La desesperanza de la población mexicana llegó al extremo, pues en 2018
era una olla de vapor en ebullición, el ánimo popular buscaba y encontró
la salida a su condición económica y decepciones políticas depositando
su esperanza en quien por años buscó la oportunidad de alcanzar el poder,
una combinación de factores y de circunstancias llevaron a Andrés
Manuel López Obrador a la presidencia de la república. Los largos años
añorando la oportunidad para aplicar su proyecto de nación aunados a la
amplia base del electorado que lo eligió presidente y la holgada mayoría
en el Congreso General, dan ahora oportunidad a AMLO para ejecutar el
cambio a su manera, siguiendo un guion preconcebido, lo implementa
como si hubiera recibido cheque en blanco, adobado con el tinte de su
estilo personal.
2019 ha sido un año de torbellino gubernamental, en el que las acciones
de gobierno se fundamentan en la polarización política, impregnado, al
menos eso aparenta, por el rencor contra todo aquello que se opuso y
resistió a la llegada de la “izquierda” al poder, evento por el cual hemos
descubierto que el PRD no es la izquierda, porque la “verdadera” está en
MORENA, aunque no sea sino un almacigo variopinto de intereses
encontrados, que aprovecharon la ocasión para arribar al poder. Debido a
que el guion aún no concluye se ignora si el final será feliz o arropará una
nueva y descomunal decepción para el país.
Sin temor a equivocarnos existen elementos para concluir que el primer
año de López Obrador en la presidencia no ha sido provechoso para la
nación, particularmente en los ramos de la economía y la seguridad
pública, ambos son expedientes con marcado tufo a fracaso, y lo peor
consiste en que las expectativas para 2020 no son halagüeñas en ambos
sectores. Porque si el gobierno prosigue sin inspirar confianza entre los
inversores estos no solo dejarán de invertir, sino que emprenderán su
marcha hacia destinos menos escabrosos, con consecuencias directas en
el nulo crecimiento económico para México. Y en cuanto a la inseguridad
pública, difícilmente podrá arreglarse con la estrategia promulgada del
abrazo y no balazos, aunque en esto último mucho tendrá que ver la
presión del gobierno de Trump para cambiar el rumbo de esa estrategia.
Ya sea por inexperiencia, ya por erráticas actitudes de gobierno,
originadas en las prisas para hacer sentir el cambio, en ninguno de los
meses del primer año faltaron las crisis, desde el desabasto de gasolina
provocado por una acción de gobierno pero atribuida a la lucha contra el
huachicol, la marcha atrás en la política migratoria por presiones del
gobierno de Trump, la permanente incertidumbre sobre el esperado
crecimiento económico, el malpaso de Culiacán, la desgracia de los
Lebarón, el exilio a Evo Morales, y más recientemente la crisis
diplomática con el gobierno de Bolivia han sido momentos de dura prueba
al actual gobierno. En esta nada lúdica narrativa, no deben dejarse al
margen la multitud de casos en los cuales la violencia incontenible ha
provocado muertes al mayoreo.
Y en virtud de que la suerte del principal la sigue lo accesorio, en la aldea
jarocha el reflejo de lo nacional es diáfano y preocupante, primero, porque
el gobierno encabezado por Cuitláhuac García aplica cabalmente la
ecuación del presidente para el reclutamiento del recurso humano para el
servicio público: 90 por ciento de supuesta honestidad y 10 por ciento de
aún no comprobada capacidad para el desempeño. Convertida en
silogismo, a fortiori esa ecuación desemboca en conclusiones erróneas,
reveladas en los diferentes ámbitos de la administración pública: turismo
a la baja, sector primario en el abandono, nula inversión privada,
impunidad al tope, aunque los sectores de Salud y Seguridad Pública se
llevan las palmas.
En el primero su titular ha dejado una pésima impresión entre el sector
médico, que por cierto ha perdido capacidad de respuesta a diferencia de
antaño cuando sus elementos representativos exigían de sus altos
mandos decoro y capacidad en la dirección de este importante sector.
Son respetables quienes para la solución de sus problemas económicos,
espirituales, amorosos o de rivalidades buscan ayuda en el esoterismo, es
una incursión muy válida en pos de la tranquilidad y la esperanza. Pero
hay un espacio para cada oficio o profesión, desde el diván del siquiatra
hasta las cuevas para el sahumerio, de la plancha para la cirugía hasta la
“limpia” frente al altar. Sin embargo, lo inconcebible ocurrió en el
Congreso local de esta aldea veracruzana cuando un médico, que se
desempeña como Secretario de Salud en el gobierno estatal, previo a su
comparecencia para rendir cuentas sobre un año de gestión, hizo el
indecoroso show de exhibirse dándose una “limpia”. ¿Un hombre de
ciencia, además de servidor público haciendo esa faramalla? Falta de
respeto al esoterismo y al recinto legislativo, poco de bueno puede
esperarse de quien adopta actitudes irrespetuosas a su condición de
hombre de ciencia y al cargo, y qué decir de diputados que no se ocupan
de hacer respetar su lugar de trabajo. |
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