De Veracruz al mundo
Mujer trans lucha para acceder a cirugía de reasignación de género en el Estado de México, pero sufre discriminación.
Jimena inició un tratamiento para transicionar, sin embargo cuando la fecha para la cirugía de reasignación de género se acercaba, se encontró con trabas y argumentos que considera transfóbicos y que la discriminaron.
Martes 22 de Julio de 2025
Por: animalpolitico.com
Foto: .Sharenii Guzmán
Ciudad de México.- Jimena Akari es una mujer trans, servidora pública desde hace 9 años, a quien los servicios de salud del Estado de México le han negado la posibilidad de una cirugía de reasignación de género, pese a los estándares nacionales e internacionales que protegen sus derechos, y a los antecedentes judiciales que garantizan el acceso a servicios de salud integrales para las personas trans en todo el país.


Desde que hace algunos años vivió un ataque de ansiedad que comenzó a afectar su salud física, supo que en el fondo subyacía un tema de identidad. “La vida me está dando la oportunidad de expresar esto; a lo mejor no es identidad, a lo mejor es otra cosa, pero si no lo externo, si no lo digo, pues nunca lo voy a saber”, pensó en aquel momento.

El origen de la ansiedad radicaba precisamente en que ya había llegado a un límite en el que no podía seguir ocultando su identidad, por lo que en un inicio recibió el visto bueno del Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSEMYM) para iniciar su transición médica.



Aunque estos servicios públicos carecían de un lineamiento propio, hubo disposición para apoyarse en el protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las Personas LGBTTTI+ de la Secretaría de Salud federal. Además, ella conocía bien las resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (OC 24-17) y de la Suprema Corte de Justicia de México (1317/2017) que amparan los derechos de las personas trans.



De la posibilidad de la cirugía de reasignación de género a una depresión devastadora
Cuando Jimena comenzó su tratamiento psicológico para transicionar, ocurrió lo que hoy califica como un avance indescriptible, y se convirtió en una persona diferente. “A final de cuentas, lo estuve trabajando con la psicóloga desde un inicio, y yo tenía un nivel de disforia que lo percibía al grado de que necesitaba llegar a la cirugía; mi meta, desde un inicio, fue la cirugía”, relata en entrevista en Toluca.

Jime, como le dicen, remarca que ella conoce la literatura médica y los procedimientos en otros países, que requieren en promedio dos años de tratamiento químico antes de siquiera considerar la opción de la cirugía. Para ella, esos dos años se cumplieron el año pasado, luego de haber llevado un tratamiento quirúrgico de otra índole. Finalmente, hizo su solicitud formal para una cirugía de reasignación de género el 26 de septiembre de 2024.


Tras el seguimiento de sus protocolos internos, el ISSEMYM llegó a la conclusión de que Jimena sí era candidata y podía acceder a la cirugía, pero, lamenta, “nada me había preparado para lo que vendría, que es el calvario que estoy viviendo desde hace unos meses”.


Con ese “calvario” se refiere a que en enero de este año, luego de una valoración para cirugía reconstructiva y tras la determinación de que psicológicamente no tenía ningún impedimento, recurriría a una primera cirugía a inicios de abril. Jimena no se lo podía creer, “estaba muy feliz”, recuerda.

Hizo planes laborales y personales para empezar a formar una red de apoyo familiar y de pareja para los cuidados postoperatorios, pero inesperadamente el 13 de febrero de este año recibió una llamada del centro hospitalario en la que le comentaron que su doctor quería hablar incluso de la posibilidad de adelantar la cirugía, a solo dos semanas después de la llamada. Se realizó todo el protocolo previo a la operación: urología, psiquiatría y anestesiología.

El día indicado llegó antes de las 7 de la mañana, y su primera sorpresa fue que no estaba en la lista de cirugías. La segunda: su expediente no estaba entre los preparados para intervenciones. La tercera: cuando finalmente pudo contactar al personal del servicio de especialidad, solo de forma verbal se le comunicó que la cirugía no se realizaría porque hacía falta el visto bueno de un comité de bioética.


“Tengo que mencionar que ese comité yo no sabía que existía, que era un requisito, hasta ese momento. Eso me causó un episodio depresivo devastador”, confiesa. No recuerda haber experimentado ese sentimiento desde años antes, cuando la habían dado de alta en terapia. Fue muy duro, remarca, pero por fortuna contaba con el apoyo necesario para salir adelante. Incluso, reanudó parte de su tratamiento médico.

