De Veracruz al mundo
2018-07-02 / 09:30:26
Nuevo México
La esperanza muere al último.
-Pandora.
Hoy el país despierta completamente renovado. Y no es porque haya cambiado su nombre al de un estado puntual de la Unión Americana, sino por la noticia de la histórica victoria de Andrés Manuel López Obrador como próximo Presidente de México.

En realidad, no fue una noticia que nadie sospechara o que tomara por sorpresa; más bien, fue una ratificación de los sondeos que fluctuaron a lo largo del proceso electoral.

Y es que la ventaja que el abanderado de MORENA había consolidado, no fue fruto de la casualidad; su superioridad siempre se mantuvo firme, y no hubo debate ni señalamiento contundente que le hiciera perder un solo punto de ventaja.

Es impresionante la ilusión que genera entre sus miles de seguidores el proyecto que de ahora en adelante él encabezará. Lo de ayer no se había visto en la historia moderna de nuestro país, ya que su triunfo fue tan contundente que no habían pasado ni dos horas de que se hubiesen cerrado las casillas en la mayoría del país cuando, José Antonio Meade, concedió la victoria a AMLO, reconociendo que se convertiría en el próximo presidente de México. El Bronco y Anaya le siguieron.

A partir de ahora, personalmente, hay tres cosas que me inquietan (más) acerca de lo que él ha llamado, la cuarta transformación del país que está por comenzar:

1.- Como ya he expresado en este, y algunos otros espacios, siempre me he considerado muy crítico de Andrés Manuel y sus proyectos de nación. Seguramente, como a cualquier otro ciudadano, al revisarlos me han preocupado excesivamente las grandes omisiones o contradicciones en algunos temas fundamentales para México; como son la inseguridad, el combate a la corrupción y el crecimiento económico. No queda claro cómo planea resolverlos, sin embargo, nadie puede negar que sus propuestas han sido elaboradas con principios éticos ideales. Aunque eso no baste.

2.- Sus colaboradores más cercanos y sus seguidores.

Es evidente que el nivel de debate, en las redes sociales, se limita a las ofensas y descalificaciones debido a la severa intolerancia a la crítica que tiene la gran mayoría de sus seguidores. Recuerdo que en el pasado, Andrés Manuel solía rodearse de intelectuales de la talla del finado escritor José María Pérez Gay. Confidente y gran amigo suyo, se dice que él era una de las personas que tenía mayor influencia para pedirle mesura y reflexión cuando gobernaba la Ciudad de México. Hoy, se rodea de Fernández Noroña (alabador de regímenes comunistas) o el académico John M. Ackerman, por

mencionar a algunos de sus más destacados y radicales consejeros, mismos que constantemente incitan y promueven la desobediencia civil y el desorden para protestar, en vez de optar por el diálogo. En retrospectiva, se echará de menos para lo que viene al destacado diplomático.

*-De la preocupación que generan la CNTE, Manuel Bartlett, Napoleón Gómez Urrutia o Sergio Mayer, podemos hablar en otra ocasión.-

Y, 3.- El doble discurso. Se ha demostrado en infinidad de ocasiones que, a lo largo de la campaña, el presidente electo López Obrador, utilizó diversos discursos, dependiendo el foro al que se dirigía; situación que generaría contradicciones, incredulidad y desconfianza. Ejemplos hay muchos pero, ahora mismo, me viene a la cabeza su postura sobre la construcción del nuevo y necesario aeropuerto para la Ciudad de México; por una parte, en plazas públicas, se opuso con vehemencia a la continuación del proyecto, convirtiéndolo en una promesa de campaña; por otra, y ante empresarios, aceptaría que podría reconsiderar el cambiar de opinión y seguir adelante con el aeródromo público.

Entonces uno se pregunta finalmente, ¿cuál será su postura final? ¿volverá a cambiar de opinión? ¿O seguirá insistiendo en su inviable propuesta de habilitar la base aérea de Santa Lucía? Se podría pensar que ni él mismo lo tiene claro.

Cambio de actitud.

Ayer, por ejemplo, al ser reconocido como contundente ganador por sus adversarios, el órgano electoral federal, y el Presidente Enrique Peña Nieto, López Obrador en su primera aparición pública como presidente electo, se mostró muy diferente, tranquilo, mesurado y conciliador con los diferentes actores políticos. En un discurso francamente elocuente, y muy bien articulado (el mejor que yo le he escuchado) llamó a la reconciliación nacional, agradeció a sus adversarios y ofreció certidumbre para iniciar el proceso de transición entre el gobierno saliente y el entrante. En un hecho sin precedentes, tomando una actitud republicana y que le honra, tuvo una deferencia caballerosa con el Presidente Peña, del cual reconoció había sido muy atento con él y respetuoso del proceso electoral.

Un AMLO que no se sabe exactamente cuál es el que gobernará pero que, de momento, comienza con el pie derecho generando expectativa y euforia desbordante. La gente que le eligió finalmente demostró que se hartó de los malos gobiernos, y que tiene la expectativa de alcanzar una renovación social pacífica.

No será fácil, ni surgirán soluciones mágicas, pero López Obrador, que ha prometido mucho, adquirió un compromiso que le obliga moralmente, no solo con sus votantes, sino con el resto de los mexicanos que no simpatizan con él, a entregar resultados inmediatos; mismos que serán alabados, si acierta; o criticados con firmeza, si falla.

Hoy se ha convertido en el próximo presidente de todos los mexicanos y, si le queremos exigir a su gobierno, debemos comenzar por reconocerlo, mostrando una actitud

inherente de ciudadanos demócratas con alto sentido de civilidad política, a pesar de las diferencias ideológicas. Y es que sinceramente es muy difícil no contagiarse de la esperanza que desprende la gente de tener un mejor país.

Tal vez es que todos creemos en cuentos mitológicos y nos aferramos a que, ante cualquier situación de la vida, lo último que se pierde es precisamente eso: la esperanza.

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