trinidad, uno de los complejos construidos por Geo durante el boom de las vivienderas en la década de los 2000, no está vacía. Los espacios de menos de 40 metros segmentados en un par de piezas, un baño y una zotehuela, se intercalan entre habitados, deshabitados y saqueados, pero una comunidad existe más allá del estigma de ciudad fantasma. “esto está lleno de casas de seguridad de secuestradores y las motos, que son halcones, ya avisaron que usted está tomando fotos. Los tienen identificados por el auto”, advierten. Esta es una tierra donde las vivienderas han hecho de todo; desde casas tipo toscano, hasta cajas de molde que se siguen levantando en Zumpango, en el estado de México; una mancha que parece crecer a tal velocidad, como si los últimos 20 años no hubieran evidenciado un fracaso en la política-negocio de vivienda. Zumpango, como pocos municipios, representa el despliegue a despoblado del fraude como promesa de vivienda. Por años, La Trinidad se ha vuelto un caso paradigmático porque los moldes rellenados con cemento condensan chapuza y rentabilidad empresarial (bit.ly/3ICCBDV, bit.ly/4kKQGMQ), pero la vivienda deshabitada avanza, se amuralla en nuevos y no tan nuevos fraccionamientos. Desde la carretera se pueden ver las casas deshabitadas en fraccionamientos y claustros de todos tipo y color, la mayoría en la gama del blanco al arena. Se intercalan entre varios otros inmuebles que sí parecen ocupados, pero que no están a salvo de la inseguridad. Hace unos meses intentaron invadir varias casas del Punta Palermo; a raíz de eso ya la entrada y salida al fraccionamiento están muy controladas, cuenta Abraham Jiménez, quien más allá del tema de la seguridad, que se ha logrado solventar en su unidad, enfrenta el reto de trasladarse a diario a su trabajo en la Ciudad de México desde Tecámac, municipio vecino de Zumpango. Las entradas y salidas peatonales ahora necesitan un tipo TAG o huella digital. Tuvimos que dar nuestros biométricos. Y en auto, si eres visita te revisan la cajuela para que no lleves artículos sospechosos. En algún momento, en el pasado, se dieron secuestros; entonces es para que no lleves a alguien en la cajuela. Sin embargo, muros y rejas no son impenetrables. “Ya se han cambiado en un par de ocasiones a las personas de seguridad que cuidan el fraccionamiento porque unas se vieron involucradas con Los 300 (un grupo de personas acusadas de extorsión). Daban el pitazo de ‘esta casa está vacía, ¡cáiganle!”, agrega Jiménez. Si bien ya no es un tema de invasión (al menos en su claustro), sí hay muchísimas casas vacías. El fraccionamiento en el que vivo se divide en fases. Yo vivo en la fase uno y sólo ahí son unas seis casas vacías y que llevan así por los menos un par de años. Se ven descuidadas. En la fase dos también hay varias casas vacías, añade. Opina que el abandono se debe sobre todo a la distancia. Es muy complicado ir a la Ciudad (de México). Hay mucho tráfico y es costoso. Más de hora y media en coche cuando las condiciones son óptimas, inmejorables, son parte de una carrera de obstáculos que se vuelve más extrema en tiempos de lluvia. El trayecto está dominado por autopistas concesionadas que doblan la cuota que deben pagar quienes trabajan en la Ciudad de México. Actualmente, ni Geo ni Homex existen. Engordadas con los subsidios públicos desplegados en el gobierno de Vicente Fox, que promovían la demanda a través de los créditos Infonavit, las vivienderas desarrollaron miniciudades en despoblados, sin servicios públicos, sin transporte, lejos de los centros de trabajo, en ejidos, en terrenos fangosos o al lado de canales. En 2013, el gobierno de Enrique Peña Nieto promovió un cambio en la política de vivienda que dejó de apoyar la construcción en la periferia y se redirigió hacia la vertical. El golpe llegó rápido. En 2014 ambas empresas entraron en concurso mercantil, y aunque lograron salir momentáneamente, la quiebra definitiva de Geo se declaró en 2019 y la de Homex a inicios de 2025. Atrás dejaron una serie de construcciones que en el mejor de los casos implican recorridos de dos horas para quienes trabajan en la capital. En el peor, hectáreas de despoblado intercalado con falta de servicios. Ya no existen Homex ni Geo, Urbi ya no cotiza en la bolsa. Sin embargo, hay relevo generacional, y, pese a las viviendas inhabitadas, la construcción de ellas sigue teniendo una participación importante en la región de Zumpango. Valle de los Cedros, Solares, Privadas del Parque sólo por mencionar algunos de los desarrollos que se ven a pie de calle.
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