“Abrumada” es la palabra con la que hoy describe su sentir, luego de que su transición legal, e incluso la recepción de esta en el servicio público, había sido abierta y tersa. Tanto a nivel local en el registro civil y el gobierno del Estado, como en el INE y el SAT, no encontró obstáculos, resultó –para su sorpresa– relativamente sencillo y en prácticamente dos meses se reflejaron los cambios en sus papeles.

Batalla legal para acceder a la cirugía de reasignación de género
Después de la primera decepción, entre marzo y abril de este año, el Instituto volvió a citar a Jimena a la especialidad de cirugía reconstructiva para evaluar los avances del comité y hasta ese momento no había nada: ni avance, ni fecha de sesión, ni convocatoria.

Entonces le recorrieron su cita a julio, y aunque inicialmente decidió darle una oportunidad a la institucionalidad, cuando llegó el 23 de abril, día en el que cumplía tres años del inicio de su tratamiento químico, tuvo lo que considera una revelación, en el sentido de que no podía seguir esperando.

“Si voy a seguir esperando, voy a esperar toda la eternidad, porque si no se ve algún tipo de presión, alguna cuestión de que yo estoy interesada realmente en el proceso, no se va a ver reflejado en la atención del ISSEMYM”, apunta. Como servidora pública, además, sabía cómo funcionaba el sistema por dentro. Así fue como decidió ingresar una demanda de amparo.

“La falta de respuesta del comité de bioética es algo que me estaba afectando bastante, que no me dejaba planear. De hecho, mi vida personal se ha visto afectada por lo mismo, porque planes, conciertos, salidas que tenía, unas programadas, otras en mente, las he ido perdiendo precisamente porque no sé en qué momento pueden estarme operando o no; entonces, ha sido una afectación a nivel personal, más la emocional, bastante grande, lo que me impulsó a dar el paso del amparo”, dice.

Jimena pensó que esa sería la solución, o al menos un botón de inicio que movilizaría al sistema, pero estaba equivocada. Su primera audiencia fue programada para el 29 de mayo de 2025. Al momento en que la presentó, ni siquiera contaba con su expediente clínico o cualquier otro documento que avalara su versión, pero estuvo a tiempo de obtenerlo vía transparencia.


Muy poco antes de que llegara el día de la audiencia, se fijó un nuevo aplazamiento al 25 de junio, lo que para ella representó una nueva afectación personal. Cuando el ISSEMYM finalmente contestó a la demanda, la respuesta, dice Jimena, fue “a todas luces transfóbica, discriminatoria y obsoleta”, pues uno de los principales argumentos del instituto es que se trataba de una cirugía estética, lo cual es contrario a lo establecido por la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud.

Esta aborda el aspecto de tratamientos médicos, en específico destinados al trastorno de identidad de género y la disforia de género, y considera las cirugías como necesarias para el desarrollo sano de la persona. La descripción contempla cualquier tipo de cirugía que sirva para reafirmar la identidad de género dentro de esa categoría. Además, el Instituto argumentó que el proceso era tan nuevo que no existía ahí un protocolo.

Si el protocolo no existe como tal en el ISSEMYM, Jimena subraya que eso es más una falla institucional que una excusa válida para negar el servicio. La jurisprudencia nacional e internacional también lo avala de esa manera. A pesar de que diversos ordenamientos establecen la obligatoriedad de servicios de salud integrales para las personas trans y de que en más de 20 estados ya se han aprobado leyes para el reconocimiento de la identidad de género autoelegida, en nuestro país aún están pendientes garantías específicas en torno a las cirugías.


La iniciativa de Ley General de Acceso Integral a los Derechos de las Personas Trans, presentada en noviembre de 2023 y que permanece sin aprobarse, incluye algunas disposiciones en ese sentido. Ahí mismo se describe que las instituciones de salud pública en México, como el IMSS y el ISSSTE, han desarrollado protocolos de atención a poblaciones LGBTI+, pero los esfuerzos han sido insuficientes pues los catálogos de distintas dependencias no consideran todas las necesidades de las personas trans.

Una de las propuestas del documento es establecer la obligatoriedad de que los servicios médicos contraten a personal especializado y adecuadamente capacitado para la atención de personas trans, que además sea suficiente para cubrir las necesidades de la población en materia de angiología, cirugía plástica, cirugía de reafirmación de género y cirugía reconstructiva.

Argumentos discriminatorios para negar a una mujer trans una cirugía de reasignación
Jimena confiesa que además de escudarse en carencias institucionales, el argumento que más le dolió a nivel personal es que el ISSEMYM esgrimió que ella padecía un trastorno ansioso depresivo, y por esa razón no era candidata a la cirugía.

