“LA PRENSA libre -solía decir Joseph Pulitzer- debe abogar siempre por el progreso y las reformas. Nunca tolerar la injusticia ni la corrupción. Luchar contra los demagogos de todos los signos. No pertenecer a ningún partido. Oponerse a los privilegios de clases y al pillaje público. Ofrecer su simpatía a los pobres y mantenerse siempre devota al bien público”. Y aun cuando el editor y empresario de origen judío es más conocido por los premios periodísticos que llevan su nombre, que por su competencia con el magnate de los medios estadounidenses, William Randolph Hearst, lo que dio origen a la llamada “prensa amarilla” o “amarillista”, que no es otra cosa que ese periodismo que presenta noticias con titulares llamativos, escandalosos o exagerados para tratar de aumentar sus ventas, aunque por lo general esas noticias no cuenten con ninguna (o escasas) evidencias y sin una investigación bien definida, Pulitzer decía que “una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”, de tal suerte que “sólo hay un medio para mantener en pie una sociedad libre, y es mantener al público informado con la verdad”. Y el tema viene a colación porque de un tiempo a la fecha a infinidad de políticos les molesta la “prensa libre”, aunque su libertad sea más producto de la orfandad que de la convicción de servir a la sociedad con transparencia y objetividad, y en ese tenor le han declarado la “guerra a los medios”, ya sea menospreciándola, agrediéndola, acechándola o suspendiendo contratos de publicidad –que no tienen otro objetivo que “lincharla” y desaparecerla, aun cuando difundir los alcances oficiales en materia de salud, educación, economía y seguridad, por solo citar algunos rubros, es parte de la obligación Gubernamental para con los gobernados. Pero el argumento para no hacerlo es simplista: -en el pasado reciente toda, absolutamente, toda la prensa fue corrupta y saqueadora-, midiendo con el mismo rasero a independientes y ex vasallos.
EN ESE sentido, hay de un tiempo a la fecha una especie de lapidación contra los medios de comunicación, acusándolos, de manera general “de mentir porque se extraña al anterior Gobierno” –como suele justificar sus yerros el Fiscal General del Estado, Jorge Winckler Ortiz -que de manera vil clasifica a todos bajo ese criterio-, o el reciente intento del dirigente del Movimiento Ciudadano, Dante Alfonso Delgado Rannauro que pretendió, por fortuna sin éxito, que el precandidato presidencial de la coalición “Por México al Frente”, Ricardo Anaya Cortés dejara de responder a la prensa cuando le cuestionan, para que los medios se sujetaran a los llamados “boletines o comunicados oficiales”, algo que el queretano soslayó sabedor de que si algo necesita en este momento es, precisamente, no confrontarse con los medios, como lo han hecho tantos políticos que en ese intento de acallarlos –para provocar su extinción- ahora pagan las consecuencias de sus exabruptos. Y es que la prensa –lo dijo muy claro Joaquín Francisco Zarco Mateos, destacado político y periodista liberal cuya labor le valió persecuciones y prisión-, no solo es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo, sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civilización”, y acaso por ello hay políticos a quienes conviene la extinción de los medios libres, para de esa forma no tener los contrapesos que suele utilizar la sociedad para exigirles transparencia y resultados. Anaya, habilidoso como suele ser, le dio por su lado a Dante pero, posteriormente su equipo de Comunicación Social difundió un mensaje para aclarar que la política de comunicación de la precampaña seguirá siendo de total apertura hacia todos los medios informativos, en pocas palabras le mandó decir al ex Gobernador cuatrienal: calla a la prensa en tu partido, no en el mío.
HAY QUIENES afirman que el compromiso con Dante Alfonso Delgado Rannauro, en caso de imponerse Ricardo Anaya en la elección del primero de Julio, será la Secretaría de Gobernación, pero después del desplante o bufido, acaso el abanderado del PAN-PRD-MC deba hacer caso al jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera Aguayo, y lo mande derechito…a la Secretaría de Agricultura, porque a decir verdad, en Gobernación encaja más el perredista que el convergente. Y es que si Dante Alfonso ya enmudeció a Anaya frente a los medios, impidiéndole responder cuestionamientos cotidianos, no lo imaginamos al frente de la política interior embozando no solo al Presidente de la República –en caso de triunfar el queretano-, sino a la prensa y a la sociedad misma; sería una especie de dictadura trasnochada que ningún bien le haría al País, por el contrario, le sometería hasta llevarla a escenarios que ahora se viven en naciones como Venezuela o Cuba.
Y ES que Dante Delgado no permitió que Anaya, uno de los más fuertes precandidatos a la Presidencia, respondiera preguntas de la prensa al manifestar su desacuerdo con las “entrevistas banqueteras” y exigir a periodistas darle “dimensión a lo que significan los comunicados políticos y no las entrevistas banqueteras, donde se pregunta lo que se quiere”, ignorando acaso que “el poder del periodista no está basado en el derecho de preguntar, sino en el derecho a exigir respuestas”, según consigna el escritor checo Milán Kundera –muchas veces mencionado como candidato al Premio Nobel de Literatura-.
INSISTIMOS: HAY una especie de linchamiento contra los medios que a nadie beneficia, y menos a la sociedad que se sirve de éstos para expresarse y hacerse oír. Para denunciar atropellos del poder, buscar a sus familiares desaparecidos, verter proyectos necesarios de beneficio colectivo; en fin, hay a quienes todo eso no conviene y prefieren el silencio o silenciar a los medios, pues no hay que olvidar que la prensa cumple tres funciones sociales fundamentales: 1.- Delatar los abusos del poder. 2.-Ofrecer al ciudadano la posibilidad de estar informado, que es el arma principal contra cualquier intento de manipulación y 3.-Favorecer la convivencia entre los pueblos y su mutuo conocimiento. Como fuera, no toda la prensa es vendida, aun cuando los medios de comunicación son, también, mercancía, y ese carácter comercial puede llevar al periodista obsesionado con "vender más" a descuidar la calidad de los contenidos y el rigor de la información o, simple y llanamente, a ofertar la conciencia al mejor postor como ocurrió en el nefasto duartismo, aunque, habría que insistir: no se vale medir a todos con el mismo rasero para justificar la animadversión a los medios. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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