Por más que quisieron provocarlo, Andrés Manuel López Obrador se mantuvo serio y pulcro, en tanto sus adversarios volvieron a agredirlo sin consideración alguna, pues se vio a un Ricardo Anaya desesperado y retador e igual conducta asumió José Antonio Meade, en tanto el “Bronco” Rodríguez, en honor a su apodo, hizo lo propio.
Así se puede sintetizar el segundo debate de los contendientes a la presidencia de la República celebrado en Tijuana los que, -echa excepción de AMLO – cual merolicos de plazuela, se pasearon por el escenario dando un aspecto de arrogancia y prepotencia, pues en su mirada se dejó reflejar desesperación para impactar , al caminar de un lado para otro, es decir, no se les vio seriedad ni se guardó la compostura.
Anaya, llegó hasta el atril que le correspondía a López Obrador para increparlo, en acto de auténtica provocación cuando pudo haberlo hecho dese el espacio que se le asignó, sin que los moderadores hicieran ninguna observación, pues de otra suerte, se hubiera organizado el debate sin espacio para que nadie se mantuvieran en su sitio y se movieran libremente por el escenario para impactar con su verborrea y sus gestos y ademanes.
Sin duda alguna que Anaya y Meade manejan bien la oratoria, pues con sus ademanes trataban de impresionar a los asistentes y al público que los vio por los distintos medios de comunicación, como si se tratara de un concurso de oratoria, porque nada novedoso aportaron en los problemas de fondo de este país como es combate a la corrupción y a la impunidad.
Por principio, el exsecretario de hacienda de Calderón y Peña Nieto, José Antonio Meade, candidato sin partido ,no se pronunció sobre los recursos económicos selectivos que fluyeron a los gobernadores que saquearon a los Estados y menos aludió a que se hubiera procedido de manera inmediata en su contra, y tampoco hizo referencia a la estafa maestra cometida por la secretaria de Sedesol y hoy secretaria de Sedatu, Rosario Robles Berlanga y solo de manera tangencial aludió al hecho de que Peña Nieto haya recibido a Trump con la alfombra roja.
Si bien aludió a la corrupción, no expuso con claridad que lo exige el país, de qué manera la combatiría y la bravata inaudita que lanzó contra el presidente de los Estados Unidos, se sintió ridícula, evidenciando una ignorancia supina sobre lo que representa esa potencia, que con un soplido nos pone de rodillas.
No hay duda que la debilidad interior de nuestro país, no nos da espacio para enfrentar a nuestro vecino en otra forma , por lo mismo, con “el comes y te vas”, qué más elocuencia puede existir, si siendo secretario de Relaciones Exteriores, Meade, no hizo nada digno de que pueda presumir y menos lo hará si llegara a presidente, cuando no sea estar a los pies del imperio.
Este debate demostró, de nueva cuenta, que la consigna es de todos contra uno, es decir, que se quiere que nada cambie y que siga siendo la corrupción y la impunidad, aunada a la violencia y la criminalidad, que fortaleza la explotación y la miseria de más de sesenta millones de mexicanos.
Es cierto que López Obrador es un terco consumado, porque no se sale del guión que tiene para el futuro del país, como es la honestidad y el combate a la corrupción; que no exista jamás un gobierno derrochador y cómplice de la criminalidad, esto, evitar que siga existiendo un gobierno rico y un pueblo pobre, por eso se vivirá en la medianía que preconizaba Juárez, en tanto sus adversarios, ni siquiera han sido capaces de , por lo menos, anunciar quienes servirán en esos gobiernos- si es que triunfan- porque de seguro, será más de lo mismo. limacobos@hotmail.com
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