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XALAPA.- A José Leonardo Araujo, le toma 16 años decidirse a denunciar al sacerdote Juan Huerta, por los abusos sexuales a los que lo sometió desde 2001 hasta 2002. Hoy son 3 años de llevar al proceso contra el sacerdote y 19 de la violencia que sufrió durante un año. El reclamo de justicia lo inicia después de intentos de suicidio y de ayuda psiquiátrica. Ahora, después de la denuncia enfrenta tortuosos procesos ante tribunales canónicos y judiciales. José Leonardo es oriundo de Mérida, Venezuela, y el sacerdote mexicano Juan Huerta, todavía sigue oficiando en la Ciudad de México. Ahora, por fin el Tribunal Canonico de la Arquidiócesis Primada de México, abrió un resquicio para juzgarlo, después de un desdén inicial de instancias religiosas que le exigieron más pruebas. Fueron muchos años en los que se mantuvo en silencio, más en 2018 decide iniciar procedimientos legales y religiosos contra Juan Huerta, como una forma de superar el sentimiento de culpa que carga desde entonces. Los sucesos comenzaron en 2001, cuando a los 13 años, se siente llamado al sacerdocio en la Sociedad San Pablo, que actuaba en su natal Mérida. Comienza a visitar la casa de Juan Huerta con el aval de sus padres, quienes estaban convencidos de la benevolencia del sacerdote, donde muy pronto comenzaron los abusos cada sábado en la habitación del sacerdote. Fue casi un año de una situación de sometimiento, admite, que finalmente termina cuando decidió escribirle una carta a Huerta rechazando esa condición. “El me endilgo en mi la culpa. Yo tenía 13 años, él 46 años. Su absolución fue sacrílega, porque hizo recaer en mí la culpa”. Logró salir del abuso, pero las secuelas se prolongan hasta estos días. Del caso tiene conocimiento la Arquidiócesis Primada de México y el nuncio apostólico en el país, Franco Coppola. Ahora, la reciente respuesta, en marzo de este año, del Tribunal Canónico le abre una puerta de justicia, asegura Araujo. Pero ocurrió sólo después del desdén de la Sociedad San Pablo donde acudió en primera instancia a denunciar a Huerta e incluso, la minimización inicial de la Arquidiócesis. Le exigieron pruebas de sus imputaciones, testigos de lo sucedido, reprocha. Tiene un diagnóstico psicológico de la secuela mental que le provocó el abuso en su adolescencia que continúa hasta ahora.
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