De Veracruz al mundo
2018-09-13 / 15:19:37
La racionalización del fracaso
En la columna de Martha Anaya, publicada en ‘El Heraldo de México’, del pasado lunes diez de septiembre del presente año, se percibe la visión de los representantes del equipo de transición de parte del gobierno que encabezará a partir del próximo primero de diciembre, el Presidente Electo, López Obrador; con dos líneas muy marcadas: arrogancia y desconocimiento. Me explico.



En el mencionado espacio (del cual dejo el link al final de la presente) se narra uno de tantos encuentros entre los equipos de la administración federal saliente y la entrante; concretamente, entre funcionarios de Pemex, con la intención de iniciar el proceso de entrega-recepción, y analizar la viabilidad de realizar ciertas propuestas.



Se cuenta que el equipo de la administración entrante comentó abiertamente que una de sus prioridades, por instrucciones del Presidente Electo, es la creación de nuevas refinerías. El equipo en funciones, mediante exposición técnica, les explicó que sería muy costoso e ineficiente acometer ese proyecto debido a la falta de yacimientos en el país para abastecer dichas instalaciones. Ante tal planteamiento, la respuesta de los “nuevos” fue externada con ligereza, alegando que ellos verían la manera pero que, aunque fuera innecesario y, a la larga inoperante, lo iban a llevar a cabo. Ante oídos sordos, palabras necias, ¿o cómo era?



Queda constancia, ante tan aterrador relato, y según se ha visto a lo largo de todo este proceso de renovación del poder Ejecutivo, que la toma de decisiones de manera improvisada y sin ningún rigor técnico será una costumbre. Y, por si fuera poco, parece que las recomendaciones se menosprecian si vienen de los denominados tecnócratas.



Y es que no es solo eso, sino que se dice que los entrantes vieron al equipo en funciones con cierto desdén, recién empezada la reunión, por el simple hecho de “estar bien vestidos”.



¿Qué es precisamente vestir bien? Me parece que todo radica en la importancia que cada uno como individuo le otorga a la ocasión que lo requiera. O sea, formalidad.



Sin embargo, desconozco si es por convicción, un prejuicio, o es simplemente una pose populista la que adoptan los representantes del nuevo gobierno.



Lo que es un hecho es que la ideología no es muy diferente en los gobiernos locales o estatales de Morena. Aquí mismo, en Veracruz, el próximo gobernador, Cuitláhuac García, se dice que es alérgico a la formalidad. Según ha trascendido, durante varias reuniones con sus futuros colaboradores, al arribar al lugar donde tuvieran verificativo



los encuentros, lo primero que hace es analizarlos de arriba abajo; si portan unos zapatos muy boleados, o un saco y una corbata, hace notar a sus interlocutores su desagrado por hecho de portar, lo que él considera, “ropa de marca”.



Uno se pregunta, ¿qué tendrá que ver o en qué afectará el adecuado desempeño de las actividades de sus futuros funcionarios con el hecho de darle formalidad a su puesto?



¿Es entonces un mensaje que están mandando: “si no te vistes como nosotros te estamos indicando, no tienes cabida”? Una postura contrariamente liberal, si me preguntan a mí. Incluso, me recuerda bastante al infame y penoso caso de hace algunos años en Santa María Huatulco, municipio de Oaxaca, en el que a las damas no se les permitía vestir con falda corta para ir a trabajar.



Todas las personas, hombre o mujer, tienen derecho a decidir libremente sobre cómo vestir y cómo pensar.



Con todo ello, al parecer, en el gobierno del cambio están convencidos de que la única manera de hacerle creer a la ciudadanía, y a quienes votaron por ellos, de que el gobierno está haciendo su labor, es marcar una exagerada distancia entre la manera tradicional de trabajar y acometer decisiones importantes (aunque se esté haciendo bien), al mismo tiempo que se le prohíban a los trabajadores las costumbres que cada quien tenga. “Lo que hacían los otros, está mal; lo que hacemos nosotros, está bien”.



De acuerdo al portal www.rinconpsicologia.com, la racionalización, vista como un mecanismo de defensa, podría definirse como, «una forma de negación que nos permite evitar el conflicto y la frustración que éste genera. ¿Cómo hacemos esto? Sencillamente nos brindamos razones (aparentemente lógicas) que justifican o encubren los errores o las contrariedades. Mediante la racionalización la persona intenta defenderse del efecto frustrante y trata de autoconvencerse de que, en el fondo, no deseaba aquello que no ha conseguido».



Podría entonces uno concluir que lo que realmente les interesa es apelar a la frustración y al despecho general para tener legitimidad. La imposición a las ideas suele ser una clara señal (bastante preocupante) de autoritarismo.



O quizás solo sea como dijera Freud, la racionalización del fracaso.



Por si las dudas: ¿Hasta cuándo se van a soportar las bravuconerías y demagogias de los legisladores y funcionarios afines a Morena? Ejemplos, sobran: Mario Delgado, Yeidckol Polevnsky (¡bien por Cuauhtémoc por ponerle un alto!) o Martí Batres (ya solo le falta llevar el papel higiénico de su casa al Senado). Igual y antes de celebrar el detener la evaluación docente, unas clases de ortografía y redacción, y de buenos modales en general, no les vendrían nada mal. Ya aunque sea unas de democracia republicana.



Comentarios:



Tw: @alecbustos Mail: alejandro.bustos19@hotmail.com



Links:



* Columna del lunes 10 de septiembre de Martha Anaya https://heraldodemexico.com.mx/opinion/alhajero-por-que-tan-trajeaditos/



* Sitio web para referencia de racionalización



https://www.rinconpsicologia.com/2011/02/la-racionalizacion-un-mecanismo-de.html

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