De entrada, remarca, no hay ningún tipo de protocolo o evidencia médica que diga que el trastorno ansioso depresivo sea un impedimento; al contrario, hay estudios académicos que establecen justamente que no recibir esa atención es lo que agrava una situación de ansiedad o depresión. Por lo tanto, si existe esa condición, únicamente se profundiza con la negativa.

“Ese trastorno no lo niego, pero sí niego que esté activo, ya que en noviembre del año pasado se me dio de alta del servicio de psicología. Tengo en el expediente clínico la hoja de este servicio donde claramente dice que se me dio de alta”, puntualiza Jimena. “Obviamente, todos esos puntos los debatí, les puse evidencia, les puse jurisprudencia, les puse todo lo que tenía que ser necesario, toda la evidencia para sostener mi punto”.

El día de la audiencia, ella se presentó con unas 500 páginas de evidencia, contra 15 del ISSEMYM, que ni siquiera había sustentado sus puntos más que narrativamente. Aunque a ella le pareció suficiente, al final el juzgado no dio ningún resultado. Jimena había pensado que llegaría a su cita médica del 18 de junio ya con una sentencia que la amparara, pero no fue así.

“El equipo de cirugía, el equipo de atención directa ha sido muy amable, ha respetado pronombres, ha respetado todo y está en toda la disposición de hacer la cirugía, sin embargo, el boquete se encuentra en el área administrativa, y justamente lo que se necesitaba era la sentencia para poder mover ese obstáculo”, relata Jimena. El 10 de julio el juez finalmente la sorprendió al sobreseer el juicio, según consta en la sentencia 827/2025-VIII.

Desde su perspectiva, el juzgador no leyó todas las evidencias ni argumentos que ella expuso. No hizo más que validar lo que informó el ISSEMYM, un daño extra y un nuevo golpe emocional para ella. Critica que darle todo el peso solo a la firma de uno o algunos funcionarios públicos, sin mayor análisis, es altamente discriminatorio y perpetúa la violencia institucional.


Otro de los argumentos que dio el Instituto en su respuesta, de la que Animal Político tiene copia, es que la cirugía no era necesaria porque ni la salud ni la vida de Jimena estaban en riesgo. Ante eso, ella señala que existen estudios a nivel internacional en los que se menciona que el riesgo de ideación suicida y depresión profunda es mayor para una persona transgénero que para una cis.

“Afecta la calidad de vida, por estar pensando en que los medicamentos me están funcionando, pero no al ritmo que yo hubiera querido o con los resultados que yo hubiera buscado, lo cual es completamente cierto: los niveles de testosterona, en mi caso personal, son elevadísimos, a pesar de contar con el tratamiento, y de forma agresiva… La terapia puede ayudar a canalizarlo, los medicamentos a rebajarlo, pero al final del día esa no es calidad de vida; se tiene que conseguir estar en paz con la terapia, obviamente, pero sin tener que recurrir en todo momento al apoyo químico”, enfatiza.

Jimena pide a comisiones de derechos humanos su intervención
Después del primer recurso que el juez sobreseyó, Jimena ya ingresó una nueva demanda, aunque con el temor de que recaerá en el mismo juzgado. Por otro lado, el pasado 11 de julio ingresó quejas respectivas ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de México y la Nacional de Derechos Humanos.

Tiene confianza en que esos organismos autónomos puedan apoyarla a poner lupa en el caso, y en cada movimiento del proceso judicial, “porque sí estamos hablando de una vulneración descarada de los derechos humanos, y no por mi persona, sino para cualquier otra que hubiera pasado por algo por el estilo”, subraya.

Su interés ahora es darle la mayor difusión posible a su caso, sobre todo una vez terminado junio, el Mes del Orgullo LGBTI+, después del cual, dice, “todo mundo guarda las banderitas, y no vuelven a saber nada; vuelven a las políticas discriminatorias, una historia que la población LGBTIQ+ ya conocemos de sobra”.

Junto a su prometida, que la ha acompañado en todo su periplo, Jimena –contadora de profesión y experimentada en la buena escritura– remarca con firmeza que la dignidad no se pide, sino que tiene que estar dada desde un inicio, porque garantizar los derechos básicos no es un favor. Después del golpe emocional que representó la negativa de la autoridad, hoy se siente fortalecida para agotar todas las instancias necesarias.

“Encontré los ánimos, encontré el ímpetu de seguir, y ahora que tengo el muro judicial enfrente, creo que si acaso la intención era callarme, pausarme, no resultó, porque encontré el ímpetu que me hacía falta, y este caso no lo voy a soltar hasta que esté saliendo del quirófano; esto no para hasta que yo salga con la cirugía realizada”, sostiene.







Por: Marcela Nochebuena

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