MÁS ALLA de la violencia que se cierne sobre el Estado, preocupa la que se vive en últimas fechas contra las mujeres que, a decir verdad, jamás habían sido agredidas con tal encono e insensibilidad como sucede ahora, de tal suerte que solo en el mes de Septiembre ocurrieron 15 asesinatos contra integrantes de ese género; cinco resultaron heridas con arma blanca o de fuego y 8 más fueron víctimas de secuestro (sin considerar robos, asaltos, extorsiones o desapariciones), esto es, un arrebato diario de brutalidad que pone en evidencia la inseguridad social de la Entidad. Según el “reporte delictivo con perspectiva de género” del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), hasta finales de Junio del año en curso se contabilizaban 135 mujeres asesinadas en el Estado, y lo curioso es que en solo 30.37 por ciento de los casos, la Fiscalía General del Estado (FGE) abrió una investigación por feminicidio, lo que incorpora a la impunidad como factor que induce a la comisión de esos delitos bajo el entendido de que “aquí no pasa nada”. De los homicidios registrados, el SESNSP registra –en seis meses- 92 culposos; 43 decretados como crímenes dolosos (con semejanzas del crimen organizado) y 41 feminicidios, lo que determina que entre Enero y Julio de 2018 por cada diez asesinatos de mujeres tres fueron feminicidios, aunque a decir verdad, eso no tiene la menor importancia ya que se trata de crímenes contra mujeres, la mayoría cometidos con una violencia tan abrumadora que llama a reflexión. Y esa es la lista de asesinatos documentados, porque existe otra que no surge a la luz pública, ya que son ejecuciones perpetradas por la delincuencia organizada, y en la mayoría de los casos las víctimas fueron inhumadas clandestinamente o, simple y llanamente, desaparecidas. Hasta Junio la Entidad ocupaba el segundo lugar con 39 feminicidios, solo por debajo de la ciudad de México que estaba en primero con 51 casos y en tercero Nuevo León que sumaba 37. Por si fuera poco, Veracruz cuenta con cinco municipios de los cien catalogados por la Secretaría de Gobernación como focos rojos para feminicidios: Córdoba, Isla, Xalapa, Río Blanco y Tierra Blanca.
PERO SEGÚN el Observatorio Universitario, organismo no gubernamental, se reportaron en realidad 58 muertes con violencia por condición de género (feminicidios), en los que las mujeres perdieron la vida después de ser atacadas con arma blanca o de fuego, al ser atropelladas, baleadas, decapitadas o estranguladas, al recibir un indeterminado número de golpes o al ser quemadas en algunas partes de su cuerpo. Detalla que 11 sucesos violentos se reportaron en la zona norte, 30 en el centro y 17 en el sur. Otras 266 mujeres reportaron algún tipo de violencia en ese mismo lapso, 125 se reportaron como desaparecidas, 32 homicidios y 58 feminicidios, en total, 481 mujeres violentadas por su condición de género los primeros seis meses del año, y uno se pregunta ¿a qué se debe tanta y semejante violencia contra las mujeres?.
LO QUE llama la atención es que la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, el Instituto Veracruzano de la Mujer, las diputadas dizque feministas, mujeres periodistas, Organismos No Gubernamentales en defensa de ese género y hasta la propia iglesia callen ante semejantes atrocidades, como si no importaran sucesos que se han vivido recientemente, como el secuestro y asesinato de una joven mujer que salió a una entrevista de trabajo, fue engañada por su victimario y asesinada con saña, dejando en la orfandad a una menor, o la ejecución de mujeres trabadoras propietarias de algún negocio que son masacradas por negarse a pagar “la cuota” o el derecho de piso, o el plagio de mamás cuando llevan a sus hijos al colegio o el asesinato de profesoras que no pagaron la extorsión de delincuentes o mujeres víctimas de atracos.
SIN DUDA, el Gobernador electo, Cuitláhuac García Jiménez tiene ante sí un verdadero “garbanzo de a libra”, ya que Veracruz vive, actualmente, una situación excepcional en materia de inseguridad como nunca antes, lo que demuestra que en ese sector las cosas no se hicieron bien y se requiere, por lo tanto, enmendar el rumbo. Ya está comprobado que no basta que el Secretario de Seguridad Pública del Estado sea amigo del Gobernador en turno, o que sea recomendado del Ejército o la Marina. Se requiere una persona que sea sometida a toda suerte de exámenes previos, que demuestre conocimiento de la materia a la que enfocará su tiempo, que conozca el Estado como la palma de su mano, que sea enérgico sin llegar al salvajismo o irracionalidad, que sepa de jurisprudencia y derechos humanos, que entienda que seguridad no es represión sino orden y disciplina, y que no venga a robar sino a servir a los veracruzanos. Si no se cumplen esos requisitos, las cifras que actualmente lesionan al Estado colocándolo entre los más peligrosos del País tenderán a agravarse, y no habrá poder humano que las contenga.
CUITLÁHUAC, POR lo tanto, deberá seleccionar de una terna de tres o cuatro aspirantes a quien mejor currículo académico tenga pero, también, a quien mayor experiencia probada acumule en la materia, y de ser veracruzano mejor. Contratar vía “gerencial” al mejor aspirante, esto es, hacerlo parte del gabinete mediante compromisos contraídos, de tal suerte que si estos no son satisfechos el contratado puede ser despedido sin mayores argumentos, lo que no sucede con los amigos a quienes se les suele perdonar una y otra vez las fallas que cometen, como está ocurriendo actualmente y como sucedió en el pasado reciente, cuando se acrecentaron las desapariciones forzadas y, por ende, las fosas clandestinas por todo el territorio veracruzano, colocando a Veracruz como el cementerio ilegal más grande del País y, lo peor, es que las tumbas furtivas siguen apareciendo, dibujando un escenario de terror y muerte que ya no nos asombran.
HABLAR DE asesinatos de varones se ha tornado cotidiano en un Estado donde parece haber ocurrido de todo. Jorge Luis Borges, prolífico poeta, literato y filósofo estaba preocupado por perder “la capacidad de asombro” (el motor principal de su trabajo) después de El Aleph, uno de sus libros de cuentos más representativos, pues suponía que su imaginación se había agotado y que lo había visto todo. Y eso es lo peor que nos puede suceder, porque comenzaremos a ver los crímenes a nuestros pies como piedras u objetos naturales, como parte de la cotidianidad y en esa medida iremos extraviando el humanismo que implica un compromiso con la búsqueda de la verdad y de la moralidad. García Jiménez tiene ante sí un gran reto en el que la vanidad, soberbia y suficiencia suelen ser la peor consejera para alcanzar los fines propuestos, y basta verse en el espejo de sus antecesores para entenderlo. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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