EL PERIODISMO en México se ha convertido en una de las profesiones más vulnerables, muy parecido a lo que ocurre en naciones donde gobiernan dictadores como la familia Castro Ruz en Cuba; Nicolás Maduro, en Venezuela, o Daniel Ortega, en Nicaragua por solo citar algunos casos de América Latina, y al otro lado del continente Corea del Norte, Bielorrusia, Tayikistán, Siria, Azerbaiyán y Kazakstán, entre otros. Porque hablar de siete asesinatos y dos agresiones que pudieron convertirse en homicidios y elevar a nueve el número de crímenes en casi cuatro meses de un Gobierno que se dice de apertura, son muchos muertos, esto sin contar la ejecución de 14 defensores de derechos humanos. No se sabe qué está ocurriendo, pero no existe antecedente de siete comunicadores ejecutados en menos de cuatro meses y dos lesionados, cuando el Presidente Andrés Manuel López Obrador prometió combatir la violencia contra reporteros y defender la libertad de expresión. Apenas el domingo, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, reconocía que con el asesinato de Santiago Barroso, en Sonora, sumaban seis los homicidios de comunicadores en tres meses de gobierno de AMLO, y hasta comentó que en esta administración, “hay que buscar dar garantías plenamente en coordinación con los gobiernos estatales y esclarecer todos los hechos tan lamentables”.
BUEN DISCURSO, sin duda pero…siempre hay un pero, la noche de ese domingo se conoció el asesinato del periodista deportivo Omar Iván Camacho, cuyo cuerpo molido a golpes fue encontrado en el municipio de Salvador Alvarado, Sinaloa. El cadáver estaba bajo el puente La Escalera, sobre la autopista Benito Juárez, y presentaba huellas de violencia extrema. Se supone que al comunicador lo “levantaron” entre las 10:00 de la mañana y el mediodía, que fue cuando la familia perdió la comunicación con él, y sus captores tuvieron muchas horas para someterlo a tortura y, posteriormente, abandonar el cadáver en un sitio que es transitado, esto alrededor de las 22:00 horas cuando automovilistas se percataron del hecho. Camacho tenía 35 años y había acudido a cubrir la transmisión del juego entre Garbanceros de Guamúchil y Diablos Rojos de Cubiri de la liga de béisbol “Arturo Peimbert Camacho”, pues trabajaba en una estación de radio local y poseía una página de internet dedicada a los deportes.
Y COMO después del niño ahogado se ha tornado común cerrar el pozo con anuncios que debieron aterrizarse en tiempo y forma y no solo difundirse, algo que hacen lo mismo conservadores que liberales, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció medidas de seguridad para periodistas, aunque las principales serían, sin duda, bajarle al patético menosprecio en contra de los comunicadores a los que llama “prensa fifí” sin definir quiénes forma parte de esta y quienes no, sino endilgando el calificativo a todo aquel que se atreve a criticar su gobierno o contradecirlo, como ocurrió en la inauguración del estadio “Alfredo Harp Helú”, donde ante la rechifla y abucheos dejó en claro que no iba a hablar mucho, “porque hay algunos de la porra del equipo “fifí, pero la mayoría de la gente está a favor del cambio...Les voy a seguir tirando pura pejemoña, les voy a seguir controlando con lisas, con rectas de 95 millas y con curvas, vamos a seguir ponchando a los de la mafia del poder”, insistió el mandatario en un discurso de odio que se ha tornado cotidiano, y más ahora que habrá elección para gobernador en Puebla y Baja California además de otros cargos, mientras que en Aguascalientes, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas se disputarán diputaciones y alcaldías, y el discurso que denosta a los contrincantes le ha dado resultados.
NADIE DICE que los periodistas seamos almas de la caridad o lo que se conoce como “blancas palomas”, cuando de sobra se sabe que hay, también, fauna (y no nos excluimos), que sería lo menos, aunque otros, y debemos reconocerlo se han prestado a juegos tenebrosos y muy obscuros, aunque el asesinato no es la solución en ningún caso. Matar periodistas no debe convertirse en un deporte, y menos alentado desde el poder con mensajes de odio poco gratos, por el contrario, los gobiernos federal, estatales y municipales deberían asumir acciones contundentes cuando tengan conocimiento de que algún comunicador sirve a mafias o grupos fuera de la ley, ya que es preferible verlos en prisión, siempre y cuando se sustente algún ilícito, y no en la tumba. La muerte violenta de un periodista, se quiera o no aceptar, además de ser un acto deleznable como cualquier otro asesinato, engendra inestabilidad a los gobiernos y fama de represor; es como estar ante el surgimiento de dictaduras que ya nadie desea, porque solo conllevan a imposiciones y atrasos, pero con AMLO ya van siete y la lista podría continuar, aun cuando la Secretaría de la Defensa Nacional dice que apoyará el proceso de reemplazo de escoltas privadas para periodistas y defensores de derechos humanos, en riesgo. Y es que, hasta ahora, según Alejandro Encinas, el apoyo de vigilancia corre a cargo de la empresa privada RCU, contratada por 30 millones de pesos, cuando se trata de una responsabilidad de Estado, y por ello está en proceso el reemplazo de las escoltas privadas de los beneficiarios del Mecanismo de protección a periodistas y defensores de derechos humanos por escoltas capacitadas por la Policía Federal Preventiva, aunque, también por integrantes de SeDeNa.
Y ES que de siete asesinados, al menos cuatro tenían medidas de protección, y con todo y ello los mataron, por lo que sirva este espacio para un homenaje a ellos: Omar Iván Camacho, periodista deportivo encontrado sin vida este 24 de marzo en Sinaloa; Santiago Barroso asesinado el 16 de este mes a la entrada de su casa en el estado de Sonora. Jesús Eugenio Ramos Rodríguez asesinado a balazos por un sujeto que ingresó al restaurante donde desayunaba, en el municipio de Emiliano Zapata, Tabasco; Rafael Murúa Manríquez, director de la radio comunitaria ‘Radiokashana’, con solo 34 años asesinado en Baja California Sur. Diego García Corona de 35 años, la segunda víctima de homicidios entre periodistas en el país el 4 de Diciembre mientras circulaba en su auto, fue interceptado por un comando que lo acribillo en la colonia Jardines de Ecatepec, Estado de México; Jesús Alejandro Márquez Jiménez, colaborador de Diario Crítica y director del semanario Orión Informativo acribillado en Nayarit, y Reynaldo López, exlocutor de diversas estaciones de radio en Hermosillo, Sonora, ejecutado el sábado 16 de febrero, mientras que Carlos Cota, quien hasta finales del 2018 se desempeñó como conductor de deportes en Televisa Sonora, resultó herido. En Salina Cruz, Oaxaca, por otra parte, el comunicador Jesús Hiram Moreno recibió dos balazos, uno en la espalda y otro en el brazo, aunque logró salvarse. Algo, sin duda, debe hacerse para evitar semejante masacre. OPINA carjesus30@hotmail.com |
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