En su defensa a Rogelio Franco C, al choleño le debió haber brotado un cintillo de líquido hemático de las fauces.
No se midió.
Que ya tan pronto olvido ese pretérito tan retinto que ha venido dejando a su paso por la administración pública.
Sobra decir que al soledense siempre lo ha distinguido ese carácter tan explosivo, esa mecha tan corta que posee, pero sobre todo lo inmoderado que es cuando tiene poder, cuando se siente protegido.
Tiene razón cuando precisa que “ser opositor al gobierno no debiera ser delito, pero en Veracruz lo es y quienes se atreven a oponerse pagan las consecuencias con su libertad o con su propia vida, como cada día lo vemos”.
Con eso.
Vaya que es chistosito el ex mini gobernador.
Ahora resulta que, ante la pérdida de la memoria, ante el olvido, tan pronto, de su pasado, le hacen falta unas capsulitas de SUKROL, suplemento alimenticio que está elaborado con ácido glutámico, fósforo, lecitina y tiamina, los cuales, son nutrientes que necesita el cerebro para mejorar la memoria y concentración.
Al primo de Héctor lo persigue un pasado lleno de atribulaciones, lo suyo son los abusos de poder, las detenciones arbitrarias, los homicidios y las torturas y eso no son inventos, allí están las denuncias, las víctimas.
Siendo responsable de la política interna de la entidad veracruzana, en el sexenio del etílico Patricio Chirinos, la constante fue la represión, la mano dura, la ley del garrote.
Lo suyo fue ensanchar una estela de sobresalto, persecución y arbitrariedades en contra de todo aquel veracruzano que no comulgara con su política.
Igualito al señor Manuel López, o estás conmigo o contra mí, así de sencillo.
Que acaso piensa que el asunto de Plan del Encinal, esa masacre ejecutada contra Nicolás Hernández, Rolando Hernández y Atanasio Hernández en Ixhuatlán de Madero, ya está en el olvido.
Claro que no.
Esa vez, un 8 de septiembre de 1994, pistoleros y policías municipales intempestivamente entraron a dicha comunidad, se dice, con el único fin de ejecutar a sangre fría a los campesinos que, bastante bien organizados, ejercían su derecho de recobrar las tierras que les había arrebatado a sangre y fuego el cacique de la región Tranquilino Hernández Reyna.
Fue más de un centenar de policías de Seguridad Pública y agentes de la entonces policía Judicial del Estado los que componían el operativo ordenado por el entonces secretario de gobierno el que se encargó de desalojar a las familias otomíes de sus viviendas y tierras, todo porque el latifundista y ex alcalde, Tranquilino Hernández Reyna, apelaba que eran suyas.
Lo anterior es solo una minúscula muestra del actuar del choleño.
Su actuar represor y sobrado es algo que lo distingue.
Y no resaltemos su pasado reciente, su actuar al frente de instituciones públicas, su transitar dentro del aparato oficial está salpicado de corruptelas, de abusos, malversaciones y otras cosillas.
Por cierto, ahora su primito, el tal Héctor, se une a la causa del vecino de El Estero, pero que tal allá a mediados del mes de mayo del 2016, cuando sin mayor empacho dijo que el estado no puede colocar a su niñez en manos de un sujeto que es señalado de pederastia, en ese entonces el mozo de estoques de Manlio Fabio Beltrones era, nada más y nada menos que candidato a la gubernatura de la coalición Alianza para Mejorar Veracruz.
Esa ocasión al reunirse con maestros, ganaderos y empresarios en Boca del Río, el ahora diputado federal calificó de perverso a su primo hermano, en esos momentos candidato de la coalición PAN-PRD y añadió “es un enfermo sexual, se los digo en serio, no es broma, hay denuncias ante la PGR por eso; cuiden a sus hijos, no lo confundan, el viene haciendo promesas para jalar voto, no me crean a mí, créanle a la muchacha que ya fue violada”.
Chulada de familia.
Si algo se le debe reconocer al primo de Héctor es que, a pulso, ha forjado su historia como represor.
Así de sencillo.
Provecho. |
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