Es común denominador en las tareas ciudadana, nuestro existir con buenas y malas vivencias, sufrimos ante la agresión de un cuerpo mal organizado, creado según lo acusan los indicadores, para dañar al pueblo, me estoy refiriendo a la mal llamada policía de tránsito y vialidad, están dispersos, apostados en lugares estratégicos por disposición algún mando superior, no atienden o controlan la fluidez del tránsito, tampoco están para regular, controlar y atender accidentes o faltas cometidas por los conductores de vehículos, su función, aparentemente única, es extorsionar a los propietarios o conductores de vehículos.
Conozco o sé, la operación de una empresa que se queja amargamente de los problemas que sufren sus empleados, unos conductores de vehículos mayores, sobre todo automóviles, así como motociclistas, me pidió reserva pues tiene pánico de las represalias de los agentes de tránsito, por causa de su trabajo, sus vehículos tienen necesidad de transitar bajando el puente del norte de la ciudad, enfrente del parque de La Pinera, en ese punto, están apostados varias patrullas de tránsito, también está en ocasiones una ambulancia y una grúa, detienen a capricho a quienes transitan por esa zona, les piden documentos y revisan los vehículos, tengan o no en orden placas y calcomanías, invariablemente encuentran o inventan una infracción a las leyes de tránsito y el conductor es advertido, amenazado de la grave falta que comete, tendrá que pagar una infracción y además se le amenaza de que se le retirara la documentación, mandando el vehículo al corralón con una grúa.
Por supuesto, todo se puede arreglar merced a la buena voluntad del conductor, si no hay mirones, pagan el embute y continúan su camino, la “ayuda” a los agentes, va según el vehículo y el aspecto del extorsionado, puede resolver la bronca con cien pesos, pero en ocasiones cuando encuentran falta mayor, la cosa demanda solución con desembolso de miles, la otra, es recibir la boleta de infracción e ir por el carro al corralón. Problema mayor.
Referirnos al control de la vialidad, es asunto de la mayor dificultad, la ciudad entera está a merced de los irresponsables que se estacionan donde no deben, uno de los más graves problemas, son las escuelas, sobre todo las particulares donde va la gente rica, los lujosos vehículos se estacionan en triple fila y los agentes de tránsito no se aparecen para ordenar el desmadre, también situación grave la representan los sanatorios, hospitales y talleres, todos han creado una ley antiética que les permite estacionarse donde se les antoja, han desquiciado el tránsito en diversos puntos de la ciudad, en este caso, la autoridad tiene culpa por inacción, en algunos casos ante el influyentísimo y en otro el cochupo dado por los talleres, ni modo, no hay salida y a la voz de: “Sálvese el que pueda”… ¡AGUAS! Mayo 2 del 2018 lmwolf@prodigy.net.mx Luis Martínez Wolf |
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